Descendió a los infiernos

Hay espacios en nuestro mundo donde la realidad supera la ficción, y donde se recrean auténticos infiernos cotidianos. Situaciones de guerra, violencia o desigualdad, que hacen de vidas inocentes auténticas pesadillas.

Si piensas que el infierno es algo así como un horno a 800º donde pequeños demonios te atacan con un tridente estás bien equivocado, aunque tenemos esa representación de fuego metida en el imaginario tradicional. Tampoco es el lugar donde los curas y las monjas mandan todas las cosas que nos gustan, y algún día ya las podremos disfrutar con libertad y sin escrúpulo alguno. Lo triste es que no tiene nada que ver con nuestra infinita imaginación, más bien apunta a la nada, a la ausencia de salvación. Es sencillamente la posibilidad —desde nuestra libertad humana— de renunciar a Dios.

Poco a poco en nuestra vida tenemos que elegir vivir desde Dios o desde la nada, porque solo Dios es eterno. Y hacia ese abismo nos conduce la vida y, llegado un punto, también la muerte, si acaso elegimos darle la espalda a Dios. Aunque a veces esa decisión se disfrace de un ateísmo militante o un materialismo frenético que no permiten elección alguna. Pero la realidad es que cada uno de nosotros, en algún punto del camino, podemos elegir si quedarnos en ese vacío o abrazar la buena noticia del Dios de la vida, capaz de hacer que el dolor, el sufrimiento y la muerte no tengan la última palabra.

Pero más allá de la teología, hay espacios en nuestro mundo donde la realidad supera la ficción, y donde se recrean auténticos infiernos cotidianos. Situaciones de guerra, violencia o desigualdad, que hacen de vidas inocentes auténticas pesadillas. Y ahí también está presente Jesús, con el deseo de llegar a todo el mundo y de salvar a todas y cada una de las personas, ofreciendo esperanza para hoy y también para el mañana que aún está por venir. Porque Jesús no va al infierno para quedarse, sino para mostrar que, contra toda apariencia, la Vida sigue siendo posible y Dios no abandona.

Y puede que sea lo maravilloso de Dios, la capacidad para poder llegar a todos los rincones del mundo, donde parece que todo está perdido y traer en medio del sufrimiento un rayo de esperanza.

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Fuente: https://pastoralsj.org

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