“El anuncio radiante de la resurrección y de que Cristo ha resucitado, resuena hoy con el clamor de las armas, con el grito de angustia de las víctimas inocentes de la violencia bélica y de los refugiados, entre los que hay un gran número de niños inocentes”. Bartolomé, Patriarca ecuménico de Constantinopla, hace una llamada al dolor en su mensaje de Pascua para las Iglesias orientales, incluida la ortodoxa. Bartolomé escribe sobre la guerra en Ucrania, habla del “fiel y valiente pueblo ucraniano que lleva una pesada cruz”, de los refugiados que ha encontrado recientemente en Polonia. “Recemos y luchemos por la paz y la justicia y por los que están privados de ellas”, escribe el Patriarca, que denuncia lo inconcebible del silencio de los cristianos “ante la degradación de la dignidad humana”.
“El dolor que expresa el Patriarca Bartolomé —explica Nikos Tzoitis, analista del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla— consiste en que, aunque los seres humanos siempre intentan vivir en paz, a pesar de ello, la humanidad vive en una guerra continua, donde se destruye la personalidad de los seres humanos y la paz en el mundo, y esto es muy grave. Todos los grandes filósofos, a lo largo de la historia de la humanidad, han dicho que la vida del hombre consiste en su deseo de vida, en vivir en un mundo justo, sin embargo, estamos observando los últimos hechos y se repite la cuestión de que la muerte prevalece en el mundo”.
EL PENSAMIENTO CRISTIANO DETIENE LAS INJUSTICIAS
Junto a las víctimas, es la humanidad la gran perdedora de las guerras, se lee en el texto de Bartolomé, esa humanidad “que en su larga historia no ha conseguido abolir la guerra y que no solo no resuelve los problemas, sino que crea otros nuevos y más complejos. Siembra la división y el odio, amplía la brecha entre los pueblos”. Bartolomé —continuó Tzoitis— “quiere indicar, con una voz viva y muy sentida, que solo el pensamiento cristiano puede dar la vuelta a estas injusticias. Pero, desgraciadamente, estas divisiones entre nosotros, los cristianos, no permiten a nuestras Iglesias tener una voz común y alzarla con fuerza contra estas injusticias que traen la muerte”.
La humanidad puede vivir sin guerra y sin violencia, es la indicación de Bartolomé, que sin embargo recuerda, sobre todo, cómo es propio del cristiano ser, ante todo, “operador de paz”, y cómo la “Iglesia de Cristo, por su naturaleza, actúa como operador de paz”. “Lamentablemente —continúa Tzoitis— el individualismo y el personalismo han prevalecido en la Iglesia y la humanidad también lo está pagando, es decir, una Iglesia dividida que no sabe alzar su voz contra la muerte”. La esperanza que Bartolomé confía a su mensaje reside en el hecho, recuerda a los fieles, “de que el cristianismo no es una ideología, sino un hecho de vida”.
“Necesitamos redescubrir el sentido de la Iglesia, el ser eclesial, que significa que existo porque mi prójimo también existe y que la tolerancia no significa aceptar al otro con orgullo, sino sacrificarse por su cuidado. Esto es muy importante entenderlo porque todos, como dijo también el Papa Francisco, recordando a Juan Grisóstomo, para nuestro Señor todos somos parte del mismo rebaño, todos somos hijos de la misma Madre Iglesia y debemos encontrarnos con humildad, no con egoísmo”.
LA IMPORTANCIA DE LA SINODALIDAD
En 2014, durante su encuentro en Jerusalén, el Papa Francisco y Bartolomé recordaron a todos los cristianos el 50 aniversario del abrazo entre Pablo VI y el entonces Patriarca Ecuménico de Constantinopla Atenágoras. Era la Epifanía de 1964, y esa imagen se convirtió en un icono de las relaciones ecuménicas. En 2014, Francisco y Bartolomé invitaron entonces a los cristianos a reunirse de nuevo en Nicea en 2025, para celebrar, después de 17 siglos, el primer Sínodo ecuménico, donde se estableció el Credo. “La sinodalidad —concluye Tzoitis— significa convivir, todos, de la mano, porque debemos recordar que, como dicen los grandes Padres de la Iglesia, este es el verdadero sentido escatológico de la vida”.
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Fuente: www.vaticannews.va