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No se abordan aquí los abusos sexuales ni las negligencias para afrontarlos; tampoco factores culturales que ayudan a comprender la crisis eclesial. Reflexionamos sobre cuatro fenómenos eclesiales posconciliares que muestran que los problemas de la Iglesia chilena son los de la Iglesia universal y, además, dependen de esta. Ha hecho bien el Pontífice en pedir perdón en su carta a los obispos chilenos, pero la responsabilidad no es solo de él, sino de problemas estructurales de la Iglesia universal que le toca encabezar. La venida del Pontífice, con sus consecuencias, debiera disponernos a afrontar las dificultades que aún tenemos para una recepción del Concilio Vaticano II, en pro de una Iglesia más colegiada, más universal y más dispuesta a acompañar que a condenar.