Duelo entre Washington y Brasilia

La reunión de los BRICS en Brasil irritó a Trump, ya bastante molesto por el juicio a Jair Bolsonaro y además intranquilo ante el perfilamiento de un nuevo polo que amenaza el poder estadounidense. Las tensiones para Washington involucran una posible derrota de la OTAN en Ucrania, la amenaza nuclear en Irán, la tensión en Taiwán, y el creciente poderío económico y tecnológico de China. [También disponible en audio]

Brasil y Estados Unidos protagonizan un encontronazo insólito. El trasfondo del desencuentro entre ambos países, que han gozado de relaciones estrechas, apunta a la disputa por la hegemonía mundial. Washington ve mermada su influencia por varias potencias emergentes. La reunión de la asociación de países BRICS, que tuvo lugar en Río de Janeiro, el 6 y 7 de julio, provocó viva irritación en la Casa Blanca. El presidente Donald Trump arremetió contra Brasil, como Estado anfitrión del encuentro, alegando que el país sudamericano gozaba de un superávit comercial con Estados Unidos, como lo hace la mayor parte de los países, según aprovechó de subrayar. En todo caso, la gota que rebalsó el vaso fue un tema que poca relación guarda con los balances internacionales de poder.

La sorpresa en diversas cancillerías fue mayúscula ante la amenaza de Washington de imponer aranceles, de hasta el 50 por ciento, a los productos brasileños destinados al mercado estadounidense. La razón esgrimida por Trump fue el enjuiciamiento de su amigo y expresidente brasileño Jair Bolsonaro (2019-23), acusado de encabezar un conato golpista del 8 de enero de 2023. Junto al exmandatario también comparecen exministros y militares imputados por «organización criminal y destrucción de bienes públicos», con penas que podrían alcanzar entre los doce y los cuarenta años de prisión. El fiscal general de Brasil, Paulo Gonet Branco, señaló que los ocho acusados orquestaron acciones para garantizar su «permanencia autoritaria en el poder a través de tentativas de ruptura violenta del orden democrático».

Ante este cuadro, Trump envió una carta al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en la que señaló: «Este juicio no debería estar ocurriendo. ¡Es una caza de brujas que debe terminar INMEDIATAMENTE!». Agregó, en defensa de Bolsonaro, que «no es un hombre deshonesto. Ama al pueblo de Brasil. Luchó con fuerza por el pueblo de Brasil». Bolsonaro, por su parte, además de reconocer la afinidad ideológica, llama a Trump su «amigo» y dice que ambos han sido víctimas de «persecución» judicial.

A su vez, Lula lamentó que el único argumento para ese punitivo porcentaje arancelario —el más alto que Estados Unidos anunció para el resto de países— sea el de la existencia de acusaciones contra Bolsonaro. Lula recordó al mandatario estadounidense que en Brasil existe la separación de poderes y que, en consecuencia, el asunto es netamente judicial.

Alexandre de Moraes, juez del Supremo Tribunal Federal (STF), máxima instancia judicial, a quien Bolsonaro ha llamado «dictador», ordenó investigar si la campaña bolsonarista ante Washington configuraba un intento de obstruir el juicio. Los jefes de Estado que estuvieron en Brasilia tienen buenos motivos para temer a la autonomía del poder judicial: la justicia brasileña mantuvo tras las rejas a Lula durante 580 días a partir de 2018, acusado de corrupción en el caso conocido como «lavajato».

UNA POSIBLE SANCIÓN

El jefe de la diplomacia estadounidense, Marco Rubio, habló en mayo de una «gran posibilidad» de que Estados Unidos sancione a Moraes. Ello, dijo Rubio, para poner coto a «los maliciosos ataques de Brasil» a la libertad electoral y de expresión, que se manifestarían a través de «órdenes de censura secretas e ilegales emitidas contra plataformas de redes sociales estadounidenses», a las que el STF, y, en particular, el magistrado Moraes, habría atacado, restringiendo sus acciones y amenazándolas con severas multas. Aludía a la pugna entre Moraes y la plataforma de redes sociales X, perteneciente a Elon Musk, que amenazó con cerrar sus operaciones en Brasil y retirar a su personal. Ello, dijo Musk, por la amenaza del STF, por boca de Moraes, de arrestar a su representante legal en ese país, si no cumplía ciertas órdenes. El conflicto estalló luego de que Moraes ordenara una investigación contra directivos de X por la difusión de noticias falsas difamatorias y otra indagación sobre posible obstrucción, incitación y organización delictiva. En esta línea, acusó a la red social de incumplir sus órdenes de bloquear cuentas señaladas por desinformación. La empresa rechazó estas acusaciones y aseguró que tales órdenes equivalían a una censura.

«A pesar de que nuestras numerosas apelaciones ante la Corte Suprema no fueron escuchadas, el público brasileño no fue informado sobre estas órdenes y nuestro personal brasileño no tiene responsabilidad ni control sobre si el contenido está bloqueado en nuestra plataforma. Moraes ha optado por amenazar a nuestro personal en Brasil en lugar de respetar la ley o el debido proceso», sostuvo la empresa en un comunicado publicado en X.

LA POSTURA BRASILEÑA

La fricción actual entre ambos países, que históricamente han mantenido relaciones cordiales, ha causado desconcierto. Fue el presidente Richard Nixon quien, en 1970, sentenció: «Donde vaya Brasil, allí irá el resto del continente latinoamericano». Nixon basó su vaticinio en la convicción de que la gravitación política y económica del gigante sudamericano sería determinante para el conjunto de la región. Ello, en momentos en que Brasil era gobernado por una serie de dictadores uniformados, que iniciaron un ciclo autocrático en 1964 con el golpe de Estado que depuso al presidente João Goulart. La usurpación castrense del poder concluyó dos décadas más tarde, en 1985.

La profecía de Nixon pareció visionaria, pues Sudamérica experimentó una serie de golpes de Estado que asentaron longevos regímenes encabezados por generales. En ese período militares brasileños cooperaron activamente, junto a Estados Unidos, en la expansión de una alianza contra el comunismo y las fuerzas izquierdistas. Famoso es el pronunciamiento de Henry Kissinger frente a la elección del presidente Salvador Allende: «No veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo. Los temas son demasiado importantes para que los votantes chilenos decidan por sí mismos».

En lo que toca a la actual respuesta ante la amenaza de aranceles, Lula encaró a Trump, diciéndole que «no había sido elegido como emperador del mundo», y rechazó la medida como un «chantaje inaceptable». Acto seguido, emitió un decreto de reciprocidad, advirtiendo que equipararía los aranceles a las exportaciones estadounidenses hacia su país. Brasil tiene una ley de reciprocidad comercial, que autoriza aranceles equivalentes sin necesidad de pasar por nuevos trámites legislativos. Esto le otorga a Lula amplio margen de maniobra y la permite actuar rápido. Por lo pronto, el mandatario brasileño tiene buenas cartas.

LA HUELLA DE BEIJING

De entrada, Brasil tiene un comercio diversificado, siendo China el principal destino de sus exportaciones. Un 30 por ciento de estas van al país asiático, frente al once por ciento que se encamina a Estados Unidos. Por otro lado, Brasil es líder mundial en exportación de ciertos bienes de consumo, productos populares entre los estadounidenses. Alrededor del 90 por ciento del jugo de naranja proviene de Brasil. Su precio ya ha subido un 25 por ciento en el mercado de futuros. Además, la carne, el café y el azúcar son productos donde Brasil no tiene reemplazo rápido para los importadores norteamericanos. En cuanto a la balanza comercial entre ambos países, Estados Unidos tiene superávit comercial de 43.000 millones de dólares en la última década.

China se ha consolidado como el principal socio comercial de Brasil. En 2023, el 30 por ciento de sus exportaciones fueron a ese país asiático y el 23 por ciento de sus importaciones provinieron de este, situación que se replica en buena parte de América Latina. Beijing ha incrementado su huella comercial en Latinoamérica, superando los 500 mil millones de dólares. Estados Unidos, en tanto, ha perdido su hegemonía comercial en Sudamérica, donde registra un intercambio decreciente en relación con China. En la actualidad, este país ya lo supera en el grueso de los países latinoamericanos.

EL FACTOR TRUMP

En las elecciones canadienses, en abril, los conservadores aventajaban, de acuerdo a las encuestas, por veinte puntos a sus adversarios liberales. Ello, hasta que Trump amenazó a su vecino con abrumadores aranceles. Ante la percepción de una agresión, el grueso de los canadienses cerró filas tras Mark Carney, el candidato socialdemócrata que desafió a Washington.

En lo que toca a Trump, su afán de protagonismo conlleva serios riesgos. La agresividad administrativa desplegada en la mayoría de los Gobiernos suele ser delegada a ministros que, en caso de dificultades, pueden reemplazarse: como se suele decir, son fusibles.

En Brasil, algunos analistas estiman que la agresiva intervención de Trump podría contribuir a la reelección de Lula en los comicios previstos para 2026. Las encuestas señalan que la percepción del público ante el incordio entre ambos países ha aumentado la popularidad de Lula. La encuesta de Quaest indica que el 72 por ciento de los brasileños cree que Trump se equivoca con sus sanciones. La tasa de aprobación del Gobierno de Lula subió tres puntos, hasta el 43 por ciento, tras las amenazas de Trump de imponer un arancel adicional del 50 por ciento. En una encuesta del Instituto Atlas Intel, divulgada a mediados de julio, la aprobación de Lula subió al 49 por ciento, logrando un empate técnico con la desaprobación a su figura, que quedó en 50 por ciento.

La irritación de Trump arranca, entre otros motivos, por el rol de Brasil en el seno de los BRICS, asociación de países encabezada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. A este núcleo se han sumado Egipto, Etiopía, Irán, Emiratos Árabes Unidos, en tanto que Arabia Saudita considera la posibilidad de sumarse. Hay, además, una treintena de Estados que han expresado su interés por engrosar la agrupación.

En Brasil, algunos analistas estiman que la agresiva intervención de Trump podría contribuir a la reelección de Lula en los comicios previstos para 2026.

La instancia busca garantizar un orden multipolar que impida un mundo regido por una o dos superpotencias. También, terminar con el dólar como moneda internacional para disminuir la influencia dominante de su país emisor; a cambio, reemplazarlo con una divisa común que asegure los intercambios horizontales sin el control del código SWIFT, utilizado para las transacciones bancarias internacionales. Son medidas para enfrentar las recurrentes sanciones económicas y comerciales de Estados Unidos y sus aliados contra los países que no se ajustan a sus dictados. Es un foro sin derecho a vetos, como el existente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en que los cinco Estados vencedores de la Segunda Guerra mundial —China, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Rusia— pueden bloquear las mociones que estimen lesivas a sus intereses.

Hay quienes afirman que el siglo XX fue el siglo de Estados Unidos, dada su indisputada hegemonía, lo cual quedó de manifiesto con el colapso de la Unión Soviética. Sin embargo, aquello que parecía proyectarse por décadas venideras fue un período más bien breve. Es un mundo donde algunas de las economías más dinámicas están asociadas a los BRICS, que comienzan a cuestionar las reglas del juego. De allí las declaraciones de Trump de que los Estados que apliquen las medidas de desdolarización propuestas en el seno de los BRICS sufrirán mayores barreras arancelarias por parte de Estados Unidos.

Trump enfrenta un cuadro desafiante que involucra una posible derrota de la OTAN en Ucrania, el fracaso relativo de los objetivos en el ataque a las instalaciones nucleares en Irán, la tensión en Taiwán, el creciente poderío económico y tecnológico de China. Las coincidencias en medidas dentro de los BRICS son muestras de que hay un mundo multipolar en consolidación. Así, el ocaso relativo estadounidense en la arena internacional no es solo el reemplazo de una potencia por otra: es, tal vez, el declive de la hegemonía de Occidente en muchos ámbitos.

logo

Suscríbete a Revista Mensaje y accede a todos nuestros contenidos

Shopping cart0
Aún no agregaste productos.
Seguir viendo
0