COP30 en Brasil: La Amazonía cerca del «punto de no retorno»

La selva tropical más grande del mundo se prepara para acoger su primera COP. Establecer los futuros objetivos climáticos desde la ciudad de Belém, a las puertas de la Amazonía brasileña, es una elección cargada de simbolismo, ya que la protección de esta región es vital para la biodiversidad y el clima del planeta. Balance de la situación con Jhan-Carlo Espinoza, del Instituto de Investigación para el Desarrollo.

Se extiende por nueve países, desde la selva tropical brasileña hasta las alturas andinas de Perú y Bolivia, sin olvidar Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa. Tesoro de biodiversidad, la Amazonía alberga en sus 6,9 millones de km² a más de 34 millones de personas que dependen de sus riquezas naturales y de su río, el más caudaloso del mundo, para vivir. Precisamente en las orillas de la desembocadura del Amazonas en el océano Atlántico, en el corazón de la ciudad de Belém, al noreste de Brasil, se celebrará del 10 al 21 de noviembre la trigésima Conferencia de las Partes (COP30) sobre el cambio climático.

Ya en 2020, en su exhortación apostólica publicada tras el sínodo sobre la Amazonía, el Papa Francisco soñaba con «una Amazonía que preserve celosamente la irresistible belleza natural que la adorna, la vida desbordante que llena sus ríos y bosques». Pero cinco años después, la selva amazónica se acerca cada vez más al «punto de no retorno» a partir del cual los efectos de la deforestación y el calentamiento global serán irreversibles. «Esto ya es una realidad en el sur de la cuenca amazónica», explica Jhan-Carlo Espinoza, investigador franco-peruano del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD).

«El bosque del sur, por ejemplo el de la Amazonía boliviana, sufre sequías cada vez más intensas y prolongadas, y empieza a parecerse a la sabana del Cerrado en Brasil», lamenta, al tiempo que recuerda que en 2023 y 2024 se batieron récords de sequía en la zona. A esto se suma una intensificación del ciclo hidrológico, con crecidas extremas e inundaciones importantes en el norte de la cuenca amazónica.

Aunque es difícil evaluar la fecha de este «punto de no retorno», los científicos han establecido los umbrales que no deben superarse. En materia de deforestación, sería del 40%, pero «ya se ha talado entre el 17% y el 20% de la selva amazónica, lo que equivale al tamaño combinado de Francia y Alemania», precisa Jhan-Carlo Espinoza. Sin olvidar el 17% adicional de bosques que han sido degradados por la intervención humana. En cuanto al calentamiento global, las dos últimas décadas han sido las más cálidas registradas desde el siglo pasado.

CONSECUENCIAS IMPORTANTES SOBRE EL CICLO DEL AGUA

Esta deforestación masiva reduce drásticamente la capacidad de absorción de carbono de lo que se conoce como «el pulmón verde de la Tierra», pero también tiene efectos devastadores sobre su ciclo del agua. «La mitad de las precipitaciones que caen sobre la Amazonía son devueltas a la atmósfera por los árboles mediante el proceso de evapotranspiración», sostiene el investigador, que ha realizado varios trabajos sobre el tema.

Esta deforestación masiva reduce drásticamente la capacidad de absorción de carbono de lo que se conoce como «el pulmón verde de la Tierra», pero también tiene efectos devastadores sobre su ciclo del agua.

La selva amazónica no solo humidifica su ecosistema, sino también las regiones situadas fuera de la Amazonía, como los Andes tropicales (que incluyen los glaciares tropicales), el sur del continente y más allá. Así, la deforestación que se está produciendo en Brasil tiene un impacto decisivo en la disponibilidad de agua, tanto actual como futura, en países como Bolivia y Perú, y amenaza a largo plazo su seguridad alimentaria.

LAS EXPECTATIVAS ANTE LA COP30

Jhan-Carlo Espinoza es miembro del Science Panel for the Amazon, una iniciativa científica lanzada en 2019 que reúne a cerca de 300 investigadores que trabajan en la síntesis de los conocimientos científicos sobre la Amazonía, pero también en soluciones para su conservación.

Entre las primeras medidas clave propuestas para evitar «el punto de no retorno» se encuentra la aplicación de políticas nacionales para avanzar hacia la «deforestación cero». Sin embargo, el investigador franco-peruano recuerda que la deforestación de la selva amazónica responde a un mercado global, en particular al de la soja y el oro, que no es responsabilidad exclusiva de los países amazónicos.

A continuación, los científicos hacen un llamamiento para oponerse a los proyectos de presas u otras infraestructuras que perturban la conectividad entre los bosques y los ríos amazónicos y los Andes. «La Amazonía comienza en los Andes, a más de 5.000 metros de altitud, y es de allí de donde proviene la mayor parte de los sedimentos que son fundamentales para alimentar la biodiversidad amazónica», precisa Jhan-Carlo Espinoza. Por último, aboga por garantizar la protección de los territorios indígenas y sus habitantes, cuyas acciones son fundamentales para «mantener el equilibrio climático entre el bosque y la atmósfera».

Esta última propuesta se hace eco de las quejas expresadas en un comunicado publicado hace cinco meses por las organizaciones indígenas de la cuenca amazónica tras una reunión internacional celebrada el pasado mes de junio en Brasilia. Más allá de una mejor representación y participación en la toma de decisiones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los líderes indígenas de los nueve países de la cuenca amazónica exigen un acceso directo a la financiación climática, tema central de la próxima COP30.


Fuente: www.vaticannews.va/es / Imagen: Pexels.

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