Necesitamos con urgencia seguir tejiendo redes de humanidad, siendo samaritanos/as, generando canales de comunicación, de diálogo y de encuentro.
Domingo 7 de diciembre
Mateo 3, 1-12.
Comienzo este día acogiendo todos los ruidos que están en mi interior, te lo ofrezco Jesús. Me dispongo a acoger todo lo que viene de ti, deseo escucharte desde mi cotidianidad. Mis ojos se cierran, mi corazón de abre a tu presencia y misericordia, mis manos de extienden, todo mi cuerpo se dispone tratando de cuidar y disfrutar este momento contigo. Puedes escuchar la canción «Nacer de nuevo», de Ain Karen: https://www.youtube.com/watch?v=xe4Z3PGihSE
Por aquel tiempo se presentó Juan Bautista y empezó a predicar en el desierto de Judea. Este era su mensaje: «Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Es a Juan a quien se refería el profeta Isaías cuando decía: «Una voz grita en el desierto: Preparen un camino al Señor; hagan sus senderos rectos».
Además de la piel que le ceñía la cintura, Juan no tenía más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre. Venían a verlo de Jerusalén, de toda la Judea y de la región del Jordán. Y además de confesar sus pecados, se hacían bautizar por Juan en el río Jordán.
Juan vio que un grupo de fariseos y de saduceos habían venido donde él bautizaba, y les dijo: «Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se les viene encima? Muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: ‘Abraham es nuestro padre’. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto, será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo en el agua, y es el camino a la conversión. Pero después de mí viene uno con mucho más poder que yo —yo ni siquiera merezco llevarle las sandalias, él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego. Ya tiene la pala en sus manos para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en sus bodegas, mientras que la paja la quemará en el fuego que no se apaga».
El Evangelio de hoy nos saca de la comodidad y nos lleva al desierto con Juan Bautista quien, desde su convicción personal, anuncia la conversión y el arrepentimiento desde la marginalidad, en el desierto de Judea, lugar donde el poder no existe, donde la exposición y el dolor se hace más visible, «Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está cerca». El desierto es el lugar donde no existen máscaras, nos confronta con nuestra propia vulnerabilidad y nuestras incoherencias de la vida, es donde renace la Verdad. ¿Qué desiertos te acompañan y circulan en tu vida? ¿Qué desiertos evades creyendo que te quitan la respiración?
La indiferencia sigue creciendo. ¿Cómo acogemos al que piensa diferente de mí? Nos invade la rapidez con la que juzgamos al compañero/a de camino. Por ello, necesitamos un corazón que se deje afectar, que no se anestesie y que pueda tener alas y horizontes para vislumbrar lo nuevo del Espíritu.
Juan Bautista se arriesga a caminar sin nada propio, solo le acompaña la confianza y la esperanza de que el pueblo se pueda convertir. Esa era su misión. ¿Cómo te estas preparando en este tiempo de adviento?, ¿Qué ingredientes tienes en la mochila de tu corazón? Juan Bautista no buscó reconocimientos ni privilegios, lo que hoy nuestra sociedad incentiva, él buscó que el pueblo se arriesgue a cultivar un corazón más encarnado con el dolor y las injusticias de su tiempo. ¿Hoy qué corazón necesitamos tener, si todos los días nos acompañan la corrupción, la muerte, el hambre y la violencia?
¿Cómo te estas preparando en este tiempo de adviento?, ¿Qué ingredientes tienes en la mochila de tu corazón?
Su autoridad y autenticidad no emana de una institución patriarcal de poder, sino de una experiencia transformadora que le lleva a denunciar sin miedo cualquier hipocresía, se arriesga a decirles a los fariseos y saduceos «raza de víboras». ¿Por qué los seres humanos hemos normalizado la violencia y la hipocresía? La hemos encarnado. Es la hipocresía de rezar por la paz y tratar con violencia a nuestra familia. Es la hipocresía de quejarnos de la corrupción del político, mientras pagamos una «coima» para evitar una multa. Denunciamos la injustica global, pero ignoramos el trato injusto que hacemos a las personas con quienes compartimos la vida. Juan Bautista sigue anunciando en el desierto, como el profeta Isaías, «una voz grita en el desierto: ‘preparen un camino al Señor; hagan sus senderos rectos’».
Dios padre y madre nos incentiva a romper las cadenas de la herencia opresora y nos invita a nacer de nuevo desde nuestra verdad más auténtica, que muchas veces nos genera vergüenza cuando nos develamos tal cual somos, y los mecanismos de defensa ya no existen, y lo genuino de nuestro Ser se hace más visible. ¿Qué te impide vivir desde la libertad interior y desde tu propia autenticidad?
Vivir desde la verdad es ser auténtico, atreverse a mostrar la cicatriz, la arruga, la duda. Es dejar de actuar para empezar a Ser. Es optar por la transparencia, es aprender a discernir acogiendo los propios conflictos internos que nuestras opciones personales e institucionales nos generan, haciendo que prime el valor de la justicia y la equidad, donde el marginado y excluido pueda ser reconocido como sujeto de derechos. Estos son algunos de los «frutos de una sincera conversión», porque «todo árbol que no da buen fruto, será cortado y arrojado al fuego».
Toda opción personal, comunitaria e institucional tendrá sentido sí dejamos que la fuerza de la Ruah Divina sea la articuladora de todos nuestros deseos y proyectos. Dejemos que el soplo del Espíritu Santo nos aliente a bajar al desierto, a nuestro barro. Aprendamos a decir como Juan Bautista: «Yo ni siquiera merezco llevarle las sandalias, él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego».
Por último, el servicio misionero de Juan Bautista nos exige a no mantenernos callados ante la corrupción, la hipocresía, la inseguridad y tanta violencia presente en nuestros contextos latinoamericanos, donde la vida sigue estando en riesgo. Necesitamos con urgencia seguir tejiendo redes de humanidad, siendo samaritanos/as, generando canales de comunicación, de diálogo y de encuentro.
Jesús, tú que tienes entrañas de misericordia, que en la voz profética de Juan el Bautista en el desierto nos invitas a allanar los senderos de nuestro corazón para tu venida, concédenos la gracia de una conversión auténtica que no se conforme con palabras, sino que dé frutos dignos de arrepentimiento; ayúdanos a despojarnos de toda soberbia y falsa seguridad, para que, reconociendo nuestra pobreza, nos dejemos abrazar por ti.
Te invito a volver a leer el Evangelio, quédate en silencio, observa, acoge todos los movimientos y palabras de Juan Bautista, dile que te enseñe a estar en tu propio desierto, cuéntale tus miedos y dudas, atrévete a estar con él, donde las incomodidades del silencio del desierto están presentes.
Señor Jesús, aquí estoy, quiero seguir caminando junto a ti, acogiendo mis desiertos, haciendo que vayan produciendo frutos de Esperanza, de encuentro y de humanidad. Ayúdame a seguir tejiendo redes de sororidad, acogiendo las indiferencias de la vida.
Imagen: Pexels.