Es el amor que nos habita. Dios entre nosotros.
Tiene muchos nombres. Es fuente de Vida, es Espíritu de verdad, Defensor, Consolador. Reparte sus dones sobre nosotros, cuando y como quiere. Y así, nos da sabiduría, temor de Dios, entendimiento, consejo, piedad, fortaleza, ciencia. Es presencia discreta. Está sin imponerse. Nos habita, pero no nos invade. Es el modo en que Dios se hace presente hoy en nuestro mundo, en esta etapa de la historia de la salvación. Desde Pentecostés, creemos que inspira a la Iglesia para que busque y acoja la voluntad de Dios.
Es el modo en que Dios se hace presente hoy en nuestro mundo, en esta etapa de la historia de la salvación.
Es todo esto, que es común, y compartimos los creyentes cuando proclamamos nuestra fe. Y es también todo lo que uno, íntimamente, va llegando a comprender. Y que, seguramente, cada persona formularemos de una manera personal y única. Es la fuerza que, a veces, cuando ya no puedes más, te ayuda a seguir adelante. Es la lucidez para mirarte en el espejo de dentro, y aceptar tus sombras, confiando en su luz. Es la perseverancia que tira de ti cuando se apagan los motivos. Es el silencio que amansa a las fieras que te devoran. Es la hoguera que se te vuelve hogar al escuchar la Palabra. Es la alegría discreta que en ocasiones te invade. Es la presencia que derriba los muros interiores y te muestra un horizonte hermoso y posible. Es la música callada que convierte los pasos vacilantes en baile. Es la voz que te invita a tomarte en serio, a ti y a los otros. Es el vínculo de unión con otras personas igualmente seducidas por su canto. Es el brillo en la mirada al ver el mundo transfigurado.
Es el amor que nos habita. Dios entre nosotros.
Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.