Este artículo es sobre la vida. La vida que todos tenemos. Que terminará con la muerte. Que puede llegar en cualquier momento. La muerte no entiende de títulos, de éxito o fracaso.
El escritor José Saramago desarrolla con sarcasmo, las consecuencias que la desaparición de la muerte ocasionaría sobre la vida de un país, narrando cómo actuarían los poderes fácticos ante tal fenómeno.
Carta del cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor. Este “Juicio final” parece siempre más ajeno a una cultura contemporánea dominada por la “dictadura del instante” y siempre menos disponible, si no abiertamente hostil, hacia lo trascendente.
Pienso que el mundo de Dostoievsky (¿o todo el mundo?) se puede dividir entre los que comprenden esa ternura, que siente asco por la “justa” pena de muerte, y los que no.