LIBRO. «Capital e ideología»

Thomas Piketty profundiza en la temática de la desigualdad, como la concentración de propiedad, renta y capital en pocas personas. Realiza un análisis histórico de cómo evoluciona la concentración de la riqueza en cada país y sostiene que cada sociedad debe fundamentar y justificar los niveles de desigualdad que se permite (Paidos, 2019, 1247 páginas).

En 2013, el economista francés Thomas Piketty publicó el libro El Capital en el siglo XXI, que fue reconocido como el mejor libro de economía del año y quizá de la década, por el premio Nobel de la disciplina, Paul Krugman. En 2019, el destacado economista sorprendió con un tratado de 1247 páginas, que titula Capital e Ideología. En él aborda la temática de la desigualdad en los países desde una perspectiva histórica, económica, política y sociológica. Para este gran trabajo, se basa en los datos provenientes de la World Inequality Database, proyecto que aúna el esfuerzo conjunto de más de cien investigadores que cubren más de ochenta países en todos los continentes.

En Capital e Ideología el autor profundiza en la temática de la desigualdad, como la concentración de propiedad, renta y capital en pocas personas, el 1% o 10% más rico de la sociedad. Realiza un análisis histórico de cómo evoluciona la concentración de la riqueza en cada país y sostiene que cada sociedad debe fundamentar y justificar los niveles de desigualdad que se permite.

¿Qué datos presenta el autor para escribir acerca de la desigualdad? La concentración de la tenencia de la propiedad, el capital y los activos de un país ha variado a través de los siglos. Es así como, entre los años 1980 y 2015, la proporción de la Renta Nacional que se concentra en el último decil (10% más rico) de la población, para Europa pasa del 27% a 34%; en China pasa del 25% a 40%; en EE.UU. pasa de 35% a 50% y en 2015, en EE.UU., la renta promedio del último percentil (1% más rico) es ochenta veces superior al promedio de la renta del 50% más pobre de la población.

Suecia fue durante el siglo XIX y comienzos del XX un país muy desigual, siendo hoy día modelo de equidad social. En Francia, el último decil concentró durante el siglo XIX entre el 80% a 90% del patrimonio total del país. En la actualidad esa cifra se sitúa en torno al 50%. En Rusia, en 2010, el último decil concentra el 50% del patrimonio, mientras el último percentil concentra entre el 20% y el 25% de la renta total del país. A su vez, China, un país que era muy igualitario, ha evolucionado y hacia 2005 el último decil concentra más del 40% de la renta nacional, mientras el 50% más pobre concentra poco menos del 15%. Esto hace a China más desigual que Europa y cercana a EE.UU. Por lejos, la región más desigual del mundo es Oriente Próximo, a causa del acaparamiento de recursos provenientes del petróleo por parte de estratos sociales reducidos. Por su parte, la revista Forbes demuestra un crecimiento espectacular (6-7%/año real) de las grandes fortunas en las últimas décadas.

En el ámbito de la educación, el autor destaca que la mayoría de los países estudiados financia más del 90% de la educación primaria y secundaria con fondos públicos. No ocurre lo mismo con la educación terciaria, donde el financiamiento proveniente de fondos públicos varía según cada país.

En relación con los fondos públicos invertidos en educación primaria y secundaria, muchos países tienen enormes inequidades. En Francia, en 2018, el percentil alto recibió cinco veces mayor inversión pública por alumno que el percentil bajo. A su vez, el sistema destina casi tres veces más dinero por alumno al 10% más favorecido. Dicho segmento cuenta con profesores de mayor experiencia y un mayor número de profesores a tiempo completo. Lo anterior refleja un sistema educativo desigual para Francia.

En EE.UU. el acceso a la educación superior está fuertemente condicionada por los ingresos parentales. Las mejores universidades admiten una proporción mayor de alumnos del 1% más rico que del 60% de menores ingresos. Entre los jóvenes de los hogares más pobres, solo el 20-30% accede a la universidad. Esta cifra aumenta en forma lineal hasta niveles de ingreso del 90% para jóvenes de hogares ricos. Esta situación se agrava por el acceso informal de hijos de grandes donantes a universidades privadas.

La recaudación de fondos que realizan los Estados a través de los impuestos ha variado a lo largo del tiempo y también entre países. Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX tanto en Europa como en EE.UU. la recaudación fiscal total era inferior al 10% de la renta nacional. Esta recaudación subió al 20% en los años 1920-30 y al 30% en los años 1950-60. Desde la década de 1970-80 y en adelante, varió según cada país: EE.UU. se situó en torno al 30%, Reino Unido en torno al 40%, Alemania cerca del 45% y Francia y Suecia en el 50% de la renta nacional. El aumento de tamaño del Estado no impidió el crecimiento económico y formó parte de la estrategia de desarrollo tanto en EE.UU. como en Europa.

En países pobres de África, como Nigeria, Chad y República Centroafricana, los ingresos fiscales representan entre un 6-8% del PIB, cifra que no alcanza para abordar temas de salud y educación. Por otra parte, en países ricos de Europa occidental y Japón, los ingresos fiscales corresponden a entre el 40-50% de la Renta Nacional.

El autor reflexiona acerca de las características de una sociedad justa, como aquella que permite a todos sus miembros acceder a los bienes fundamentales de manera amplia. Educación, salud, empleo, renta, voto, participación en la vida social, cultural, económica, cívica, política. Una sociedad es justa, en la medida en que los miembros menos favorecidos puedan disfrutar de las mejores condiciones de vida. Propone un modelo político de socialismo participativo.

Para hacer frente a los derechos antes mencionados y abordar en forma eficaz la desigualdad, una nación requiere de una recaudación fiscal significativa que, a su vez, se estructure en forma justa. El autor considera que una tributación justa debe combinar en forma equilibrada y complementaria un sistema progresivo de impuestos sobre las sucesiones, la renta y el patrimonio. El que sea progresivo significa que a medida que aumenta el valor de la renta o patrimonio, aumenta también el porcentaje que grava dicho valor. Para el patrimonio, se considera un impuesto anual progresivo sobre el valor del patrimonio y también un impuesto cuando este se transfiere. Estos impuestos deben gravar la renta y el patrimonio total, deducidas las deudas. Piketty considera que el principio de progresividad en la justicia fiscal debiera quedar grabado en la Constitución del país.

El autor es muy crítico respecto del capitalismo como una ideología política que da protección casi absoluta a la propiedad privada. Señala que como resultado de fuertes movimientos sindicales hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, en varios países de Europa ha cambiado el sentido de propiedad de las empresas. Menciona el caso de Alemania que en 1951 introdujo en las grandes empresas la obligación de reservar a los representantes de los trabajadores, la mitad de los cupos y el derecho a voto, en los consejos de administración. Estos administradores-empleados pasaron a tener voz y voto en las decisiones estratégicas, nombramiento del equipo directivo y acceso a los estados financieros. En 1976, esta cogestión se extendió a todas las empresas con más de dos mil empleados. En las empresas con entre quinientos a dos mil empleados, un tercio de los cupos debía quedar reservado para los trabajadores. En Suecia, la ley de 1974, ampliada en 1980 y 1987, prevé un tercio de cupos para los trabajadores en el consejo de administración, para empresas con más de veinticinco empleados. Similares leyes rigen en Dinamarca, Noruega y Austria. Estas leyes de cogestión han permitido un mayor equilibrio de poder, desarrollo armonioso, mayor eficacia y mayor productividad, mayor competitividad y equidad salarial.

El autor es partidario de una solidaridad internacional y respalda la iniciativa en que los países deben destinar el 1% de su renta nacional bruta para ayuda al desarrollo. Menciona que países como Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa, han recibido entre 2010 y 2016 transferencias netas de la Unión Europea (UE), del orden de 2-4% de su PIB. A su vez, Alemania, Francia y Reino Unido han realizado transferencias netas del orden de 0,2-0,3% de su PIB en igual periodo. Por otra parte, transparenta que, para el mismo periodo señalado, ha habido una salida de rentas (intereses, dividendos, rentas de propiedad) equivalente a entre 4 y 7% del PIB de cada país. Esta situación ocurre debido a que la UE está basada en la libre circulación de bienes y capitales y la libre competencia entre territorios, casi sin política fiscal y social común. Esto impacta a los salarios y beneficios, beneficiando a los actores más móviles. En la UE no hay una política orientada a disminuir desigualdades. Afirma que en 2017 la UE disminuyó los impuestos progresivos (renta y patrimonio) a los más ricos, haciendo crecer la desigualdad. La inexistencia de un presupuesto e impuestos comunes, hacen de la UE una unión comercial más que un gobierno federal.

Preocupa al autor los elevados y crecientes niveles de desigualdad en el mundo. Datos para 2018 muestran que, de la renta total de un país, el decil superior concentra el 35% en Europa; 42% en China; 47% en Rusia; 48% en EE.UU.; 55% en India y Brasil; 65% en Oriente Próximo y Sudáfrica; 68% en Qatar. A su vez, la relación entre la renta media del 10% más rico y el 50% pobre es: ocho veces para Europa; quince veces para China y Rusia; diecinueve veces para EE.UU., India y Brasil; 35 veces para Oriente Próximo, Sudáfrica y Qatar. Afirma que la creciente desigualdad y el calentamiento global son los mayores retos del siglo XXI.

El calentamiento global, junto con ser un desafío mayor, es también un enorme desafío de justicia. Los países ricos y los más ricos dentro de cada país, son los mayores responsables de la emisión de gases con efecto invernadero, mientras que las consecuencias del calentamiento serán más duras para los pobres. Entre 2010 y 2018 las emisiones de carbono a nivel mundial fueron, 22% para China, 22% para América del Norte, 16% para Europa y 40% para el resto del mundo. No es ilógico pensar que EE.UU. debiera compensar a otros países por el perjuicio infligido. Afirma, que la forma más eficaz de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero es a través de normas, prohibiciones y reglas estrictas. A su vez, el autor sostiene que se debiera implementar un impuesto progresivo a la emisión de carbono, con tipos más altos a las mayores emisiones. MSJ

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