Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura 2023: «No se me lee por la trama»

Sea en prosa, en la poesía o el teatro, es el lenguaje poético, rítmico, minimalista, lo que hace que cualquier texto de este escritor noruego sea inmediatamente reconocible. Leerlo implica querer leer por el placer de dejarse llevar por las palabras y su música.

El nombre del ganador del Premio Nobel de Literatura de este año, el noruego Jon Fosse, provocó reacciones tan curiosas como contradictorias: artículos en la prensa y encuestas en redes sociales sugerían que era prácticamente desconocido para el público general. Pero, por otro lado, varios críticos literarios no tardaron en resaltar que se trata de uno de los autores teatrales contemporáneos más producidos del mundo y que cuenta en su haber con múltiples premios, puestas en escena de sus obras en el mismísimo Louvre y más de una década en las listas de candidaturas al Nobel.

También se podría asumir que para la Academia Sueca existiría una preferencia por autores escandinavos, pero no es tan así: la lengua principal más usada por los 119 ganadores hasta ahora es el inglés: 29, casi el doble de quienes emplean el francés, que son 15. Ha habido 11, en tanto, para el español, 7 para el sueco, 4 para el noruego 3 para el danés y solo uno para el finlandés e islandés.

La elección de Fosse, entonces, podría considerarse como una especie de reverencia ocasional del Comité Nobel hacia su región cultural, pero hay algo más curioso. El noruego tiene no una variante estándar, sino dos. Por su historia cuasicolonial —Noruega perdió su independencia en siglo XIV y la recuperó el año 1905—, las clases cultas hablaban danés con algunos tintes regionales, que derivó en un estándar moderno denominado bokmål (literalmente, la lengua del libro), la variante preferida en la capital, Oslo, y la más común en los medios y las artes. Paralelamente, desde el siglo XIX se realizan por parte de intelectuales proyectos de reconstrucción de una lengua noruega basada en dialectos campesinos, derivando en un estándar alternativo denominado nynorsk (nuevo noruego). Ambos son hoy en día oficiales en Noruega, aunque el bokmål sigue siendo el preferido por lejos en los medios y la educación. En consecuencia, escribir en nynorsk, lengua a priori minoritaria, puede tener rasgos quijotescos, y eso es justo lo que hace Fosse, el cuarto noruego ganador del Nobel de Literatura, aunque el primero que escribe en nynorsk. De existir un cálculo en su elección, se podría tratar de un intento de apoyo a la literatura en «lenguas menores». O, simplemente, del interés genuino en el autor más que de un cálculo político.

Fosse nació en 1958 en Haugesund, en la costa de Noruega, región donde predomina el nynorsk en todos los ambientes, a diferencia de la cercana Oslo. Desde joven experimentó con la escritura y la música (de adolescente, soñó con ser guitarrista y toca la flauta), simbiosis de lengua y música que entregará un aura muy peculiar a toda su obra posterior.

Si bien su reputación principal se basa actualmente en sus obras teatrales, empezó en los años ochenta como prosista con la publicación de la novela Raudt, svart (Rojo, negro) en 1983 (sin traducción al castellano). Desde sus inicios, desarrolló un estilo muy propio en ese género, donde, por ejemplo, prescinde casi en la totalidad de puntos (o del uso de las mayúsculas), prefiriendo las comas, rasgo que otorga a sus obras un ritmo y flujo muy propios y particulares, que han sido llamados mágicos e hipnóticos, y comparados con el tintineo de piedritas en un riachuelo.

Entre sus obras clave, se encuentra Trilogía (2014, en castellano desde 2018), publicada originalmente entre 2007 y 2014, con tres novelas cortas independientes, aunque entrelazadas oblicuamente entre sí y con fuertes alusiones bíblicas en las tramas y los personajes (Premio de Literatura del Consejo Nórdico 2015). Está también su obra más monumental hasta la fecha: el ciclo Septología, siete novelas cortas en tres volúmenes, publicadas entre 2014 y 2021 (en castelllano, entre 2019 y 2022), y concebidas después de su conversión al catolicismo en 2013. En una narración serpenteante y pausada, a través del prisma de la vida del pintor Asle y de su doble, también un pintor llamado Asle, desarrolla meditaciones sobre la vida, la muerte, el arte, las interconexiones entre nuestras vidas y los eventos que influyen en ellas.

A mediados de los ochenta, pocos años después de debutar como novelista, Fosse comienza a ampliar su rango artístico: publica una primera colección de poesía y pocos años después se adentra en el género ensayístico. También escribe libros para niños, traduce y funge como uno de los asesores literarios en el proyecto de una nueva traducción de la Biblia al noruego en 2011. Entre sus «parientes espirituales», a los cuales a veces traduce y adopta como fuentes de inspiración en sus propias obras, se cuentan autores tan diversos como Samuel Beckett, Franz Kafka, Federico García Lorca o el poeta austriaco Georg Trakl.

Fosse llegó al teatro relativamente tarde, más de diez años después de sus comienzos como prosista, cuando su primera obra de teatro fue finalmente llevada a los escenarios. Desde entonces se convirtió en el segundo autor noruego más representado a nivel mundial, solo detrás del icónico Henrik Ibsen. También aquí, un lenguaje poético escueto es el rasgo distintivo de su obra teatral, escrita en un estilo minimalista, con frecuencia asociado al llamado «teatro posdramático», es decir, una corriente relativamente reciente (a partir de las últimas décadas del siglo XX) que. más que sencillamente «contar una historia» sobre el escenario, busca interactuar con el público a varios niveles para dejar al desnudo los diferentes niveles involucrados en una performance teatral: las palabras, los movimientos de los actores, la ambientación, la música, la iluminación, que juntos producen una obra que va mucho más allá del puro texto. Es una corriente artística que busca re-pensar el teatro mismo y su papel en la cultura actual.

MINIMALISMO E INTROSPECCIÓN

La obra de Fosse no se ve nunca propulsada por una trama rica en acción: como él mismo dice, no se lo lee por la trama. En todos los géneros le gusta el minimalismo, la introspección, siempre prefiere la alusión sutil antes que el gesto directo. No en vano, la primera indicación en su obra de teatro Soy el viento (2007) reza que «el barco y todo lo que lo rodea debe ser más bien oblicuamente aludido que miméticamente representado». Pero justo este papel secundario de «lo tangible» le permite que sea la lengua misma, su sonido y su ritmo, los que adquieran un protagonismo propio, un rol especial, igual, si no superior, a la trama, dentro de su teatro y prosa. En esa pobreza aparente de eventos, Fosse se adentra en el interior de la psique de sus protagonistas, sean artistas, gente común o simplemente figuras anónimas. Es este aspecto introspectivo que proporciona un encanto especial a la obra de este autor, y es también el interés por la vida interior de las personas «normales» que lo convierte, salvando todas las diferencias estilísticas, en un heredero de Henrik Ibsen, el literato noruego más clásico.

La obra de Fosse no se ve nunca propulsada por una trama rica en acción: como él mismo dice, no se lo lee por la trama. En todos los géneros le gusta el minimalismo, la introspección, siempre prefiere la alusión sutil antes que el gesto directo.

Sea en prosa, en la poesía o el teatro, es el lenguaje poético, rítmico, minimalista, que hace que cualquier texto de Fosse sea inmediatamente reconocible. Leerlo siempre implica querer leer por el placer de dejarse llevar por las palabras y su música, mucho más que por el simple acto de adquirir información verbal. Las palabras fluyen en un imparable vaivén, se escurren, rodean lo que se busca expresar, sin jamás nombrarlo directamente. Lo no-dicho, no-escrito adquiere así dimensiones, complejidad y profundidad adicionales, pues invita al lector o espectador a indagar en su propio entendimiento, a buscar un eco individual de lo dicho en su propio interior. Es así como el escritor busca lo que el Comité Nobel destaca en su discurso: el saber «dar una voz a lo indecible».

Justamente este enfoque en la lengua misma, el entregarle un rol propio, es lo que convierte a Fosse en un antípodo de su inmediata predecesora, la francesa Annie Ernaux, quien conscientemente minimiza los rasgos literarios de su lenguaje para no distraer de su propósito analítico. Para Fosse, al contrario, el acto de escribir, el medio de la escritura, son tanto sino más importantes que la trama final; una reflexión sobre el lugar del arte y del artista en el mundo constituye una parte inseparable de sus obras. Él es, entre los ganadores de los últimos años, el autor más cercano a lo que se podría llamar Arte Puro. Esto, junto con su trabajo en una lengua minoritaria, chiquitita, llama la atención de manera adicional a la Academia Sueca. Sugiere que, más allá de estrategias políticas y publicitarias, estamos frente a un intento por expresar su apreciación de las infinitas, a veces contradictorias, formas que la literatura y las artes poéticas adquieren en el mundo moderno.

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