Auténticamente chileno

El fotógrafo Marcelo Montecino exhibe en el Centro Cultural La Moneda imágenes que ha tomado desde los años sesenta en el barrio Franklin, un lugar que se convirtió para él en «una especie de adicción».

Hace casi seis años, días antes de inaugurar en el Museo de Arte Contemporáneo una exposición con imágenes que documentaban la historia de la dictadura, Marcelo Montecino decía no ser un fotógrafo que pueda «armar» escenas o que trabaje a partir de ideas preconcebidas. «Yo no he salido a buscar, he salido a encontrar», comentaba acerca del método que ha usado en más de cincuenta años de carrera.

Uno de los más destacados fotorreporteros chilenos, el autor, nacido en 1943, residía aún en Estados Unidos en la época de esa muestra, integrada por los registros que considera los más importantes de su vida: es decir, aquellos que hizo desde el golpe de Estado de 1973 hasta el retorno a la democracia.

Poco después, Montecino volvió a vivir en Chile, por lo que es más fácil contactarlo cuando presenta un nuevo trabajo. El más reciente es una exhibición derivada del Premio a la Trayectoria Antonio Quintana, que obtuvo el 2017, y agrupa en el Centro Cultural La Moneda fotografías que ha ido reuniendo a lo largo de seis décadas.

En «La máquina de coser y el paraguas», como se titula el montaje, no hay nada parecido a manifestaciones, represión, pancartas o centros de detención. Por el contrario, el espectador se enfrenta a un entorno que en algunos momentos se convirtió para el autor en una especie de vía de escape de su trabajo con la contingencia: el barrio Franklin.

«IBA CASI TODOS LOS FINES DE SEMANA»

«Era un placer arrancar de la cobertura del Plebiscito y las peleas en las calles e irse a ese lugar, y estar con gente agradable, cariñosa. Cualquier cosa en ese tiempo terminaba con palos, gases y guanaco», recuerda el fotógrafo, que empezó a visitar ese sector en los años sesenta, acompañado por sus hijos, y lo hace todavía, aunque ahora con menos frecuencia.

«Durante mucho tiempo iba casi todos los fines de semana; se transformó en un hábito, en una especie de adicción. Tomaba fotos y también empecé a coleccionar imágenes antiguas. Una de las cosas más terribles era encontrar álbumes enteros de una familia. Uno se preguntaba qué les pasó que tuvieron que empeñar hasta el álbum de fotos, que es lo primero que rescatan si hay, por ejemplo, un incendio», cuenta.

El recorrido empieza en 1962 y llega hasta el 2018. En blanco y negro y color, la selección de sesenta obras da cuenta de cómo han transcurrido las jornadas en ese popular barrio comercial de Santiago y de los cambios que este ha experimentado con los años.

«La mayoría de las fotos tiene una carga nostálgica muy grande y fuerte. No es solamente lo que aparece en la imagen, sino también lo que podría haber detrás de ella. Hay un contexto político, de época», comenta la curadora Andrea Aguad sobre un conjunto de escenas que son marcadamente melancólicas y en las que no solo es posible constatar que Franklin es una zona donde el visitante puede comprar todo lo que busque, sino también observar precariedad, olvido y rarezas.

Siguiendo su premisa, en una de las imágenes más singulares «encontradas» por Montecino, un maniquí de caderas «posa» sobre el pedal de una antigua máquina de coser. Es la primera foto digital que tomó el autor, el 2004, y fue la inspiración para el título de la exposición. «Lo saqué de una frase del conde de Lautréamont, que decía que no hay cosa más bella que encontrarse con una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección. Fue uno de los primeros gritos del surrealismo», explica.

Otra, en tanto, muestra un montón de innumerables sombreros, mientras en una tercera se ve un solitario vestido de novia en un colgador. «Se vende», se lee en un papel pegado en el ruedo del traje.

A Montecino le causa tristeza esta última imagen, al igual que el registro de un bien lustrado par de zapatos negros que alguien ofrece en la calle, seguramente urgido por la necesidad. Lo mismo le ocurre con la escena de un hombre que está tendido en el suelo, con los ojos cerrados, y que sostiene con su mano derecha levantada un letrerito que dice: «Busco trabajo. ¡Urgente!». Ambas son de los años ochenta.

Esas fotos comparten la sala con retratos de gente que come en una fuente de soda, espera locomoción o escudriña al fotógrafo mientras este hace su trabajo, así como con imágenes de muebles, herramientas, coches de guagua, pinches para el pelo, manteles y abrigos, entre otros productos.

«Un gran escritor dijo una vez: «Fotografía tu aldea y serás universal». Franklin es eso de alguna manera. Hay tantas cosas de Chile ahí, que no sabría por dónde empezar: están la pobreza, la solidaridad, la amistad. La gente es muy amigable. Y también es un lugar donde sobrevive la autenticidad. Está lejos de la prepotencia de los malls, que son una imitación de Estados Unidos. ¿Ves esa foto (una antigua imagen de un rincón que probablemente ya no existe donde se vende ropa interior de algodón)? Ahora hay más productos plásticos, pero de todos modos Franklin me parece mucho más auténticamente
chileno». MSJ

«La máquina de coser y el paraguas. Franklin (1962-2018)»
Fotografías de Marcelo Montecino 
HASTA MARZO DE 2019
Centro Cultural Palacio La Moneda
Galería Fotográfica Chilena, Nivel -3
Lunes a domingo: 9.30—19.30 h

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Fuente: Artículo publicado en la edición N° 676 de Revista Mensaje, enero-febrero 2019.

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