Ya no sabemos discutir. Estamos perdiendo la capacidad de disfrutar de verdad con un buen debate, con una controversia intensa en la que yo defiendo una cosa y tú la contraria.
¿Podemos entender que en esta pandemia se pierda el sentido de polis y se opte por el sesgo individual? ¿Existe conciencia de que si no me vacuno expongo además la salud de quien está a mi lado?
Es ahora el momento de conectarse. De darse cuenta que, más allá de los sesgos políticos militantes, hay un país que pone en la Constitución, en nuestro marco normativo, un nuevo sueño.
En el centro del Credo trinitario de la Iglesia está Jesús, el amor de Dios por el ser humano, y no un conjunto de “verdades” que un parlamentario católico puede hacer valer en el foro público sin someterlas al escrutinio de sus pares.
Si nos entretenemos en ensalzar o demonizar a la joven de las trenzas y el gesto irritado, seguiremos sin hablar de la verdadera cuestión, ¿qué está pasando con nuestro mundo?