Apropiaciones pascuales

Los relatos sociales, culturales, psicoanalíticos o antropológicos están marcados por un correlato religioso, elemento que hemos denominado como apropiación.

Quisiera pensar algunas claves en torno a lo que titulo apropiaciones pascuales. El concepto busca hacer referencia a los modos a través de los cuales hablamos de la Pascua de Jesús, de la Resurrección que, como dice San Pablo, es el fundamento de la fe y acontecimiento medular de nuestra experiencia y vida cristiana. Para ello recuperaré dos discursos que, desde el psicoanálisis en cuanto experiencia de irrupción de un relato y de una forma de comprender el mundo y al ser humano en él, utilizan conceptos relativos a la Resurrección o a la Pascua. Ellos están dichos de modo impropio, es decir, no están construidos en un discurso propiamente teológico sino que son utilizados por los sujetos para expresar algo o hacer referencia metafórica o simbólica a sus propias experiencias. Es decir, los sujetos reconocen que los conceptos relativos a la Muerte y Resurrección de Jesús les son útiles al momento de querer expresar algo que ha ocurrido en sus vidas. Por ello el concepto de apropiación y de lo impropio.

Veamos entonces los dos ejemplos. Viktor Frankl, psicoanalista austriaco sobreviviente de los campos nazis e iniciador de la logoterapia, es decir, de la recuperación del trauma a través del discurso o la palabra, recibió una carta de un paciente en la que se lee: “Me encuentro constantemente conmovido por las lágrimas de mis hermanos (…) los cambios son auténticamente milagrosos. Vidas que antes carecían de esperanza, sumidas en el desamparo, poseen ahora un sentido (…) nos hallamos próximos a Navidad, pero la logoterapia ha sido mi mañana de Pascua. Del calvario de Auschwitz ha surgido nuestra aurora de Pascua. De las alambradas de espino y la chimenea de Auschwitz sale el sol… ¡Dios mío, qué nuevo día nos debe estar aguardando” (Frankl, 1978)!

Por su parte, el psicoanalista argentino Roberto Longhi Tartaglia, en su obra Psicoanálisis y espiritualidad: del diván a la meditación (2022), indica: “Concibo la práctica psicoanalítica como una práctica ética a través de la cual se llega al perdón, condición primaria para la nueva vida, para el new beginning, para la resurrección (…) la semilla debe morir para seguir engendrando vida, dado que la muerte no es la última palabra en un análisis (…) intuir juntos esa nueva experiencia de vida cuando muere la semilla supone intuir el inicio de otra aventura que nunca se hace en soledad” (Longhi, 2022).

¿Cómo podemos entender ambos testimonios? Paz López (2021), en su libro sobre las representaciones de la Pietá en el arte chileno, hace una sugerente diferenciación entre el “significar” y el figurar”. El primero encerraría el sentido en un único modo de decir. En cambio, el figurar es una “operatoria” o una “potencia” del pensamiento, es decir, la apertura imaginativa de lo que no poseemos, de la ausencia. Con la figura se abre el espacio del “rewriting” (Ronald Kay), del desborde, del poner en escena otro relato. Además, indica que el cuerpo posee una “verdad” y que esa verdad tiene que ver con “la contingencia, el desperfecto, la incertidumbre, la ambigüedad y lo desconocido” (López, 2021).

Lo que encontramos en la carta recibida por Viktor Frankl y en la experiencia-testimonio de Roberto Longhi es una materialización del concepto de “figuración” propuesto por Paz López. El paciente de Frankl utiliza el concepto “mañana de Pascua” para hacer manifiesto su espacio interior y lo que ha acontecido en el cuerpo de sus compañeros y en el suyo con la situación post-Auschwitz, post-trauma. Esos cuerpos son cuerpos cicatrizados, son cuerpos que atravesaron un dolor histórico y total y que, a través de la logoterapia (de la palabra pronunciada, del relato construido, de la escucha activa) han podido abrazar esa misma cicatriz. Lo mismo ocurre en el caso del Dr. Longhi: comprende cómo su consulta y los procesos que en ella se dan lugar permiten resucitar, vivir, experimentar una apertura. Por ello es tan sugerente el concepto de figuración en cuanto nos abre la posibilidad de pensar más allá. Por ello la cicatriz puede ser una imagen sugerente para construir una reflexión y una práctica desde la Resurrección con la vida cristiana.

Un último elemento quisiera proponer. Lo denomino modo de presencia. Los relatos de la Resurrección insisten en que ella ocurre en la noche, o cuando todavía estaba oscuro. El marco que encuadra los relatos tiene que ver con aquello que no se ve a simple vista, aquello que está en el misterio o en lo no sabido de manera total. La Resurrección, a juicio de Gesché, genera “phobos”, miedo, incertidumbre, trauma.

Los relatos de la Resurrección insisten en que ella ocurre en la noche, o cuando todavía estaba oscuro.

Utilizando las categorías de Michaël Foessel (2020) en su obra La noche: vivir sin testigo, podríamos indicar que en la Resurrección existe un “claroscuro” y que ese marco esconde o posee nuevas formas de existencia en las cuales el sujeto no debe estar en la lejanía sino que debe estar participando directamente. Por ello el autor dice que la noche genera sorpresas o temores al sujeto. Dice Foessel (2020): “El problema no es la falta o el exceso de luces artificiales, sino la disposición sensible en la que se encuentra el sujeto”. Al relato, a la Resurrección el sujeto debe acercarse con una disposición específica, debe participar desde su lenguaje y desde su relato. Es un nuevo modo de presencia.

El académico y crítico literario inglés Gabriel Josipovici construye una reflexión en torno al tacto (2021). En el capítulo “Praesentia” (Presencia), recurre al encuentro de Jesús Resucitado con Tomás, relato que tiene el “tocar” como imagen central. Josipovici comienza el capítulo recordando la experiencia que tuvo con sus amigos cuando estando en Los Ángeles les pidió que lo llevaran al mar. Cuando él llegó al mar su cuerpo se hizo partícipe de la experiencia (tocó, sintió, olió, escuchó). Dice el autor: “Sumergir mis manos en él (en el mar) me confirmó que yo había estado allí en persona” (Josipovici, 2021).

A partir de ello, Gabriel Josipovici recuerda cómo Tomás quiere tocar a Jesús. “Lo que desea es confirmar por sí mismo si el Jesús que ha sido crucificado es quien está parado frente a él; solo al tocar sus llagas sus dudas se disiparían”. Jesús le invita a tocar las cicatrices. Ahí está el punto central: ¿cómo tocamos y cómo accedemos a esas cicatrices?, ¿qué nos dicen esas cicatrices hoy? El problema es la respuesta de Jesús Resucitado: “La respuesta de Jesús abre una brecha muy profunda entre la fe y el mundo (…) Tomás era un escéptico moderno, reacio a confiar en cualquier cosa que no hubiera visto y tocado por sí mismo” (Josipovici, 2021).

De este modo, podemos comprender cómo los relatos sociales, culturales, psicoanalíticos o antropológicos están marcados por un correlato religioso, elemento que hemos denominado como apropiación. A través de la recuperación del sentido de los grandes conceptos que dan forma a nuestro cristianismo, podemos ir profundizando elementos de recuperación de nuestras vidas y relatos.


Imagen: Pexels.

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