Nadjwa Mahamat Siddik, una refugiada sudanesa de 36 años, imparte clases en la escuela de primaria Al Nahda en el campamento de refugiados de Djabal, en el este del Chad.
Como las escuelas siguen cerradas, los maestros del Servicio Jesuita a Refugiados buscan la manera de mantener a sus alumnos interesados e implicados con sus estudios.
El Servicio Jesuita a Refugiados ayuda a las familias refugiadas a encontrar soluciones conjuntas que tengan como objetivo garantizar el bienestar de todas las niñas y los niños. Sobre todo, estas soluciones deben permitirles ir a la escuela, ya que la educación juega un papel clave en las situaciones de emergencia.
La integración de los refugiados en Chad es una necesidad cada vez más urgente y la educación postsecundaria es una de las herramientas más eficaces para lograrlo, por lo que es de vital importancia encontrar los medios suficientes para sostenerla y mejorarla.
El Servicio Jesuita a Refugiados prioriza la necesidad de la educación para las poblaciones desplazadas que viven en contextos de incertidumbre. Para los estudiantes de Darfur que viven en el este del Chad, el futuro de la educación es brillante y más seguro que nunca.
“Con tan pocas oportunidades, muchos padres sienten que el futuro de sus hijos será el mismo, tanto si estudian como si no lo hacen. Estamos tratando de cambiar esa mentalidad a través de la educación, especialmente con la protección infantil, lo que incluye el derecho del niño a una educación”, dice Joana Gomes, directora del Servicio Jesuita a Refugiados en Goz Beida.