(Des)inteligencia artificial

Sr. Director:

En Bélgica, un hombre se suicida al enterarse que estuvo semanas chateando con un bot controlado por Inteligencia Artificial (IA). En Italia, los católicos conservadores desataron su ira por una foto trucada del papa Francisco vistiendo una chaqueta chic, que hizo caer a varios en todo el mundo por su realismo. En Japón, una autoridad tuvo que contestar una pregunta formulada en el Parlamento a través de ChatGPT.

Todos estos hechos recientes nos vuelven a la disyuntiva ética de la importancia de poner regulaciones a los avances tecnológicos. Si un magnate inescrupuloso y egocéntrico como Elon Musk está asustado, y junto a otros expertos e inversionistas pide poner pausa al desarrollo de IA, es porque efectivamente esto se está escapando de las manos.

La inteligencia artificial ya no tiene nada de inteligente, si dejamos que su avance continúe sin regulación. A este paso, no solo las cartas al director serán redactadas por IA (cosa que ya debe ocurrir), sino que sus lectores también serán entes inanimados que interpretarán en bits, para quizás qué objetivos.

Paulina Ibarra Araya
Fundación Multitudes

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