Asesinato profundiza grieta en Estados Unidos

El asesinato de Kirk pudo haber dado pie a una tregua, a una reflexión sobre los peligros de la polarización extrema. Las reacciones subsecuentes indican, sin embargo, que las hostilidades culturales y políticas afianzan su curso. [También disponible en audio]

Es un decir que no hay muerto malo. El asesinato de Charlie Kirk, sin embargo, ha provocado reacciones encontradas y extremas. El propio presidente Donald Trump dio la pauta en el sepelio de Kirk señalando: «Él no odiaba a sus contrarios. Aquí es donde no estoy de acuerdo con Charlie. Yo odio a mis adversarios y no deseo lo mejor para ellos. Lo siento».

Kirk, 31 años, fue ultimado, el 10 de septiembre, por un francotirador mientras hablaba en una reunión en la Universidad de Utah Valley. Pese a carecer de estudios superiores, dedicó buena parte de su tiempo a recorrer universidades. Lo hacía con un mensaje de nacionalismo cristiano, en plena sintonía con Trump y con la campaña en curso contraria a lo que su sector considera la cultura «woke» imperante en las principales universidades estadounidenses. Con Harvard al tope de ellas. Kirk, de hecho, proclamaba, y se ufanaba, de no contar con formación universitaria: lo consideraba un rasgo que fortalecía su postura anti elite.

A la cabeza de su organización Turning Point USA (TPUSA), logró en pocos años construir lo que en otros países constituyen las ramas juveniles de partidos políticos. En su caso, las juventudes de Make America Great Again (MAGA), que funge como uno de los frentes de masa del trumpismo. Kirk inició su activismo a los 18 años y obtuvo financiamiento de miembros de la corriente ultraconservadora denominada el Tea Party. TPUSA contaba con más de 900 capítulos o filiales enfocadas a la promoción de valores conservadores.

Para formarse un cuadro sobre su ideario, he aquí algunas de sus frases célebres. Kirk era un defensor de la plena libertad para portar armas. Al ser consultado por tiroteos y masacres respondió: «Yo creo que el costo vale la pena, desgraciadamente, tener algunas muertes cada año a causa de armas de fuego. Gracias por contar con la Segunda Enmienda». En ella se establece el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas de fuego de todos los calibres.

En cuanto a la población negra, dijo en uno de sus programas: «Yo veo negros merodeando por diversión, para molestar a blancos. Eso es un hecho. Ocurre cada vez con más frecuencia». En otra transmisión afirmó: «Si yo veo un piloto negro, yo me digo ojalá que esté calificado». En una oportunidad narró: «Si yo estoy tratando con un servicio al cliente que es atendido por una mujer negra, yo me pregunto si está allí por su capacidad o lo está porque es parte de la política antidiscriminatoria». Sobre la blancura racial postuló: «El Partido Demócrata odia este país. Quieren verlo colapsar. A ellos les encanta que América sea menos blanca». En cuanto a la inmigración, se hizo cargo de teorías conspirativas que advierten sobre una invasión racial: «La estrategia del gran reemplazo, que está bien avanzada cada día en nuestra frontera sur, es una estrategia del reemplazo de la América rural blanca por algo diferente». Sobre el Islam puntualizó que «no es compatible con la cultura occidental». En septiembre de este año sentenció: «El Islam es la espada que utiliza la izquierda para cortar la garganta de América».

UNA REPRESIÓN ANUNCIADA

La respuesta del gobierno a los que considera responsables del asesinato de Kirk no tardó. Para la Casa Blanca, los hechores provenían de la «izquierda radical». En consecuencia, Antifa, una difusa agrupación de militantes empeñados en combatir lo que perciben como el avance de las milicias fascistoides, fue declarada como «una organización terrorista nacional».

Antifa se opone al neonazismo, el supremacismo blanco y a la extrema derecha y a lo que consideran el «autoritarismo creciente» del gobierno. El objetivo de las organizaciones que comparten sus lineamientos es impedir la progresión de grupos que agreden a personas marginadas, en especial de minorías raciales, la comunidad LGBTQ+ y militantes feministas. Con un fuerte discurso anticapitalista, sus tácticas han sido asociadas más con las de grupos anarquistas que con la izquierda tradicional. A diferencia de los movimientos o los partidos de izquierda convencionales, el grupo no busca conseguir cuotas de poder, ganar elecciones o influir en la aprobación de leyes en el Congreso. Su presencia la hacen sentir a través de las movilizaciones callejeras y la propaganda directa. En términos criollos, una suerte de Primera Línea que ganó protagonismo durante el estallido social.

En lo que toca al decreto firmado por Trump, caracteriza a Antifa como una «organización militarista y anarquista que llama explícitamente al derrocamiento del gobierno de Estados Unidos». Le imputa además recurrir a «la violencia y el terrorismo» para reprimir la libertad de expresión. En todo caso, no han salido a la luz pruebas de vínculos entre algún grupo y Tyler Robinson, el único imputado por el asesinato de Kirk.

El vicepresidente J. D. Vance ha tomado la voz cantante en las acusaciones contra la izquierda al señalar: «Este no es un problema de ambos bandos». En su opinión, la izquierda representa «un problema maligno mucho mayor». Un juicio que es cuestionado. Al respecto, el Departamento de Justicia viene a eliminar un estudio sobre la violencia política en Estados Unidos que concluía que el extremismo de derecha radical superaba a «todos los demás tipos de extremismo violento». Una investigación de la BBC de Londres consideró, por su parte, cinco estudios independientes que analizaron los ataques por motivos políticos en Estados Unidos durante las últimas décadas. Todos ellos sugieren que ha habido más casos de violencia política cometidos por personas a las que los investigadores asignaron una ideología de derecha que de izquierda.

DEATH AND TAXES

En Estados Unidos hay un decir irónico que en la vida hay dos cosas que son inevitables: la muerte y los impuestos (death and taxes). En este plano, el vicepresidente Vance ha amenazado con la segunda variable a una serie de fundaciones y organizaciones no gubernamentales (ONG), de orientación liberal o progresista, que considera que tienen responsabilidad en el asesinato de Kirk. Entre ellas mencionó a Open Society Foundation (OSF) del filántropo George Soros y la Fundación Ford; ambas, próximas al Partido Demócrata. Vance no perdió tiempo y anunció que el gobierno «trabajará para desmantelar las instituciones que promueven la violencia y el terrorismo en nuestro propio país». Agregó que «explorará todas las opciones para asegurar la unidad real en nuestro país y detener a aquello que matarían a sus propios compatriotas americanos porque no les gusta lo que dicen».

El embate anunciado por Vance ha correspondido al Departamento de Justicia y abarca un amplio espectro de organizaciones de beneficencia. La OSF ha ganado notoriedad por su respaldo a causas de diversidad étnica, igualdad de género y las libertades civiles. El ministerio ya ha instruido a fiscales federales para que preparen los dossiers para investigar a las principales fundaciones de orientación progresista. Estas instituciones sin fines de lucro gozan de una serie de exenciones tributarias. Los donantes, por ejemplo, pueden deducir las donaciones de sus pagos de impuestos. Como en todos los estados democráticos, los servicios de recaudación tributaria tienen carácter técnico. De allí que en Estados Unidos surjan denuncias por la instrumentalización política del Internal Revenue Service (IRS). Se señala que no es una potestad presidencial ordenar fiscalizaciones tributarias.

La OSF, por su parte, denunció, en un comunicado, que las medidas anunciadas por Trump que buscaban «silenciar las voces que discrepan con el gobierno constituían una vulneración de la Primera Enmienda, que garantiza el derecho a la libertad de expresión»… «OSF condena inequívocamente el terrorismo y no financia terrorismo. Nuestras actividades son pacíficas y legales… Cuando el poder es abusado para ignorar los derechos de algunos, pone en peligro los derechos de todo el pueblo».

La ofensiva contra el progresismo también es replicada en el Departamento de Educación que propone anular la caducación de deudas para graduados que trabajan para ONG con «propósitos ilegales». La definición de ilegal puede cubrir un amplio arco, que va desde activista políticos izquierdista a organizaciones que asisten a inmigrantes indocumentados.

GUERRA CULTURAL

La polarización política ha derivado en lo que algunos analistas califican como una guerra cultural. En este enfrentamiento ideológico, las universidades se han convertido en uno de los principales campos de batalla. Ello explica el ataque a que han sido sometidas algunas de las más prestigiosas de ellas. En esta esfera, Kirk participó activamente en una organización denominada Professor Watchlist (Listas de Vigilancia de Profesores), una suerte de lista negra que denunciaba a los académicos que se estimaba que tenían posturas anti conservadoras. Las nóminas incluían a más de trescientos académicos distribuidos en categorías como «simpatizantes del terrorismo», «Antifa», «Socialista» o «LGGBTQ+». El propósito del listado era aislar a los nombrados. Tras el asesinato de Kirk, han aumentado los ataques contra los liberales, al punto de precipitar la remoción o renuncia de investigadores y docentes acusados de haber celebrado la muerte de Kirk. Se trata de una notoria aceleración de la llamada cultura de la cancelación, que busca eliminar a quienes detentan opiniones disidentes.

Según Isaac Kamola, director de la American Association of University Professors, «si usted hace una declaración que desagrada a políticos derechistas, usted puede perder su empleo. Es escalofriante». Los sectores conservadores, por su parte, sienten que es el momento para terminar con el acoso de lo políticamente correcto, de la cultura «woke», y de restaurar valores tradicionales de jerarquías, reivindicar la cultura nativa (blanca), y en las relaciones de género reinstaurar los roles convencionales. Los jóvenes conservadores que se identificaron con Kirk profundizarán el sentimiento de rechazo hacia quienes identifican como sus agresores en materias valóricas.

El asesinato de Kirk pudo haber dado pie a una tregua, a una reflexión sobre los peligros de la polarización extrema. Las reacciones subsecuentes indican, sin embargo, que las hostilidades culturales y políticas afianzan su curso.

A menudo, en política, la identificación se fortalece frente a aquello que amenaza. Es una vieja tradición la de agudizar las diferencias políticas para fortalecer las identidades. Un mecanismo recurrido tanto a nivel internacional como doméstico. Algunos analistas estadounidenses señalan que el país podría estar en camino a fracturas traumáticas. El fantasma de una guerra civil desencadenada por las diferencias culturales y políticas no está excluido. Aunque una deriva más posible, en caso de un quiebre social, sería una suerte de golpe de Estado derivado de un estado de excepción a partir del colapso del orden público.

Las agendas políticas varían según las realidades de cada país. Pero existen factores que hoy figuran alto en buena parte del mundo occidental. Los ejes de debate son similares. En materia de delincuencia, Trump apunta a la inmigración como una de las causas principales. En Estados Unidos el tema tiene una dimensión adicional y ella es la identidad étnica que se expresa para algunos, como Kirk, en la blancura de la piel. Matar dos pájaros de un tiro: frenar la inmigración y reducir la criminalidad. Esta es la propuesta que está al centro del debate en numerosas sociedades.

La polarización política ha derivado en lo que algunos analistas califican como una guerra cultural. En este enfrentamiento ideológico las universidades se han convertido en uno de los principales campos de batalla.

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0