La música como espacio de amistad

La música misma se constituye en el espacio de encuentro, y por eso entre los músicos son habituales experiencias de colaboración. Nosotros, los oyentes, somos lo que, finalmente, más nos beneficiamos de ello.

En encuentros familiares o de amigos, lo que muchas veces nos une es la música de nuestros artistas favoritos. Estos no participan de la fiesta, pero la inspiran con su obra y nos animan a compartirla con alegría. A veces, la música misma se constituye en el espacio de encuentro, y por eso entre los músicos son habituales experiencias de colaboración. Nosotros, los oyentes, somos los que, finalmente, más nos beneficiamos de ello. He aquí un par de buenísimos ejemplos recientes.

DANIEL SANTIAGO: SONG FOR TOMORROW (2021)

Daniel Santiago es un guitarrista nacido en 1979 en Brasilia. En sus 42 años de edad, ha editado ya varios discos como solista, pero también en colaboración. Esta misma grabación es una especie de fiesta de amigos. Ya nos lo indica un simple vistazo a los primeros cuatro temas: Daniel Santiago necesitaba un guitarrista para “Open World”, y terminó reclutando a Eric Clapton. Como si fuera poco, en el siguiente tema, que da el titulo al disco, lo acompaña Kurt Rosenwinkel, otro guitarrista insigne de la actualidad. Para el tercer corte, “O que valerá”, requería a alguien que tocara bien el saxo, y consiguió que le diera una manito nada menos que Joshua Redman, con su soprano. Para rematar el conciliábulo, pensó que sería atinado agregar a la bella “Clara Manhã” unos toques atmosféricos de piano, como adornando y complementando la base rítmica de guitarra, bajo y batería; solución: incorporar a Aaron Parks. Tras un respiro, en el sexto tema, “Mundo”, reconozco un sonido familiar: es Pedro Martins, otro joven y talentoso guitarrista brasileño, del que ya he hablado aquí (Mensaje, marzo-abril 2019). ¿Qué nos ofrecen Daniel Santiago y sus amigos? Canciones, simplemente; melodías inspiradas, música vital, interpretada por tipos muy talentosos, competentes y, sobre todo, entusiastas. Hay algo de rock, es cierto, pero también de música más cercana al folk, de guitarra acústica y desnuda, o de raíces muy brasileñas. Y, si de canciones se trata, el disco nos deja al final dos perlas: “Heroes” (con su frase inicial: “libres para amar…”) y “Não Vou”. En suma, música sin grandes pretensiones (aparentemente), pero llena de una belleza que solo la colaboración y la amistad podrían haber hecho posible.

JOHN PIZZARELLI: BETTER DAYS AHEAD – SOLO GUITAR TAKES ON PAT METHENY (2021)

John Pizzarelli, a quien conocía hasta ahora como un guitarrista y cantante de jazz al que habría podido describir como “de manual”, con sus bellas guitarras y sus impecables trajes, tocando al frente de una formalísima big band, en algún club de Nueva York, aparece aquí en un formato completamente distinto. En la carátula del disco aparece dibujado con una mascarilla, de esas que usamos todos a diario para defendernos del temible contagio. El mismo Pizzarelli nos revela, en una reciente entrevista, que esta carátula expresa otro dato relevante: en este disco, el guitarrista se limita a hacer cantar a su hermoso instrumento electroacústico de siete cuerdas, pero él mismo no canta ni una sola nota. En unos videos en que nos da detalles de la grabación y nos regala un par de interpretaciones en vivo, Pizzarelli está sin mascarilla, con una blanca barba y con un atuendo completamente informal. Con su guitarra nos transmite algo íntimo y alejado de las luces de su habitual sentido del espectáculo. Toca para nosotros transcripciones de una atinada selección de la música de Pat Metheny, para guitarra sola. La mayoría de esos temas los conocemos por las complejas versiones del célebre Group o de alguna de las obras cercanas a los sinfónico que el gran Metheny produjo como solista; pero aquí las apreciamos como, probablemente, nacieron de las manos de su creador: en la belleza y la desnudez de una guitarra. Para los que, como yo, hemos seguido la música de Pat Metheny por más de treinta años, este disco-homenaje es una verdadera delicia, algo que merece ser disfrutado lentamente. Pero es mejor aún que una delicia culinaria, porque lo podemos disfrutar cuantas veces queramos. Es un disco que no solo se goza, sino que, sobre todo, se agradece, porque de verdad nos hace sentir que vendrán días mejores. MSJ

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