Parte de la jerarquía de la Iglesia procura contribuir a pacificar, a superar las tensiones y las posturas más radicales, incluso las internas. Diversos grupos de católicos, desde posiciones catalanistas, pero no separatistas, se están organizando en busca de alternativas sociales y hasta políticas.
Ni Rajoy ni Puigdemont parecen visualizar el túnel en el que se meten, callando cuando es la hora de hablar, negociando cuando es la hora de mostrar cordura, dialogando cuando es la hora de buscar puntos comunes entre dos realidades que participan de la misma historia.
Desde la espiritualidad ignaciana que intento seguir, la solución parece tan simple como difícil: que cada uno mire allí donde no quiere mirar: no a ese único punto en el que tiene fijos los ojos, sino a eso otro punto (propio o ajeno) que de ningún modo quiere ver. Pero esto han de hacerlo todos.