El juego de tramas, figuras y colores de Carmelo Arde Quin

El Centro Cultural La Moneda presenta una exposición que reúne más de doscientas obras del pintor y escultor uruguayo, figura clave en el surgimiento del arte abstracto en Latinoamérica e incansable explorador de la invención estética.

Carmelo Arden Quin nació en Rivera, ciudad fronteriza del norte de Uruguay, y le bastaba con cruzar la calle para encontrarse en territorio brasileño, donde pasó, de hecho, sus primeros años de vida. En el catálogo de la retrospectiva del autor que presenta hasta fines de septiembre el Centro Cultural La Moneda, la argentina María Cristina Rossi, curadora del montaje, reflexiona sobre la posibilidad de que esa circunstancia entre bordes haya dejado «una huella significativa en los derroteros que recorrió» su trayectoria artística.

Integrada por más de doscientas obras representativas de todos los periodos de su extensa y prolífica carrera, la muestra da cuenta precisamente de cómo el pintor y escultor traspasó permanentemente tanto los límites estéticos como geográficos. No sólo vivió en la cercana Sant’Ana do Livramento (Brasil), sino también en Montevideo, Buenos Aires y París. Y en lo que concierne a su creación, esta se define, entre otros rasgos, por la voluntad de romper las convenciones y explorar en diferentes terrenos.

Exponente del constructivismo, y figura clave del surgimiento del arte abstracto en la escena rioplatense, que luego se expandió al resto de América Latina, Carmelo Arden Quin (1913-2010) se llamaba en realidad Carmelo Alves Oyarzum. Aunque abundan los relatos acerca del origen de su seudónimo, ninguno de ellos, comenta María Cristina Rossi, ha podido ofrecer una versión definitiva al respecto.

La curadora sostiene que el autor propuso un «arte de invención», algo que se tradujo en buscar el quiebre con la representación figurativa, «distanciarse de la anécdota, de la escena», y anclar su trabajo a las figuras geométricas y los colores puros, dejando atrás los límites del rectángulo y de la disposición apaisada de las telas.

Las piezas que componen la exhibición ilustran bien esa descripción. El autor recurrió a diferentes formatos, materiales y técnicas, de modo que a lo largo del recorrido es posible apreciar pinturas de marco recortado, esculturas y objetos convertibles, ilustraciones y collages, así como videos donde se ve a Arden Quin hablando de algunas de sus invenciones. Entre ellas se cuentan los coplanales, figuras articuladas con varillas que pueden adquirir distintas formas según el deseo que tenga el espectador.

«La participación del público es fundamental, porque interviene en la composición. La estructura de estas obras permite el movimiento. Su deseo era que el visitante las manipulara», comenta la curadora.

BÚSQUEDA DE UN ASPECTO LÚDICO

Carmelo Arden Quin fue un artista que absorbió variadas influencias; entre ellas, la del célebre constructivista uruguayo Joaquín Torres García —reconocido por sus objetos y juguetes de madera—, a quien consideraba su maestro, aunque no lo fue formalmente. También se caracterizó por trabajar siempre en colaboración con otros artistas y por impulsar proyectos editoriales y plásticos grupales. Él mismo incursionó en la poesía, que por supuesto era de carácter experimental, centrada en lo visual y definida por su naturaleza móvil.

«Su apertura hacia la integración no consistía sólo en agrupar gente en redes, sino que él también se abría a distintos colectivos y tomaba elementos de las propuestas de los artistas que lo rodeaban», precisa María Cristina Rossi, quien destaca la relevancia, en la carrera del artista, de MADI (Movimiento-Abstracción-Dimensión-Invención), una asociación multidisciplinaria que se fundó en 1946 en Buenos Aires.

En la selección que se expone en La Moneda —la retrospectiva es organizada en conjunto por el centro cultural de la sede de gobierno y el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, donde se exhibió el año pasado— también se encuentran cuadros cóncavos, pinturas sobre las que hay tramas trazadas con hilos de nylon y otras en las que superficies despejadas fueron pintadas con retículas y puntos. Hay en ellas, y en general, un aspecto lúdico que acrecienta su atractivo. La curadora afirma que ese fue un aspecto buscado por el autor, cuya juventud tuvo como contexto «la expansión del fascismo de los años treinta».

Su obra y la de sus contemporáneos, influida por las vanguardias y a la vez vanguardista, surgió, por lo tanto, «como respuesta a la guerra, experimentada desde la distancia (Arden Quin se radicó en Francia en 1948). Se trata de un arte que propone una salida esperanzadora, que apunta al júbilo y a la reconstrucción del mundo. Es un arte que, además, no descree de los avances tecnológicos ni de las conquistas de la ciencia», relata.


Fotografía: Centro Cultural La Moneda.

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