Celebremos un año del Evangelio que anunciamos las mujeres. “Profetas de Nuevas Tierras”

Nosotras nos hemos sostenido así a Cristo, con nuestra relegada feminidad, de manera humilde.

Domingo 3 de marzo
Profetas de Nuevas Tierras” (Lucas 4, 21-30).

Les escribo esto como una carta o como una historia; o como una carta que cuenta la historia. La historia la conocemos. Jesús, después de ganar cierta fama en las sinagogas de los alrededores, por ejemplo, en Cafarnaúm, ha vuelto a la tierra que lo ha visto crecer, Nazaret. Ahí, el sábado, como cualquier hombre que sabe leer y conoce las escrituras, pide anunciar la palabra del pueblo de Dios y encuentra en el ciclo de lecturas el pasaje del profeta Isaías que habla de la bondad de Dios con pobres, cautivos, ciegos y oprimidos. Habla también de proclamar el Año de Gracia del Señor. Pero Jesús ha decidido cortar la última parte del pasaje, que se refiere a la venganza del Señor (Is 61,1-2). Sabemos también que Jesús, habiendo leído la profecía, luego anunció la buena nueva diciendo “hoy les llegan noticias de cómo se cumplen estas palabras proféticas”. Lo que hace Jesús es una proclamación, nos avisa que las profecías están por cumplirse. Nos muestra, sin mediaciones, el Kairos que viene con Su persona.

La gente se maravilla y se extraña porque “es el hijo de José” el que habla con sabiduría, es uno de ellos. Jesús se adelanta al hecho de que será exhortado a llevar a cabo en su tierra los milagros por los que es conocido en Cafarnaúm. Es conocido en los alrededores por enseñar de manera justa en las sinagogas. “Médico, cúrate a ti mismo”; es lo que imagina que le dirán, pidiéndole que lo mismo que ha hecho por otros, lo haga por su comunidad.

Sin embargo, de manera casi inmediata proclama: “Nadie es profeta en su tierra” y explica, a partir de los pasajes de Eliseo y Elías, que Él viene para todos y no solo para aquellos de su pueblo.

¿No estamos nosotras y nosotros también pensando a veces como la gente de Nazaret? Construyamos pues, con nuestra memoria, todas las veces que Jesús ha sido considerado como propio de un solo sector, como el hacedor de milagros para los privilegiados. ¡Cuántas veces la jerarquía ha monopolizado la figura de Jesús!, ¡Cuántas veces los varones han monopolizado a Jesús!, ¡Cuántas veces los ricos han monopolizado a Jesús! Y cuántas veces, al darse cuenta que Jesús viene para las y los pobres, cautivos, ciegos y oprimidos han querido olvidar a ese Cristo, lanzándolo por un barranco e instalando a “otro” que nada tiene que ver con el Evangelio. Pero Jesús pobre, como si nada, ha salido caminando en medio de ellos.

Por muchos años, hemos sido nosotras, las mujeres, las extranjeras del relato. Es probable que en la historia que les estoy contando no hubiéramos estado en la sinagoga, o quizás, habríamos estado apartadas en un rincón silencioso. Es probable que no hubiéramos participado de la turba que quiso desbarrancar a Jesús por declarar su preferencia por los últimos. Nosotras hemos sido las últimas y el Señor ha caminado firme y tranquilamente por nosotras entre la multitud. Así fue el modo social de proceder durante, antes y después de su paso por el mundo. Y nosotras nos hemos sostenido así a Cristo, con nuestra relegada feminidad, de manera humilde.

En la historia actual, la historia del hoy, ha muerto Elena Muñoz, a los 96 años, viuda de Sergio Maureira y de cuatro hijos que fueron ejecutados por la dictadura cívico militar, escondidos y hallados en los hornos de Lonquén. Por ella y por tantas otras mujeres que siguen sufriendo discriminación política, social, sexual o migratoria, hoy somos mujeres distintas, mujeres que pedimos la palabra en la sinagoga con insistencia y en vez de esperar que nos la den, la tomamos. Somos mujeres que estamos sacando a la luz la Ruah que también habita en nosotras.

Para esta, mi carta, espero una respuesta. Les pido como respuesta, no hacerse nunca parte de la tentación de monopolizar a Jesús y recordar que hay muchas mujeres que aún no tienen voz, que todavía sufren los embates de la pobreza, de la marginalidad y de la extranjería real y simbólica. Tengan presente esas vidas llenas de asperezas. Les quiero pedir que no nos olvidemos de ellas, aquellas que aún no se atreven a pedir la palabra, porque sus palabras han estado siempre mediadas por la violencia. Son ellas las que hoy le abren el camino a Jesús para pasar en medio de la multitud, justo antes del barranco.

* Amigas y amigos de Mujeres Iglesia, desde hace ya un año estamos compartiendo, semana a semana, El Evangelio que anunciamos las mujeres; un comentario al Evangelio dominical escrito por mujeres de todas las edades, de muy distintas espiritualidades, experiencias de vida y lugares. Ha sido una grata experiencia, un espacio para empoderarnos, tomar la palabra y decirla públicamente y en ocasiones —muy pocas aún— para predicar y compartir estas reflexiones en misas dominicales. Nos alegra también compartir que algunos sacerdotes han usado nuestras reflexiones para “armar” sus prédicas. Es un camino largo que construimos entre todas y todos, con pasos lentos pero firmes, lo hemos iniciado con fe y esperanza; inspiradas en Aquel que tiene “Palabras de Vida eterna”.

La primera reflexión que compartimos con ustedes fue el primer domingo de Cuaresma 2018. Ahora, queremos recordar este primer aniversario precisamente con un comentario celebrativo, el que se inspira en el inicio de la misión pública de Jesús.

Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile

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