La extrema derecha se consolida en Europa

Aunque tiene su sustento inicial en Europa, se ha convertido en una fuerza de carácter global y transnacional, con un discurso contrario a la globalización y al orden liberal.

En 2022, nuevamente, las fuerzas de extrema derecha han tenido contundentes victorias en Europa y otras partes del mundo. Primero, en las elecciones generales de Suecia, en septiembre, el partido Demócratas de Suecia se situó con una votación de alrededor del 20%, con lo cual, sumado al bloque de derecha, que incluye a los partidos Liberal y Demócrata Cristiano, sobrepasó a los socialdemócratas y sus aliados. Esto motivó la renuncia de la primera ministra, Magdalena Andersson, de la socialdemocracia. Ulf Kristersson, del conservador Partido Moderado, fue investido como primer ministro hacia mediados de octubre, con el apoyo de los partidos Liberal y Demócrata Cristiano. Aunque Demócratas de Suecia no formará parte directa de la coalición, se reconoce su creciente influencia en el nuevo gobierno sueco.

Segundo y, más importante que lo anterior, es la rotunda victoria de la extrema derecha en Italia, con Hermanos de Italia, partido liderado por Giorgia Meloni, que, alcanzando el 26% de los votos, se convirtió en el partido político mayoritario. En conjunto con la Liga del Norte —de Matteo Salvini— y Fuerza Italia —de Silvio Berlusconi—, estaría en condiciones de formar un gobierno de coalición en la tercera economía más importante de la Unión Europea.

Estamos en presencia de un fenómeno que corresponde a una «nueva derecha radical», que viene en auge sostenido desde la crisis financiera de 2008 y que ha obtenido triunfos importantes en distintas partes del mundo, con un discurso crítico a la democracia liberal. En algunos casos, como Hungría y Polonia, está en el poder. Así sucede con Viktor Orban, primer ministro de Hungría desde 2010, del partido Unión Cívica Húngara, y con Andrzej Duda, presidente de Polonia desde 2015, del partido Ley y Justicia.

En otros casos, estas fuerzas han formado parte de gobiernos de coalición. Cabe mencionar a Matteo Salvini, de la Liga del Norte, quien fuera ministro del Interior y vicepresidente de Italia desde junio de 2018 hasta septiembre de 2019 y que ahora volvería a formar parte de un gobierno encabezado esta vez por Meloni. En el caso de Austria, Heinz-Christian Strache, presidente del Partido de la Libertad, fue vicecanciller de Austria desde marzo de 2017 a mayo de 2019.

La nueva derecha radical tiene también fuerzas importantes en otros países europeos, con representación en los respectivos parlamentos nacionales y/o en el Parlamento Europeo. Destacan el Partido Popular Danés en Dinamarca, Alternativa para Alemania en Alemania, el Partido Liberal de Austria y la Agrupación Nacional de Francia, entre muchos otros ejemplos. Es emblemático el caso de Marine Le Pen en Francia, quien se ha presentado tres veces como candidata a la Presidencia de la República, en 2012, 2017 y 2022, pasando a segunda vuelta en las dos últimas elecciones con una votación de alrededor de 34% y 41%, respectivamente.

También es importante mencionar, especialmente desde América Latina, al partido Vox de España, fundado en 2013, dirigido por Santiago Abascal, que en las elecciones nacionales de 2019 se convirtió en el tercer partido político más votado, alcanzando poco más del 15%. Como veremos más adelante, este partido español se ha convertido en un eslabón valioso entre la extrema derecha europea y la latinoamericana.

La nueva derecha radical no se limita al escenario europeo. Dos grandes victorias presidenciales la convierten en un fenómeno de alcance global: la de Trump en Estados Unidos (2016) y la de Bolsonaro en Brasil (2018). Y ambos son referentes importantes para estas fuerzas políticas a nivel global. A pesar de su derrota en las elecciones de 2020, el expresidente estadounidense sigue teniendo una vigencia importante, es considerado un referente para los movimientos supremacistas blancos y, aún con procesos judiciales en su contra, tiene un amplio respaldo en su Partido Republicano, con la posibilidad de volver al poder en 2025.

En el caso de Bolsonaro, en las elecciones de primera vuelta, el 2 de octubre de 2022, el actual presidente obtuvo alrededor de un 43% de los votos, y sus aliados en el parlamento y en las gobernaciones de los principales estados obtuvieron importantes victorias. De este modo, aunque pierda el ballotage del 30 de octubre frente a Lula da Silva, el bolsonarismo seguirá siendo una fuerza política de importancia en Brasil.

DOS GRUPOS EN EL PARLAMENTO EUROPEO

En consecuencia, esta nueva derecha radical, que ha tenido un sustento inicial en Europa, se convierte en una fuerza de carácter global y transnacional. Sus líderes han conformado redes transnacionalizadas, donde se difunde un discurso que es contrario a la globalización y al orden liberal, que encuentra un foco sustancial en el ataque a la migración. Otro de los temas de la agenda nacional, regional y global de la extrema derecha dice relación con una fuerte oposición a los logros alcanzados en materia de derechos civiles, especialmente del mundo LGBTQ, de los movimientos feministas y de distintos grupos étnicos y culturales.

De manera institucional, están presentes en dos grupos políticos del Parlamento Europeo. El Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, donde están, entre otros, Vox (España), Hermanos de Italia, Ley y Justicia (Polonia) y Demócratas de Suecia. Identidad y Democracia, por su parte, incluye al Partido de la Libertad de Austria, Agrupación Nacional de Francia, Alternativa para Alemania, la Liga de Matteo Salvini. Precisamente, este último ha intentado unir a la extrema derecha, formando un solo conglomerado, lo que no ha logrado, debido a las divisiones que separan a los distintos partidos.

EN BUSCA DE UNIDAD

Además de esta presencia institucional, hay otras dos instancias fundamentales que muestran el carácter transnacional de estas fuerzas políticas y, que buscan la unidad de la extrema derecha, las que de alguna manera pretenden consagrar la hegemonía estadounidense y europea, respectivamente. Por una parte, está El Movimiento, fundado en 2017 por Steve Bannon, quien fuera colaborador del presidente Trump en sus primeros meses de gobierno. En esta organización ha habido participación de varios líderes latinoamericanos, siendo Eduardo Bolsonaro, el hijo del presidente, el encargado para América Latina de El Movimiento. En 2018, Bolsonaro organizó la Cumbre Conservadora de las Américas, en la que participaron varios líderes latinoamericanos, entre ellos el excandidato presidencial chileno, José Antonio Kast.

Una segunda instancia transnacional ha sido la liderada por Santiago Abascal, a partir de algunas cumbres convocadas en Madrid. En enero de 2022, previamente a la invasión de Ucrania, en una «cumbre patriótica» en la capital española, estuvieron invitados los primeros ministros de Hungría, Viktor Orbán, y de Polonia, Mateusz Morawiecki, así como la presidenta de Agrupación Nacional, Marine Le Pen, entre otros.

En octubre del mismo año, Abascal organizó una nueva cumbre en Madrid, en la que participaron líderes europeos y americanos. El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, fue el único líder internacional presente de modo presencial. Esta cumbre contó con la participación virtual de algunos de los principales referentes de la extrema derecha europea y americana, como son Giorgia Meloni, Viktor Orbán y Donald Trump. En el ámbito latinoamericano, estuvieron, entre otros, José Antonio Kast; el expresidente colombiano, Álvaro Uribe; el líder del argentino partido Libertad, Javier Milei.

De este modo, podemos observar que Abascal se ha convertido en un referente sustancial de la nueva derecha radical, que ha permitido conectar a las distintas fuerzas políticas de este conglomerado, produciendo un vínculo y enlace fundamentales entre las fuerzas europeas y las latinoamericanas.

DIFERENCIACIONES RESPECTO DE LA GUERRA

Sin embargo, una de las principales diferencias que se acentúan en el seno de la nueva derecha radical dice relación con la posición con respecto a la guerra de Ucrania. Previamente a la invasión rusa, los líderes ultranacionalistas tenían una admiración a Rusia y a su presidente, al extremo que algunos querían terminar con todo tipo de sanciones económicas a Moscú, y fortalecer las relaciones tanto políticas como económicas con esta potencia. Ya en la cumbre de Madrid, de enero de 2022, ante la amenaza de una invasión rusa, se reflejaron serias discrepancias con respecto a un futuro conflicto en Ucrania. Mientras Orbán y Le Pen señalaron su respaldo a Putin, Morawiecki indicó su apoyo a Kiev.

Una de las principales diferencias que se acentúan en el seno de la nueva derecha radical dice relación con la posición con respecto a la guerra de Ucrania.

La guerra en Ucrania ha avivado el debate al interior de estas fuerzas, mostrando cómo dos países gobernados por la extrema derecha, como son Polonia y Hungría, han adoptado dos caminos marcadamente diferentes: mientras Varsovia ha tenido una posición de total respaldo a Kiev, Budapest ha sido reticente a cualquier apoyo militar a Kiev y a cortar su dependencia energética de Moscú, pese a las presiones de la Unión Europea.

Estas fuertes discrepancias también afectarán probablemente al futuro gobierno italiano. Mientras la futura primera ministra ha declarado su adhesión a la OTAN, a Ucrania y a las sanciones en contra de Rusia, Salvini es un conocido admirador de Putin, y antes del inicio de la guerra en Ucrania, solía vestir una camiseta con la fotografía del líder ruso, en señal de apoyo al mismo.

En definitiva, si la guerra en Ucrania continúa, la nueva derecha radical se enfrentará con un importante desafío en materia externa. Queda claro que, a nivel interno, existe un consenso en cuanto a un discurso transnacionalizado que mantiene su firme oposición a determinados valores y grupos de la población. Sin embargo, a nivel externo, se presenta un debate de gran profundidad: si apoyar a las tradicionales fuerzas occidentales, representadas por las instituciones de la Unión Europea y de la OTAN y, por lo tanto, aproximarse al lado de Ucrania en la guerra; o bien, adoptar una posición que favorezca a Rusia, a Putin y, que, por lo tanto, profundice la brecha al interior de estas fuerzas, y al interior de la Unión Europea. El futuro es incierto y lo que pase con estas fuerzas también parece serlo.

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