Estuve tentado de hacer, en el título, un juego de palabras demasiado obvio (y fome), entre el nombre del instrumento musical y la recomendación de enfrentar «piano-piano» este nuevo comienzo de año activo… Bueno, igual lo hice; pero me arrepiento y se los confieso. Mejor pasemos directamente a disfrutar de los discos que he seleccionado para ustedes.
MASSIMO COLOMBO: BACH – PARTITAS 1, 4 & 5 (UNA CORDA) (2023)
Massimo Colombo nació en Milán, Italia, en 1961, por lo que está en la verdadera e indiscutible flor de la edad. Este disco, por lo pronto, así lo testimonia. Sus datos lo muestran como una persona muy completa: profesor, cultor de la música docta, pero también conocedor de lo mejor de la música popular contemporánea y colaborador de muchos músicos de jazz, sobre todo de su país. Un músico de una curiosidad inagotable y de una gran apertura a lo nuevo, que no puede sino garantizarnos muchas buenas sorpresas, hoy y en el futuro.
Esta vez lo vemos en su veta más docta, pero, también, yo diría, en su lado más contemplativo y poético. No es la primera vez que se aventura en la interpretación de las partitas de Johann Sebastian Bach. Ya lo había hecho en 2019 y 2021. Hoy me visitó un amigo que es muy buen pianista y le pedí escuchar conmigo algunos pasajes del disco. Le pregunté acerca del instrumento que se ejecuta aquí, porque claramente no es un piano moderno. He averiguado que Colombo es un gran especialista en el Pianoforte, que es un sucesor del clavecín y un antecesor inmediato del piano que conocemos hoy y que nació en el siglo XIX. Con mi amigo escuchamos atentamente. El instrumento utilizado tiene ciertas características propias del pianoforte: un sonido menos brillante que el del piano moderno, un notorio golpeteo de las cuerdas, que son menos tensas que las actuales… Pero, al mismo tiempo, llamó la atención del conocedor el hecho de que la afinación aquí es tan perfecta, lo que no es propio del pianoforte. Finalmente, mi amigo, que al igual que yo quedó con la duda, llegó a la respuesta: se trata aquí de un piano «a una corda». Cada nota en el piano tiene tres cuerdas, en la mayoría de los casos. En algunos pianos, presionando el pedal izquierdo se logra este sonido, porque se percute una sola cuerda. Sea lo que fuere, lo que está claro, según mi asesor, es que este es un disco muy bien hecho y de una gran calidad interpretativa. Lo importante, finalmente, es la música, su belleza y la de su interpretación.
BRAD MEHLDAU: YOUR MOTHER SHOULD KNOW: BRAD MEHLAU PLAYS THE BEATLES (2023)
Mehldau es ya un viejo conocido nuestro (mi primera crónica musical, en agosto de 2007, fue sobre un disco de este pianista en colaboración con el guitarrista Pat Metheny). Es también un tipo abierto a una gran diversidad de lenguajes musicales, y de ello yo destacaría su capacidad de tomar la música que está en el aire, la que suena en las radios, la que escucha la gente en la calle, la música de los jóvenes y de los que ya no lo son tanto; todo aquello que podemos subsumir en la expresión «música popular». Brad Mehldau la escucha, la hace suya, la profundiza y la recrea con libertad, pero al mismo tiempo salvaguardando su esencia. Eso es lo que ha hecho recientemente con diez canciones de la banda de Liverpool, las cuales fueron grabadas en una presentación, en septiembre de 2020, en la Filarmónica de París. Casi todas son canciones de Lennon y McCartney, y una —«If I Needed Someone»— de George Harrison. Curiosamente, pero con una intención, el disco termina con una canción de otro grande, David Bowie: «Life on Mars?».
No es la primera vez que Mehldau interpreta temas de este grupo. ¿Por qué le ha dedicado tanta atención? Lo explica él mismo en su sitio web: «Hay una universalidad indiscutible en The Beatles (…) Su música atraviesa líneas culturales y generacionales, ya que nuevos oyentes continúan descubriéndola. Hay una inmediatez e integridad en sus canciones que atrae a todos». Habla también de la enigmática «extrañeza» (strangeness) de su música: «un modo de originalidad que no se puede asimilar, o que nos asimila tanto que dejamos de verlo como extraño». Los grandes creativos suelen causar esta «extrañeza» en sus contemporáneos. The Beatles hicieron en los años sesenta cosas que nunca nadie hizo antes y que nadie más ha podido superar después, precisamente, en esa capacidad de abrir brechas y de sorprender a sus oyentes.