Hoy el mundo se avergüenza por lo que pasó y rinde honores a aquellos que entregaron su vida por liberar al mundo del horror, pero quedan preguntas que sí podemos responder, y que nos toca a nosotros hacerlo.
Celebramos el fin de la II Guerra Mundial, que se llevó por delante a alrededor de 80 millones de personas y cuyas consecuencias siguen marcando, 75 años después, el devenir de la Historia. Y curiosamente, en un mundo dividido y enfrentado como el nuestro, uno tiene la sensación de no haber aprendido nada.
Hoy el mundo se avergüenza por lo que pasó y rinde honores a aquellos que entregaron su vida por liberar al mundo del horror, pero quedan preguntas que sí podemos responder, y que nos toca a nosotros hacerlo: ¿Qué hacemos por defender la vida humana frente a la tiranía del utilitarismo que las utiliza? ¿Qué espacio le damos a la verdad en nuestro mundo o creemos, como afirmaba el nihilismo, que ya no merece la pena buscarla? ¿Y a la mentira? ¿Gobiernan las ideologías que separan en bandos y grupos o hay algo de espacio para el diálogo y la comprensión del otro? ¿Potenciamos o frenamos los nacionalismos que tanto daño puede hacer? ¿Cuidamos la democracia y los mecanismos de control o nos los saltamos a la torera? ¿Qué rol le damos a la tecnología, al poder del dinero o a las armas? ¿Cuál es nuestra idea de auténtico progreso humano? ¿Somos capaces de soñar un mundo nuevo o nos conformamos en el aquí y el ahora? ¿Qué tipo de héroes y referentes buscamos? ¿Nos vale cualquier tirano? ¿Tenemos medios de comunicación maduros, autónomos y responsables? ¿Cuál es nuestra imagen de Dios? ¿Qué lugar le damos a la violencia en nuestra sociedad? ¿Qué lectura hacemos de nuestro propio pasado? ¿Cómo manejamos las emociones como sociedad, sabiendo que pueden ser tan volátiles como manejables? ¿Valoramos las religiones como espacio de paz o diálogo o buscamos en ellas chivos expiatorios? ¿Somos conscientes de las consecuencias de la desigualdad? ¿Qué haríamos por salvar a un vecino? ¿Y a un desconocido? ¿Somos capaces de generar pensamiento profundo? ¿Podemos denunciar la injusticia o nos dejamos llevar?
¿Qué espacio le damos a la verdad en nuestro mundo o creemos, como afirmaba el nihilismo, que ya no merece la pena buscarla?
Estas preguntas siguen siendo válidas, la pregunta es, ¿75 años después tenemos el valor de responderlas? Y, sobre todo, ¿hemos aprendido algo?
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Photos.com, FreeImages.