Decepción, esperanza, realidad y mañana

Lo fundamental no está tanto en el año pasado sino en los que vienen después.

El año que vivimos peligrosamente ha sido una mezcla de muchas cosas. No me gusta ser pesimista y, por supuesto, cada vez está más cerca el final del túnel, pero cuando pienso en este tiempo, «decepción» es la primera palabra que me viene a la cabeza. Sin lugar a dudas, la primera es la decepción ancestral de no entender «por qué Dios permite esto». Pero el «súper hombre» y la «súper mujer» que somos también han dejado mucho que desear.

Este año que vivimos peligrosamente me ha decepcionado no poder despedirme de personas queridas que han muerto. Me ha decepcionado no estar al lado de los que han sufrido y siguen sufriendo. Me ha decepcionado mi conocimiento parcial y edulcorado del sufrimiento (he descubierto que el sufrimiento es insaciable y nunca tiene suficiente). Me ha decepcionado mi (y nuestra) queja adolescente ante el inexorable devenir de la naturaleza. Me ha decepcionado fijarme tanto en el dedo que señala a la luna. Me ha decepcionado olvidarme de mis prioridades cuando el miedo ante un riesgo concreto, conocido, evitable hasta cierto punto me ha paralizado.

Pero este año que vivimos peligrosamente también me ha renovado la esperanza. He visto esperanza en muchas personas que han dado sin medida sabiendo que nunca recibirán nada a cambio por lo que han hecho. He visto esperanza en quienes no se han dejado llevar por el sensacionalismo, los rumores, los impulsos. He visto esperanza en los más golpeados que siguen sin rendirse. He visto esperanza en quien se ha preocupado más de arrimar el hombro que de ejercer su derecho a la queja legítima. He visto esperanza en quien ha confiado en Dios no por lo que queremos que nos dé sino porque se atreve a no abandonarnos aun sabiendo que no tiene las respuestas que buscamos.

El año que vivimos peligrosamente ha sido un baño de realidad. Un baño de realidad sin demasiados analgésicos. Pero lo fundamental no está tanto en el año pasado sino en los que vienen después. Supongo que más de uno hemos tenido la tentación de querer «que todo vuelva a ser como antes». Sin embargo, creo que la gran pregunta es esta: ahora que sabemos algo más del sufrimiento, ¿cómo vamos a actuar cuando el sufrimiento de los demás se nos muestre en toda su crudeza? ¿Podremos ignorarlo o sabremos compartirlo?

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Fuente: https://pastoralsj.org

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