Sr. Director:
Me llamaron la atención las diversas expresiones de decepción difundidas tras la exhortación apostólica Querida Amazonia presentada por el papa Francisco el 2 de febrero, en la que recoge las conclusiones del Sínodo de la Amazonia efectuado el año pasado. Pareciera que las reacciones se concentraron en la no acogida, en ese texto, a la idea de tener sacerdotes casados, pasando por alto otras materias de gran importancia. Por ejemplo, no se destaca suficientemente que el documento aborda cuestiones de contingencia como el cuidado del agua y la biodiversidad, la convivencia con los pueblos originarios, la disminución de la desigualdad, la búsqueda de justicia, la necesidad de revisar los roles del clero y laicos, y el respeto a los derechos humanos, entre varias otras que resultan muy atingentes con nuestra realidad chilena.
Es cierto que no habrá sacerdotes casados ni diaconisas por ahora, pero la gran noticia de esta exhortación es que el Papa vuelve a confirmar, con el respaldo de los cientos de obispos que participaron en el sínodo, que es un imperativo cristiano el cuidado de la «casa común»: si bien el texto se refiere a la Amazonia, debe interpretarse con carácter universal, estableciendo precedentes para la forma en que nos debemos conectar unos con otros, abordando urgentes cambios en materias económicas, sociales y ambientales.
En primer lugar, el Papa toma una decisión audaz de denuncia frente al panorama económico y político presente en la zona Amazónica, instando al empresariado global, en especial al que comparte la fe cristiana, a adoptar modelos económicos sostenibles y circulares, que conjuguen el desarrollo económico en coherencia con un desarrollo social y un urgente cuidado ambiental. La exhortación también confirma la necesidad de cambiar el modo en que nos relacionamos con los pueblos originarios, enfatizando que «es posible desarrollar relaciones interculturales donde la diversidad no significa amenaza, no justifica jerarquías de poder de unos sobre otros, sino diálogo desde visiones culturales diferentes, de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la esperanza».
Plantea que debemos tener una cultura dialogante, aprender de los pueblos originarios, su visión de la naturaleza y la religiosidad desde la conexión con esta, de modo de alcanzar una pluridimensionalidad de la religión, donde seamos capaces de reconocer en los signos de las distintas visiones los factores comunes que permiten asegurar que la figura de Dios está presente en la cultura amazónica. Es todo un cambio de paradigma, que podría trascender hasta nuestra realidad nacional, en sectores como la Araucanía o el Altiplano.
También enfrenta la necesidad imperiosa de atender a millones de creyentes excluidos de la eucaristía, por la ausencia de sacerdotes y baja frecuencia de sus visitas, haciendo un llamado a las conferencias episcopales a enfrentar esta necesidad. ¿Cómo hacerlo? Motivando e incentivando a más sacerdotes a misionar a la zona, y en los seminarios, prepararlos para el mundo amazónico, vale decir tolerantes, abiertos a la diversidad y al aprendizaje sin imponer ideas. En ese contexto, el Papa resalta el rol de los laicos, especialmente el de la mujer, declarando y confirmando que ellas juegan un papel clave para la Iglesia.
Son variados los temas que aborda la exhortación, siempre de manera coherente con su mirada de Ecología Integral. Preocuparse por los sacerdotes casados es un detalle frente al aporte y lo que representa esta exhortación.
Pablo Vidal
Voces Católicas