Ayunemos y lloremos

En esta Cuaresma confesemos como sociedad nuestros pecados ante Dios.

Hermanos en Jesucristo:

El miércoles 26 de febrero se inicia el santo tiempo de la Cuaresma con la imposición de las cenizas en la cabeza de los fieles. Este signo es la expresión del reconocimiento de que se es pecador, pero a la vez significa la voluntad de conversión al Señor con “un corazón contrito y humillado” (Sal 51,19) y con la confianza puesta en Él, que es “lento a la ira y rico en misericordia” (Nm 14,18).

El sentido bíblico de la ceniza es que el hombre es criatura de Dios, dependiente completamente de Él, sin el cual se es nada. Más aún, significa nuestro pecado: “Polvo y ceniza son los hombres” (Si 17,32). También significa nuestro arrepentimiento y deseo de convertirnos al Señor. La Cuaresma tiene un sentido profundamente personal. En tiempo de conversión, no pongo ante Dios los pecados de los otros, sino mis pecados. Nos corresponde imitar la actitud del publicano, quien “se golpeaba el pecho”, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” (Lc 18, 13).

Pero el pecado tiene siempre una dimensión social en cuanto a sus efectos. Mis pecados, aunque sean ocultos ante los ojos de los hombres, sin embargo, de algún modo repercuten en los demás. Este año la Cuaresma se vive en un contexto que hace evidente las consecuencias sociales de los pecados personales. Es la sociedad chilena la que se ha estado corrompiendo desde hace años. Hoy estamos cosechando lo que nosotros mismos hemos sembrado. La desobediencia a Dios y a sus leyes desintegra personas, familias y países.

En esta Cuaresma confesemos como sociedad nuestros pecados ante Dios, como lo hacía Israel por boca de Nehemías: “Confesemos los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; ¡yo mismo y la casa de mi padre hemos pecado! Hemos obrado muy mal contigo, no observando los mandamientos, los preceptos y las normas que tú habías prescrito” (Neh 1,6-7).

Pidamos la gracia de vivir estos cuarenta días de penitencia como preparación para la celebración del misterio de la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Jesucristo. Él, que es Santo y que no conoció pecado, lo hizo todo por nosotros, que somos pecadores. Nosotros, ante la realidad de nuestro pecado, escuchemos al Señor, que nos dice: “Mas ahora todavía —oráculo del Señor— vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos” (Jl 2,12).

En Chile estamos viviendo los efectos del pecado y de las insidias del demonio, nuestro adversario, que “ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Pe 5,8-9). En esta Cuaresma hemos de confesar y reparar las ofensas cometidas contra Dios y ayunar de aquello que nos separa nos impide amar a Dios y al prójimo.

+ Francisco Javier Stegmeier
Obispo de Villarrica

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Fuente: Comunicaciones Villarrica / www.iglesia.cl

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