Latinoamérica ante la pugna chino-estadounidense

China ha ido ganado espacios en la actividad comercial y en las inversiones en nuestro continente en los últimos años, lo cual estuvo muy presente en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños realizada en mayo, en Beijing. [También disponible en audio]

América Latina es un campo más en la disputa entre Estados Unidos y la República Popular China. Beijing ha incrementado su huella comercial en Latinoamérica, superando los 500 mil millones de dólares. Estados Unidos, en tanto, ha perdido su hegemonía en Sudamérica. El avance chino ha sido meteórico en el curso de las últimas dos décadas. En 2002 el comercio entre China y la región era de 18 mil millones de dólares. Dos décadas más tarde, en 2023, Estados Unidos había disminuido su presencia comercial y China ya lo superaba en el grueso de los países latinoamericanos.

Esta realidad estuvo muy presente en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) realizada, el 13 de mayo, en Beijing. Por parte de la región asistieron los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro y Gabriel Boric, además de los ministros de relaciones exteriores de los 33 países presentes.

Tanto China como los países latinoamericanos asistieron al encuentro imbuidos de un enfoque transaccional, como está en boga decir. Ello significa la búsqueda de beneficios económicos al margen de preferencias ideológicas. China, enfrentada a los aranceles impuestos por Estados Unidos, busca ampliar su presencia en otros mercados. En lo que respecta a la región, una de sus metas es la diversificación de sus relaciones económicas y políticas. Este enfoque no implica el abandono de las relaciones históricas con Estados Unidos, en una visión no siempre reciprocada por Washington, donde perviven resabios de la Doctrina Monroe, que proclama la supremacía norteamericana en el hemisferio. O lo que algunos mandatarios estadounidenses han considerado, por mucho tiempo, como su exclusivo «patio trasero», encapsulando este anhelo en la consigna «América para los americanos».

La reciente reunión de la CELAC cobró una relevancia inusitada de cara a las políticas proteccionistas impuestas por el presidente Donald Trump. Beijing teme que Washington ejerza presiones que limitarán su acceso a los mercados latinoamericanos. Ello, en momentos en que, pese a los esfuerzos de las autoridades, el mercado doméstico chino es incapaz de absorber su formidable producción manufacturera.

La reciente reunión de la CELAC cobró una relevancia inusitada de cara a las políticas proteccionistas impuestas por el presidente Donald Trump.

LAS NARRATIVAS DE WASHINGTON Y BEIJING

Las llamadas guerras comerciales suelen derivar en pugnas por la hegemonía política. En ocasiones, cuando el impasse persiste, las fricciones económicas pueden trasladarse al campo bélico. En la pugna entre Estados Unidos y China, cada bando ha desarrollado una narrativa para justificar sus acciones y consolidar sus apoyos políticos.

En Estados Unidos el presidente Donald Trump ha tenido considerable éxito con su evocación a un pasado mejor. La consigna de «Make America Great Again» (MAGA), Hagamos América Grande Nuevamente, resuena fuerte entre sus compatriotas. El discurso del actual Gobierno estadounidense parte de la premisa de que el relativo retroceso económico del país se debe al abuso del cual se siente víctima. Su lectura del comercio internacional señala que una diversidad de países protege sus economías, con una amplia batería de medidas, mientras Estados Unidos ha mantenido sus fronteras relativamente abiertas. «America First» es la consigna que, en términos prácticos, representa su respuesta proteccionista. La barrera básica de esta postura se implementa a través de los aranceles. El discurso contra el aperturismo postula que la producción nacional representa lograr empleos y fortalecer la autonomía energética e industrial; dicho en términos coloquiales, «la caridad comienza por casa».

En China, por su parte, Xi Jinping, su líder supremo, al asumir en 2012 como Secretario General del Partido Comunista (PCCh), prometió: «Hacer realidad la gran renovación de la nación China, lo que constituye su mayor sueño en la historia moderna». Desde entonces el compromiso de convertir a China en una potencia próspera e imprescindible en la arena internacional sigue vigente. En 2021, con motivo del centenario de la fundación del PCCh, Xi evocó lo que sus compatriotas denominan «el siglo de la humillación», que alude al saqueo y sumisión que impusieron diversas potencias coloniales. En la aludida ocasión, Xi advirtió: «Nunca permitiremos que alguna fuerza extranjera nos subyugue, nos oprima o nos amedrente». Estos propósitos pueden servir de clave explicativa a la respuesta china a las amenazas de aranceles a sus exportaciones a Estados Unidos. En Beijing las medidas de Trump para castigar sus productos son percibidas como una actitud matonesca destinada a subyugarlos.

AMÉRICA LATINA

China no cesa de ganar terreno en el ámbito comercial y en tiempos recientes ha multiplicado sus inversiones en grandes proyectos de infraestructura. Un rubro favorecido es el de la energía. Desde el año 2000, China ha invertido 168 mil millones de dólares en la región, con Brasil como destinatario principal. Los rubros preferidos son la minería, las telecomunicaciones, el transporte, las empresas de energías renovables, la producción eléctrica y la distribución.

China se ha consolidado como el principal socio comercial de Brasil. En 2023, el 30 por ciento de sus exportaciones fueron a China y el 23 por ciento de sus importaciones provinieron de dicho país. En contraste, Estados Unidos representó solo el diez por ciento de las exportaciones brasileñas.

En el campo diplomático, Itamaray ha reforzado su postura tradicional: situarse en el «sur global» desde una perspectiva multilateralista. En las palabras de Celso Amorim, que fue ministro de relaciones exteriores de Lula y ahora es su principal asesor en la materia, «es una política que busca la independencia a través del balance en el mundo y la multipolaridad». Amorim precisa: «No queremos un mundo dominado por un solo país o por una ideología o, mucho menos, por una sola persona».

En el curso de la reunión de la CELAC, el presidente Xi le planteó a Lula que ambos países debían cooperar para mejorar la gobernanza global y confrontar «el unilateralismo, el proteccionismo y las actitudes matonescas». Ante ello, Lula respondió que debían fortalecer la coordinación estratégica para proteger los intereses comunes del sur global. Lula puntualizó que Brasil no temía a las represalias de Estados Unidos por su acercamiento a China.

En tanto, China es hoy el segundo socio comercial de Colombia en términos de exportaciones, después de Estados Unidos, y el primer origen de las importaciones del país. Se prevé que para 2025 o 2026 China superará a Estados Unidos como socio principal de Colombia. Uno de los proyectos emblemáticos es la construcción del metro de Bogotá, por parte de la empresa China Harbour Engineer Company. Un informe de la Cancillería colombiana da cuenta de más de un centenar de empresas chinas instaladas en el país, que representan inversiones de más de 3.100 millones de dólares en infraestructura, minería y energía. A estos se suman otras iniciativas, como la construcción de carreteras, túneles y hospitales.

Es llamativo el giro hacia China que Colombia da en los últimos años, hecho que culminó el 14 de mayo con la firma por parte del Gobierno de Gustavo Petro para su ingreso a la iniciativa de la Franja y la Ruta, decisión que preocupa a Estados Unidos, aliado estratégico de sucesivos gobiernos colombianos. Con amenazante ironía, Mauricio Claver-Carone, enviado especial para América Latina del Departamento de Estado, advirtió que «el acercamiento de Petro a China es una gran oportunidad para las rosas ecuatorianas y el café centroamericano (en los Estados Unidos)». Aludía a dos de las principales exportaciones colombianas.

CHILE

Nuestro país aprovechó la reunión de CELAC para reafirmar su enfoque de las relaciones exteriores. El presidente Gabriel Boric dijo: «En Chile defendemos la autonomía estratégica de nuestro país y decimos que la soberanía radica no solo en el respeto a las fronteras materiales, sino a la decisión libre y soberana de poder decidir con quién y cuándo comerciar, porque el comercio es el encuentro entre pueblos y nosotros queremos encontrarnos con todos los pueblos, no tener que optar por uno u otro por imposición».

En 2024 InvestChile, la agencia nacional promotora de la inversión extranjera en el país, señaló que los negocios chinos aumentaron visiblemente en años recientes. En 2016 el organismo consignaba cinco proyectos —por alrededor de 310 millones de dólares— en tanto que al concluir 2023 estos totalizaban veintiuno, por un valor aproximado de alrededor de 4.250 millones de dólares.

Una de las industrias en la que China tiene una presencia sólida es la energía. En 2020 la firma State Grid adquirió casi la totalidad de la propiedad de la distribuidora CGE, por aproximadamente tres mil millones de dólares, compra que otorga el control de cerca de la mitad del mercado de la distribución eléctrica del país. En 2019, la firma ya había adquirido Chilquinta Energía, otra distribuidora.

Santiago es la ciudad con el mayor número de buses eléctricos de fabricación china. El país cuenta con 2.555 buses en operaciones. Esta cifra debe alcanzar a 4.300 buses en 2025, cantidad que representará el 68 por ciento de la flota operativa del sistema Red Movilidad.

PERÚ, MÉXICO Y PANAMÁ

En tanto, Perú viene de inaugurar el gran puerto de Chancay, que busca agilizar y reducir costos para el comercio marítimo entre Sudamérica y China. Los muelles y grúas del puerto de aguas profundas facilitarán el despacho de materias primas a China y la recepción de sus manufacturas. Su ubicación permitirá eludir el Canal de Panamá y el extenso viaje por el Atlántico, acortando semanas de navegación y sus consecuentes costos.

El puerto, que ha representado una inversión de 1,3 mil millones de dólares, servirá de base a la naviera china Cosco. Será, en consecuencia, un eslabón más en la iniciativa de la Franja y la Ruta, la megainiciativa de infraestructura de transporte y la cooperación comercial.

Pete Hagseth, el ministro de Defensa de Estados Unidos, planteó que su país observa una amenaza bélica en la región. A su juicio: «La presencia militar china es demasiado amplia en el Hemisferio Occidental». Aunque no existen bases militares chinas, Hagseth expresó su preocupación por la construcción del puerto de Chancay, que algún día, a su juicio, podría albergar navíos pertenecientes a la marina china.

Por su parte, México es muy dependiente del mercado estadounidense, pues este recibe el 80 por ciento de sus exportaciones. En consecuencia, ya ha sufrido fuertes presiones de Estados Unidos para que limite importaciones de manufacturas e inversiones chinas. Numerosas empresas chinas han visto en México una puerta de entrada al norte del Río Grande.

En tiempos recientes, el Gobierno mexicano ha tomado medidas para restringir las actividades de empresas chinas, especialmente en el sector automotriz y textil.

Respecto de Panamá, se puede decir que figura a la cabeza de los países amenazados por una intervención militar directa por parte de Washington. En concreto, Washington buscaría ejercer un control directo sobre el canal que comunica los océanos Atlántico y Pacífico. La vía tiene un valor estratégico no solo para el comercio, sino que también permite el tráfico naval entre las dos costas de Estados Unidos.

El Gobierno de Trump postula que China ha ejercido un control considerado inaceptable sobre el canal y sus puertos. Ahora es Beijing el que recela la posibilidad de que Washington ponga trabas a su utilización de la vía. Lo cierto es que tanto Washington como Beijing valoran el tráfico por el canal al más alto nivel estratégico. Ello, a tal punto de que China llegó a considerar la construcción de un nuevo canal a través de Nicaragua. En definitiva, la iniciativa no prosperó.

Las fricciones por los accesos al canal no han concluido, pese a la subordinación de Panamá a las exigencias estadounidenses. Al respecto, Michael McKinley, un ex alto funcionario del Departamento de Estado, advierte que la postura de su país frente a Panamá «envía un mensaje amplio para toda la región sobre las inversiones y control chinos en infraestructura clave».

SOBRE LA PRÓXIMA DÉCADA

China cerró el encuentro con la predicción de una «década de oro» en los lazos entre la nación asiática con América Latina y el Caribe. Como un anticipo, Beijing eximió de la necesidad de contar con visas para visitar el país a una serie de naciones latinoamericanas. Como broche de cierre, Beijing anticipó una línea de crédito por diez mil millones de dólares. En el plano político, Xi reiteró que su país «apoya a Latinoamérica en la salvaguardia de su soberanía e independencia y que se opone a las interferencias extranjeras».

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