Sr. Director:
Una violación se ejerce bajo la coacción de un poder extremo y una violencia deshumanizadora. En nuestro debate actual, al aborto se le intenta privar de estas características, pero sí las tiene. Al embrión humano se le niega la condición de ser vivo diferente a la madre. Al no tener en sus inicios un “rostro”, se anula la otredad entre la madre y él, que es un nuevo ser completamente pasivo y amorosamente dependiente. Se ejerce entonces violencia física contra el embrión y psicológica contra la mujer que lo realiza, bajo la necesidad de destruir lo horrorosamente extraño. Esta violencia permanece en quienes la ejercen como “un trauma enquistado”, bajo la forma de profundo desgarro interior. Las únicas respuestas a estas violencias del ego, en sus formas de reconciliación y perdón, es “el amor que permite ser en el sentido más profundo… Es la libertad más íntima del uno hacia el otro” (san Agustín).
Dr. Sergio Canals Lambarri — Psiquiatra Infantojuvenil