Comentario del mes a lo más destacado de la música.
Creo que no existe mejor obra de arte que la que está «dedicada a…». A otra persona, idealmente; pero también a un colectivo, como gesto de pertenencia o como legado. En ese espíritu va esta crónica. Parto por una dedicatoria mía. Es válido dedicar a otra persona algo que nos gusta, aunque no sea de nuestra autoría, como un gesto de cariño. En las radios de auténtica raigambre popular, los oyentes se dedican canciones mutuamente y construyen o reconstruyen, así, vínculos de afecto. En segundo lugar, voy a destacar una producción musical reciente, que es, en sí misma, una gran dedicatoria del artista a quienes lo escuchamos y admiramos en su fecunda existencia terrenal.
Me parece que Javier Hernán Ossa, un viejo amigo, no ha escuchado un solo disco de los que he recomendado en los últimos 18 años. Pero no estoy seguro de que ello se deba solo a una suerte de desprecio de lo que no sea definible como música «docta». De hecho, la última vez que estuve con él me habló, incluso con respeto, de Calle 13. Tampoco me extraña esto, porque sé que Javier Hernán es, a fin de cuentas, un tipo curioso. Estoy seguro de que este disco sí que le va a gustar. Por eso, no solo se lo recomiendo, sino que, derechamente, se lo dedico. También sé que va a escuchar el disco de principio a fin, tal vez, acompañando la lectura de su breviario o contemplando el jardín de su casa, mientras considera novedades para su trabajo de «coordinador pastoral» en un barrio penquista. Entrando en materia, logro imaginármelo identificando con gozo a Cal Phillipp Emanuel Bach, uno de los múltiples hijos que el gran Johann Sebastian concibió (casi con el mismo nivel de fecundidad que lo caracterizó como compositor). Por cierto, no pretendo saber mucho de C.P.E., salvo que alguna vez he escuchado su música, un sutil puente entre aquello que su padre creó tan bellamente y los primeros atisbos del estilo clásico. Los expertos destacan que en sus Württembergische Sonaten, de 1744, C.P.E. Bach alcanza su más alto desarrollo musical. Aquí estas sonatas están interpretadas (atención, Javier) por un pianista, Keith Jarret (nacido en Pensilvania, Estados Unidos, en 1945), que se ha hecho célebre como un gran talento del jazz desde los sesenta hasta ahora. En esta larga carrera se ha caracterizado por su creatividad en el difícil arte de la improvisación. Ha tocado con grandes músicos, destacándose entre ellos Miles Davis, para luego derivar al cultivo de su propio arte, como líder de diversas agrupaciones y, sobre todo, en el piano solo. Su memorable Kölner Concert, de 1975, ha quedado hasta el día de hoy como un verdadero ícono de su música y de su especial talento interpretativo. Hay una característica de las ejecuciones de Jarret que suele ser destacada: en sus conciertos en solitario, sobre todo en los grabados en vivo, la impronta del pianista se manifiesta no solo en el discurrir de sus manos sobre el teclado, sino también en su voz y en su respiración. Una voz que por momentos parece murmurar la melodía interpretada y una respiración agitada o jadeante, que parece inundar de pasión una música ya suficientemente cargada de energía. No he indagado este aspecto en este disco. Tarea para Javier Hernán.
Otro gran pianista, el estadounidense de ascendencia latina Armando Anthony Corea, conocido como Chick Corea (1941-2021), aparece aquí, en todo su esplendor, dedicando a todos nosotros, sus oyentes, algunas de las piezas más preciadas de su vida musical. En realidad, es él mismo quien se nos dedica. Esta producción nos hace presente al Chick Corea de siempre en el escenario: comunicándose de modo sencillo y auténtico con su público y tocando como si estuviera en su propia casa, en una tertulia musical; siempre relajado, disfrutando y, lo más sorprendente, con una frescura y un talento natural de tal envergadura, que logra que sus interpretaciones sean reconocidas por el público (a diferencia de otros jazzistas herméticos y pretenciosos) y, al mismo tiempo, con un nivel de creatividad capaz de reinventar los temas cada vez, en una siempre nueva versión. Escuchar a Chick Corea es escuchar algo conocido, algo entrañable, pero a la vez completamente reconfigurado. Encontramos su alegre «Armando’s Rumba», algunas versiones de sus «retratos» musicales (Portrait) y recreaciones de sus potentes Children’s Songs, piezas de distintos momentos de su larga carrera, que sabe mezclar, con toda naturalidad, con temas de otros grandes músicos que lo inspiraron: Thelonious Monk, Bill Evans, Duke Ellington, también Stevie Wonder y, por qué no, W. A. Mozart… Este es su último concierto, su despedida, en el Ruth Eckerd Hall de Florida, en octubre de 2020. Nos dejaría el 9 de febrero de 2021.