Un feliz reencuentro y un descubrimiento

Comentario del mes a lo más destacado de la música nacional e internacional.

Nunca me había pasado: hacer un cambio de última hora en mi selección de discos por comentar. Una buena producción, cuyos datos me reservaré, ha debido quedar para otra oportunidad, por la sencilla razón de que hoy he tenido el impulso de escuchar, por primera vez en mucho tiempo, a Sting, en su más reciente lanzamiento. Un feliz reencuentro que confirma todo lo que siempre he pensado y sentido sobre la música de este artista. A este reencuentro se suma un descubrimiento, el de la cantante estadounidense Stacey Kent y de su notable colaborador en el piano, a quienes, pese a su amplia trayectoria, no había escuchado hasta ahora. Como decía mi santa madre, nunca se termina de aprender.

STING: THE BRIDGE (2022)

Hay artistas tan talentosos, que no han podido superarse a sí mismos, pese a mantenerse en los más altos niveles de su disciplina artística. En la música pasa mucho. Pensemos, por ejemplo, en Carole King y su disco Tapestry, de 1971. Este disco, el tercero en su carrera, nunca fue superado en los rankings, ni en la crítica, por ninguna de las casi treinta producciones posteriores de la artista, y se transformó con el tiempo (siguiendo lo que decíamos en la crónica anterior) en un verdadero clásico de la música popular occidental. En cierto sentido, y aunque parezca duro decirlo, Carole King es Tapestry. Con Sting podría decirse algo semejante, aunque creo que no sería tan clara la determinación de ese disco-cima de su carrera: ¿…Nothing Like the Sun (1987)? ¿Ten Surmmoner’s Tales (1993)? Dos portentos, indudablemente, aunque tampoco se podrían desconocer notables producciones posteriores, que, no obstante su calidad, no obtuvieron tanta notoriedad, como Mercury Falling (1996) o Brand New Day (1999). Debo reconocer que yo quedé muy marcado por aquellas producciones de 1986 y 1993, sobre todo por la segunda, de tal manera que a partir de los 2000 dejé de seguir escuchando con sistematicidad la producción de este artista, salvo If on a Winter’s Night, una suerte de súper disco de Navidad publicado en 2009, y que comenté en esta página.

En The Bridge, los que nos hemos alejado últimamente de este artista tenemos la oportunidad de un digno reencuentro. No lo incluiría entre los mejores, pero, así y todo, el disco tiene ciertas características de las grandes grabaciones de Sting: buenas composiciones, una producción de lujo, un sonido muy acabado y la participación de eximios músicos. Entre ellos, identifico a algunos especialmente importantes: Dominic Miller, guitarrista de casi toda la carrera solista de nuestro artista; Manu Katché, uno de los más destacados bateristas actuales; el saxofonista Branford Marsalis… Todo, bajo la producción general del mismo Sting. El disco completo consta de veinte cortes, seis de los cuales, hacia el final, están tomados de una reciente sesión en vivo en el Panteón de París, que incluye versiones acústicas de grandes éxitos de la ya larga trayectoria del músico inglés. Como tantas veces, la presentación de lo nuevo se apoya, en cierto modo, en la seguridad que dan al artista los momentos más altos de su carrera.

STACEY KENT: SONGS OF OTHER PLACES (2021)

Como dije al comienzo, pese a que se trata de una cantante ya experimentada, con una veintena de álbumes propios, no la conocía hasta ahora. Debo agradecer este hallazgo a uno de los últimos servicios semanales de iTunes Music, que me informa de novedades en los ámbitos musicales que acostumbro indagar. Me cautivó su voz, que podría describir como casi infantil, elemental y dotada de una dulzura y de una emotividad que brindan a sus interpretaciones una energía especial. Canta un repertorio muy bien seleccionado. Canciones célebres de la música popular en inglés, pero también temas en francés («Les voyages»), en portugués («Imagina») e incluso en castellano: una singular versión de «Bésame mucho», que yo, en el lugar del productor, le hubiera recomendado no incluir por el momento… Me parece que arriesgarse en la interpretación de canciones en otro idioma exige un nivel alto de dominio de, al menos, la fonética de esa lengua, y no es este el caso. Un punto débil que, en todo caso, no empaña la belleza que predomina en el conjunto de la producción. Parte importante de esa belleza se la debe la cantante, pero también nosotros, los oyentes, al pianista Art Hirahara, también estadounidense, único músico acompañante en todos los temas. Hirahara inició su carrera a comienzos de los años 2000 y se ha concentrado en el mundo del jazz, por lo cual llama la atención la versatilidad y la sensibilidad de las que hace gala en este disco, dedicado a grandes canciones de la música popular internacional.

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