En la obra del novelista tanzano Abdulrazak Gurnah se alude con frecuencia al tema del desarraigo y a la soledad, y a las sensaciones de pérdida y desorientación que se viven cuando se sufre el racismo.
A veces pensamos que la verdadera misión de los Premio Nobel de Literatura es recordar (o, incluso, revelar) al gran público a escritores fantásticos, pero demasiado poco conocidos. Así fue el año pasado con la norteamericana Louise Glück (1), poeta extraordinaria, pero ¿quién pasa hoy sus tardes leyendo poesía? O con la polaca Olga Tokarczuk (2018, entregado en 2019) (2) o la guadalupeña Maryse Condé (2018, el “Nobel alternativo” de ese año) (3).
Algo parecido ocurre también este año, pues el galardonado se llama Abdulrazak Gurnah, simultáneamente “uno de los más grandes autores africanos vivos” y muy difícil de encontrar en una librería. Actualmente, de unas diez obras en total, solo En la orilla (2003) se encuentra disponible en castellano, con la adicional posibilidad de toparse en estanterías de libros usados con Precario silencio (1998) y Paraíso (1997), novela nominada al Booker Prize y al Whitbread Prize. En otros idiomas, la situación tampoco es mucho mejor. Dicen que los autores africanos no venden… y, mal que mal, la labor de editar libros es un negocio. En la lista de los galardonados, él es el primer africano desde J. M. Coetzee (2003) y el primero de raza negra desde Wole Soyinka (1986), en unos premios que después del escándalo de corrupción de 2018 prometieron ser menos eurocéntricos y menos sexistas.
Abdulrazak Gurnah nació en 1948 en el Sultanato de Zanzíbar, entonces un protectorado del Imperio británico. Este Estado africano logró su independencia política a finales de 1963, pero ya en 1964 fue sacudido por una revolución que terminó con su existencia y gatilló la incorporación de las islas de Zanzíbar en el nuevo Estado de Tanzania. Como en tantos otros conflictos, este tampoco estuvo libre de actos de violencia contra minorías; en este caso, contra aquellas de origen árabe y sudasiático (el número de víctimas en ese conflicto jamás fue establecido con exactitud). Gurnah, todavía un adolescente, fue obligado a huir, terminando su odisea en 1968 en Gran Bretaña, país donde ha pasado la mayor parte de su vida, donde ha estudiado y se ha formado como profesor y escritor (otro famoso refugiado del mismo conflicto fue Farrokh Bulsara, mejor conocido como Freddie Mercury, cantante de la banda Queen). Pasó la mayor parte de su vida laboral como catedrático en la Universidad de Kent, aunque trabajó varios años en una universidad nigeriana. Actualmente, Gurnah es profesor emérito.
Como académico, se ha dedicado al estudio de autores poscoloniales contemporáneos, como V. S. Naipaul (Premio Nobel de Literatura de 2001) o Salman Rushdie, eterno candidato a los Nobel y uno de los autores más conocidos de las últimas décadas. En este campo, destaca sobre todo como editor de A Companion to Salman Rushdie (2007), un “manual” para la lectura de este autor, como parte de una serie de “manuales” académicos editados por la Universidad de Cambridge.
LA ESCRITURA, COMO RESPUESTA
Fue en aquellos años de estudio, aprendizaje y aclimatación a una nueva vida que empezó a escribir —primero, como desahogo emocional e íntimo, luego, cada vez más, para un público— textos que iban tomando forma de novelas. En una entrevista con The Guardian, concedida pocos días después de conocerse la decisión de la Academia Sueca, describe la escritura como una respuesta instintiva contra sus sentimientos de soledad, pérdida, desorientación, pero también del racismo que experimentaba todos los días en un país al que estaba llegando toda una oleada de refugiados africanos. Y solo con el tiempo aquellos escritos cuajaron en textos estructurados, novelas. Publica su primera novela, titulada Memory of Departure, en 1987 en Gran Bretaña.
De cierto modo, en su ficción comparte las mismas inquietudes que estudia como académico, y sin duda, sus propias novelas pueden ser enmarcadas en la misma corriente de lo poscolonial: como autor, retoma, aunque de forma cifrada, sus propias vivencias y sus propias perspectivas para integrarlas en un campo de experiencias humanas universales.
Sus novelas giran, de una u otra manera, alrededor de la experiencia del exilio, el desplazamiento o el desarraigo, experiencia que puede tener lugar tanto en un aeropuerto británico como en un país anónimo en África. Los protagonistas se mueven por el mundo, a veces porque necesitan asilo político, a veces por el impulso de viajar, de explorar, a veces porque sus pasadas experiencias de inmigración los obligan a indagar en su propia identidad. El exilio, el ser de alguna manera extraño a su entorno, en sus ficciones se convierte en una experiencia central de lo humano. La Academia Sueca, que tiene toda una historia de indagar en las interconexiones entre literatura y sociedad —también, de acuerdo a los principios del propio Alfred Nobel, quien pidió obras “de una dirección idealista” para el premio— destaca este aspecto de su obra en su comunicado oficial, al hablar de su “compasiva indagación en los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre las culturas y los continentes”.
Pese a ser hablante nativo de swahili, Gurnah siempre ha escrito y publicado sus obras en inglés.
Escribir en un idioma que no es (por lo menos, al inicio) el suyo, es un tema muy debatido entre escritores. Porque literalmente determina lo que vemos, cómo lo vemos, su ritmo, sus cadencias, su imaginario, su sentido de colores o de abstracción, nuestra lengua materna nos dicta nuestra particular cosmovisión mucho más de lo que tenemos presente en el día a día. Cambiar este —por así decir— acceso al universo por otro, como si fuese un par de zapatillas, parece absurdo. Sobre todo, si se intenta a escribir desde y sobre el exilio…
No obstante, específicamente en el inglés, idioma del imperio colonial más grande del planeta en los últimos siglos, no faltan ejemplos de autores que, como Gurnah, proviniendo de un entorno cultural completamente diferente, no solamente hicieron suya la lengua extraña, sino además encontraron una salida intelectual en ella y revolucionaron la literatura en este idioma. Tal vez, justamente porque aportaron una sensibilidad única, diferente, al lado de un dominio virtuoso, a veces incluso experimental, del lenguaje.
Destacan allí, sobre todo, Vladimir Nabokov y Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski), sin mencionar a los innumerables irlandeses, desde el romántico Charles Maturin hasta nuestro contemporáneo Colm Tóibín, quienes escriben en inglés (a veces, paralelamente con el irlandés), pero siempre mantienen una identidad propia, “celta”, y en los dos últimos siglos se han convertido en una de las voces colectivas más interesantes de la literatura británica.
NARRATIVIDAD LÍRICA
Curiosamente, Gurnah comparte con Conrad (aparte de la biografía de un refugiado extranjero) un cierto estilo, ese amor por una narratividad lírica, una narrativa que fluye suavemente, con pasajes descriptivos que atraen y acaparan la atención del lector. Teje lentamente tramas donde se entrelazan las vidas de individuos, familias, países, épocas… En fin, crea una novela-río en la que el lector se puede dejar llevar, una novela difícil de dejar a un lado una vez que se adentra en el texto. Y, tal vez más directamente, algunas de sus novelas, como la aclamada Paraíso, han sido consideradas como una respuesta literaria a la obra más famosa de Conrad, El corazón de las tinieblas (ambientada, por cierto, en África, como las novelas de Gurnah).
Muchos de sus protagonistas son, como Gurnah mismo, de origen africano, y sus novelas oscilan entre países europeos, donde viven o viajan muchos de sus protagonistas, y el lugar de su origen en África. En sus obras, es el continente mismo, sus paisajes y su historia, con su complejidad y su belleza, el tema de fondo de toda su narrativa. Aunque muchas de sus novelas están ambientadas en el presente, estas tienen un interés particular en el periodo colonial de su región natal, colonizada por el imperio alemán, episodio poco conocido fuera de los países involucrados, que con Gurnah ha encontrado a su cronista.
Afterlives (post-vidas) de 2020, su última novela, todavía sin traducción al castellano, cuenta la historia de una familia (si bien no necesariamente biológica, aunque sí unida por lazos de afecto y, a veces, por matrimonios) en el periodo entre fines del siglo XIX y los años sesenta del XX en una ciudad puerto en la costa de Tanzania. En esta ciudad recrea virtuosamente un microcosmos de la vida africana de la época con su mezcla de nacionalidades —entre africanos, hindúes, alemanes, ingleses—, de religiones —musulmanes, cristianos, animistas— y de cosmovisiones. Allá se entreteje sus vidas privadas con el mundo fuera, pues los eventos en sus vidas son siempre más que episodios privados, son reflejos de la historia mundial y todo —la colonización del continente africano por parte de Estados europeos, los conflictos causados por ello, la Primera Guerra Mundial, la crisis económica mundial— resuena en la vida de una huérfana o de un viejo contable cascarrabias.
Gurnah, en esta novela (como ya lo hizo en algunas otras), devuelve a África su lugar en la historia mundial, reestableciendo los lazos entre la historia local, muy poco conocida fuera de este continente, y la historia mundial, rescatándola del lugar en las márgenes de la percepción popular y ubicándola en el centro de la historia. En entrevista concedida a The Guardian, dice que una función importante de la ficción es la de construir puentes entre la investigación académica en temas complejos, como el colonialismo en África, y la conciencia popular, donde esos temas no juegan ningún rol o solo aparecen de manera altamente fracturada. Sin embargo, según subraya en esa misma conversación con el diario británico, este tipo de literatura no puede existir sin el placer estético de la lectura, sin una narrativa atractiva e inteligente, capaz de hablar de lo humano más allá de la experiencia individual de los personajes y capaz de conectar con la del lector: una síntesis elegante que, a los ojos de la Academia Sueca, le valió uno de los premios literarios más prestigiosos del mundo.
(1) Mensaje N°694, noviembre 2020, “Louise Gluck, el Nobel para la poesía”, por Olga Ries.
(2) Mensaje N°684, noviembre 2019, “El Nobel incómodo”, por Olga Ries.
(3) Mensaje N°675, diciembre 2018, “Maryse Condé: El mundo desde el Caribe”, por Olga Ries.