Ingenuo y fuera de norma

Como autores «inmunes e imperturbables» ante modas y tendencias, los pintores ingenuos ofrecen la posibilidad de asumir nuevas miradas para apreciar el arte.

Catorce «autores fundamentales de la pintura ingenua chilena» están en el centro de la exposición «Fuera de Norma», del Centro Cultural Las Condes, expresión de un trabajo de investigación realizado por el crítico de arte Waldemar Sommer y que se presenta en su reciente libro Ingenuidad y creación (1). En tal recinto se exhiben cuarenta obras de esos pintores considerados como exponentes del arte «ingenuo» o naif, las que pertenecen a colecciones particulares y a distintas instituciones (2).

Se trata de obras que tienen en común —en palabras de Sommer— la manifestación de, en muchos casos, «una belleza distinta y una espontaneidad y encanto asombroso». A sus creadores, les surgen desde el impulso de volcar sobre la tela, y hacerlo con urgencia, la visión inmediata de lo que observan. Los marcan la libertad, una cierta indiferencia hacia los conocimientos, su individualidad en el quehacer.

Figuran acá Julio Aciares, Armando Arcos, María Luisa Bermúdez, Ivonne de Bernales, Dorila Guevara, Luis Herrera Guevara, Víctor Inostroza, Alberto Jerez, Juana Lecaros, Federico Lohse, María Mohor, Carlos Paeile, Arturo Rojo y Fortunato San Martín, y las bordadoras Purísima Ibarra, Teresa Ureta, Francisca Llanca y Narcisa Catalán.

Sommer considera que la obra de este tipo de pintores tiene la virtud de «enseñar a ver, porque amplían la mirada del público y le abre horizontes: ya no es la influencia enorme, que todavía subsiste, de lo grecorromano o del Renacimiento, con estas figuras definitivas e idealizadas. Estas obras, más bien, constituyen una demostración de que el arte no es lo “bonito” ni lo “lindo”, sino que es la belleza. ¿Y qué es la belleza? Es algo que va más allá de todo eso, pues a ella también corresponden cosas feas: veáse, por ejemplo, los enanos de Velásquez, o bien el cardenal Tommaso Inghirami de Rafael Sanzio, que a primera vista pueden ser feos, pero son de una belleza suprema, de una belleza artística sicológica. Eso es interesante, en cuanto abre al público a no concentrarse necesariamente en lo “bonito”».

Añade que una característica de estos autores es que presentan muy transparentemente su reacción ante su entorno. «Hay acá mucho de paraíso terreno, de ver con mucha pureza las cosas y de admirarse por esta pureza», indica. «Es, de alguna manera, un mensaje de que el arte se identifica con el bien o con lo positivo. Igualmente, hay espontaneidad, en el sentido de que ellos no piensan acerca de lo que observan, sino que simplemente comienzan a pintar, interpretando lo que ven de una manera diferente a lo habitual». Como ejemplo, relata que uno de los más destacados exponentes del arte ingenuo es el francés Henri Rousseau, que tenía por costumbre visitar museos y luego pintar las obras que en ellos observaba, aunque de una manera que «las interpretaba y les daba una amplitud que en estas no existe».

Según ha señalado, el arte ingenuo siempre se ha manifestado, aunque haya quedado en una posición poco visible ante el público masivo en vista de la fuerza de los grandes estilos y manifestaciones culturales, como el romanticismo o el impresionismo. Este último significó de alguna manera una apertura a que sean consideradas con mayor interés otras tendencias pictóricas, obteniendo paulatinamente alguna mejor atención el arte ingenuo.

Un tema insuficientemente estudiado

Sommer lamenta que existan escasos estudios acerca de este tipo de arte. Precisamente le ayudó a interesarse en este el hecho de que, incluso a nivel internacional, existan poca literatura o investigaciones al respecto. Destaca el trabajo de Wilhelm Uhde y su libro Cinco maestros primitivos (1947), como referente a considerar. Igualmente, existen las publicaciones del serbio alemán Otto Bihalji-Merin, de la década de 1960, y de la rusa Natalia Brodskaya, en 1967. En Chile, publicó un libro el pintor Carlos Paeile, a la vez que Carlos Romera ha dedicado algunas partes de sus libros a este tipo de expresión de la pintura.

«En todos estos estudios me basé para hacer mi trabajo. En ellos aparecen autores europeos y algunos americanos, pero chilenos, ninguno, aunque como resultado de la búsqueda y recopilación que hice creo que varias pinturas que ahora están en el Centro Cultural Las Condes son de altísima calidad y perfectamente podrían ser exhibidos dando la vuelta al mundo», expresa. «Hay autores chilenos que son notables. Cada uno de los autores aquí seleccionados en la exposición constituye un mundo aparte, cerrado en sí mismo y carente del más mínimo interés por mirar o tomar en cuenta la obra de cualquiera de sus colegas, ni mucho menos considerar las más influyentes orientaciones plásticas del momento».

(1) Esta investigación está contenida en el libro Ingenuidad y creación, Ediciones uc, Santiago, 2022.
(2) Entre ellas, Banco Central, Museo Nacional de Bellas Artes, Fundación María Mohor, Museo de Arte Popular Americano, Museo de Arte Contemporáneo, Bordadoras de Isla Negra, Fundación Lustro y Galería Modigliani.

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