Dilema

Hay lugar para todos, porque cada uno tiene su don y todos somos necesarios, aunque ninguno imprescindible.

En la Venezuela actual, pero también en la sociedad globalizada, aunque de diverso modo, existen dos direcciones vitales y dos proyectos históricos. Son contradictorios. Por eso tenemos que estar claros y elegir por cuál optamos. No elegir es elegir, de hecho, por el que se impone.

De acuerdo con el Papa Francisco(1), estos proyectos pueden caracterizarse globalmente como la dirección de ocupar espacios, todos los espacios posibles, o como la dirección de desatar y desarrollar procesos.

Los dos son contradictorios porque la dirección de ocupar y controlar espacios congela los procesos, y porque la dirección de meterse en procesos transforma los espacios.

A nivel mundial, la dirección dominante la llevan las corporaciones globalizadas y, más al fondo, los grandes inversionistas que están empeñados en copar el mercado y en que todo pase por el mercado, que todo se venda y se compre. Para eso encantan y seducen con la publicidad que busca hacer adictos a los individuos y antes reducirlos a individuos y, cada vez más, atemorizan con la amenaza de que los mercados van a perder confianza y todo se va a derrumbar. Ante esta amenaza, los políticos sacrifican a los ciudadanos a la voracidad insaciable de los grandes accionistas. Todo parece siempre nuevo; pero no son más que reediciones de lo antiguo, y cada día es más desechable para que haya que comprar más a menudo. No se produce lo mejor sino lo que produce mayores ganancias. Esto en el caso de las medicinas es criminal, pero es la misma lógica que no se detiene ante nada. La lógica de ocupar todo el espacio.

En el caso venezolano, el Gobierno quiere copar todos los espacios. Ahora con la Constituyente se dispone a controlarlo todo: desde cada vecino en su cuadra, hasta el movimiento de las personas, el empleo, la producción, los medios de comunicación, las redes sociales, y todo el aparato estatal. Con eso se consumará el marasmo en el que ya estamos. Se controla todo, pero no se produce nada. Por eso hay que aliarse con corporaciones globalizadas que produzcan para el Gobierno. No solo no hay producción material sino, en cuanto dependa del Gobierno, ninguna producción. Solamente consumir lo que dé el Gobierno. Y el Gobierno da, sobre todo, palabras, palabras sin ninguna referencia a la realidad, en las que aspira que vivamos los venezolanos. Y luego, muy racionadamente, algo de comida.

Frente a este proyecto que congela todo, inhumano y letal, está el proyecto de vivir en proceso y desatando procesos: los seres humanos no estamos hechos ni está hecho el mundo ni la humanidad: los vamos haciendo con nuestra iniciativa combinada simbióticamente, poniendo en común nuestros haberes para que se formen y desarrollen cuerpos sociales personalizados y, por ende, democráticos y mutuamente enriquecedores.

Este es un juego contradictorio al anterior, en el que lo que gana el ganador lo pierden todos los demás. En este juego todos salimos ganando, y más el que más aporta.

Vivir para ocupar espacios es jugarlo todo a una sola carta. Es un proyecto vital y societario empobrecedor, unidimensional, que vacía de sustancia humana. Vivir entablando procesos es vivir en la dinamicidad y pluridimensionalidad de la vida; pero no es vivir de modo disperso ni atomizado, ya que los procesos van hacia la configuración de cuerpos sociales personalizados, hacia la realización del bien común en el que se realizan cada una de las personas. Hay lugar para todos, porque cada uno tiene su don y todos somos necesarios, aunque ninguno imprescindible.

En el fondo de cada camino hay un concepto diverso, incluso incompatible, de poder: el primero, es el poder de imponerse, aun en contra de la voluntad de la mayoría. En el segundo, el poder se caracteriza como capacidad de crear y dar vida, el poder de construir un mundo humano. En el primero se da la soledad del poder; en el segundo, el poder de vivir juntos los diversos de manera que la diversidad sea la riqueza del conjunto.

Dios quiera que no caigamos en la tentación de imitar al Gobierno, sino que sigamos nuestro camino, más largo, pero el único fecundo.

(1) Entrevista al director de La Civiltá Cattolica, 19/8/2013; Evangelii Gaudium 223.

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Fuente: http://revistasic.gumilla.org

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