Damián nació el 15 de noviembre y la Organización de Naciones Unidas (ONU) lo designó como el habitante ocho mil millones del planeta. Su parto tuvo lugar en Santo Domingo, en la República Dominicana. Fue un alumbramiento largamente anunciado. O seguido, si se prefiere, con gran atención por una diversidad de organizaciones preocupadas por el desarrollo demográfico. El poblamiento de los países, los equilibrios demográficos, las corrientes migratorias, las demandas alimentarias, sanitarias y laborales planteados por la expansión poblacional, con sus consecuencias en los balances de poder, es uno de los temas que concita el vivo interés de autoridades a lo largo y ancho del planeta.
La llegada al mundo de Damián es un hito, como lo son los milenios. Como tal, es un momento oportuno para establecer tendencias y balances. En este caso hay motivos para festejos y también razones para preocuparse. Entre los que celebran destaca el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), que proclamó su optimismo con el lema «8 Mil Millones Más Fuertes». Una forma menos alegre de aludir a la situación sería «Ocho mil millones de bocas que alimentar».
En esta última vereda están los discípulos del clérigo inglés Thomas Malthus (1766-1834), que postuló que la población aumentaba a una tasa más veloz que la capacidad de la tierra para alimentar a sus moradores. En consecuencia, a la humanidad le aguardaban grandes hambrunas. Los avances tecnológicos, la mejora de semillas y abonos probaron erróneos sus vaticinios agoreros. Pese a ello, su escuela de pensamiento siguió presente, aunque con variaciones. Entre sus discípulos destacan numerosos científicos y políticos que animaron el Club de Roma, que vaticinó severas crisis alimentarias. Pero, una vez más, una tendencia sostenida de avances en la producción alimentaria ha dejado en el olvido las alarmantes predicciones.
A lo largo de la historia humana, enfermedades y grandes desgracias naturales contribuyeron a mermar la especie humana. En 1350 la «Peste Negra» recorrió medio planeta desde China a Europa. Entonces el hemisferio norte albergaba a 350 millones de personas, de las cuales sucumbieron 65 millones. En su momento, muchos creyeron que había llegado la hora final para la humanidad. Toda comparación con el presente es imperfecta. Sin embargo, las estimaciones sobre las muertes causadas por la pandemia del COVID-19 oscilan entre 16 y 28 millones de personas. Ello equivale apenas a un quinto de las muertes totales del período del embate de la enfermedad.
LA VARIABLE DEMOGRÁFICA
El mundo está en su punto alto en cuanto a la velocidad de poblamiento. Tomó apenas once años para que la población sumara el último millar de millones. Pero los próximos mil millones de seres humanos, que llevará la cifra total a los nueve mil millones, está proyectada por la ONU para los próximos quince años. En lo que toca al siguiente millar de millones, que totalizarán diez mil millones de personas, tendría lugar, según los cálculos de los demógrafos, en el 2080.
Las cifras sobre la reciente aceleración del poblamiento planetario hablan por sí solas: en 1804 fue alcanzado el récord de mil millones de personas. Para 1927 se había duplicado, alcanzando a dos mil millones de habitantes. Se duplicó una vez más y para 1974 llegó a los cuatro mil millones. Desde entonces hasta este 2022, volvió a doblar, alcanzando los mentados ocho mil millones de individuos.
Un aporte significativo al incremento reciente proviene de países africanos. Nigeria se encuentra entre las ocho naciones que, según la ONU, representarán más de la mitad del crecimiento poblacional entre ahora y el 2050, junto a otros países de ese continente, como Congo, Etiopía y Tanzania. Durante las próximas tres décadas, se espera que la población de Nigeria aumente aún más: de 216 millones este 2022 a 375 millones, lo que hará de ese país de África occidental el cuarto del planeta con mayor cantidad de residentes después de India, China y Estados Unidos.
Esta tendencia al alza amenaza con dejar aún más atrás a millones de personas de estos países en vías de desarrollo, pues los gobiernos ya luchan por proporcionar suficientes educación y empleos para un número cada vez mayor de jóvenes. «Se proyecta que la población en muchos países del África subsahariana se duplique entre 2022 y 2050, lo que ejercerá una presión adicional sobre los recursos ya limitados y desafiará las políticas destinadas a reducir la pobreza y las desigualdades», asegura un reciente informe de la ONU.
El rápido crecimiento de la población significa que más personas compiten por los escasos recursos hídricos y los alimentos. A medida que el cambio climático afecta cada vez más la producción de cultivos en muchas partes del mundo, más familias sufren hambrunas. Se trata de un claro ejemplo de retroalimentación positiva en que las amenazas se potencian unas a otras. En las palabras de Srinath Reddy, presidente de la Fundación de Salud Pública de India: «Existe una mayor presión sobre el medio ambiente, lo que aumenta los desafíos para la seguridad alimentaria que también se ve agravada por el cambio climático».
Otros países que completan la lista con las poblaciones de más rápido crecimiento son Egipto, Pakistán, Filipinas e India, nación esta última que va en camino de superar a China como la más poblada del mundo el próximo año. Beijing mantendría la delantera si no hubiese aplicado la política de «un solo hijo» que inició en 1980 y mantuvo vigente por más treinta años, para luego flexibilizarla. Evitó una expansión poblacional estimada en 500 millones de individuos.
FERTILIDAD
La fecundidad es el factor determinante del tamaño futuro del poblamiento mundial. La tasa de fertilidad promedio mundial de aproximadamente 2,3 nacimientos por mujer en 2020 es menos de la mitad de las tasas de fertilidad promedio durante las décadas de 1950 y 1960. La proyección de población de la ONU estima que las tasas de fertilidad seguirán disminuyendo. Para fines del siglo, se espera que la tasa total de fecundidad baje a un promedio mundial de 1,8 nacimientos por mujer, que es un tercio de la tasa de principios de la década de 1960. Numerosos estudios muestran una clara correlación entre la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y la baja de la tasa de natalidad. También se aprecia una línea decreciente de la natalidad, que va desde los sectores más acomodados a los más pobres A. Hay una marcada diferencia entre las mujeres de altos y bajos ingresos. En países en que el ingreso per cápita es inferior a los mil dólares, las mujeres tienen tres y más hijos. En países con ingresos per cápita superiores a los diez mil dólares, las mujeres no suelen dar a luz más de dos hijos a lo largo de sus vidas.
La tendencia actual muestra que en dos tercios del mundo la tendencia es al estancamiento o al descenso de la población. Con la mayor longevidad en numerosas sociedades, se aprecia una tasa de fertilidad incluso inferior a los niveles de reemplazo. En varios países ricos, la ONU prevé que la tasa de natalidad caerá por debajo del uno por ciento o más, entre el presente y el 2050. Algo claramente visible en las estadísticas de envejecimiento. Ello trae aparejado un gran reto: proporcionalmente, hay cada vez menos individuos en edad laboral que aporten recursos para sostener la creciente proporción de personas mayores.
Proporcionalmente, hay cada vez menos individuos en edad laboral que aporten recursos para sostener la creciente proporción de personas mayores.
La buena noticia es que no hay indicios de un colapso demográfico. De continuar las tendencias actuales, con la moderación de los nacimientos para el 2100 se anticipan 10.400 millones de habitantes. Dados los formidables avances en distintos campos de la medicina y la producción de alimentos, no hay motivos para temer a una crisis provocada por la sobrepoblación.
UN INDICADOR CLAVE: BIOCAPACIDAD
El crecimiento demográfico incide de manera directa sobre el medio ambiente y los territorios. Un cálculo sobre la biocapacidad de los países para sustentar a sus poblaciones es realizada cada año por la Red Global de la Huella Ecológica (RGHE). Para ello, utilizan el concepto de sobregiro ecológico, que indica la fecha en que la demanda de la humanidad por recursos y servicios de la naturaleza (huella ecológica) sobrepasa lo que la Tierra puede regenerar durante un año (biocapacidad).
En el caso del sobregiro por país, se refiere al día en que ocurriría este exceso de huella versus biocapacidad, si toda la población del mundo tuviera un estilo de vida y consumo como el de los habitantes de determinado país.
El lunes 18 de mayo, Chile se convirtió en el primer país latinoamericano en entrar en sobregiro ecológico durante 2020, según los datos de la RGHE. Esto quiere decir que, si todo el mundo asumiera el estilo de vida y de consumo de los habitantes del país, los recursos naturales que están disponibles como planeta en forma sostenible para todo el año se agotarían el 18 de mayo.
El lunes 18 de mayo, Chile se convirtió en el primer país latinoamericano en entrar en sobregiro ecológico durante 2020.
Esto implica que la huella ecológica de Chile ha superado el promedio de la biocapacidad global, entendiendo esta como la capacidad biológica de los ecosistemas para regenerar recursos en forma renovable y absorber los diferentes desechos generados por los seres humanos.
Al respecto, Chile tuvo durante muchos años un balance positivo, pero en los últimos años, el Día del Sobregiro Ecológico se cumplió el 24 de mayo (2017); el 2 de junio (2018), el 19 de mayo (2019) y, el 18 de mayo (2020). En el 2022 registró un déficit de 29 por ciento. Es decir, los niveles chilenos de consumo de insumos naturales exceden en casi un tercio a la biocapacidad del país para reponerlos. El mundo en su conjunto excede en 1,7 veces su biocapacidad. Es claro que la cantidad de población gravita en los volúmenes de consumo, pero mucho más inciden los patrones culturales y los modelos económicos de las diversas sociedades.
No hay una bala de plata para enfrentar la serie de desafíos concatenados. La respuesta está en una moderación del consumo per cápita, algunos hablan de la necesidad de un decrecimiento económico, derechamente reducir los volúmenes de ciertas actividades económicas, en especial en los países desarrollado. Una distribución más ecuánime de las considerables riquezas acumuladas. Un mejor empleo de las tecnologías disponibles y, también, una moderación del crecimiento demográfico.