El ascenso de los tontos

Nuestro orgullo, nuestra soberbia se sustentan en el desprecio a los que nos adelantan.

Una cosa es que los tontos asciendan y otra muy distinta es que conforme asciendes pierdas inteligencia. Lo que este año han descubierto unos científicos es precisamente lo primero, y es que, según el estudio que han llevado a cabo, los tontos ascienden a los primeros puestos de las organizaciones. Un estudio premiado en los IgNobel, la versión gamberra del Nobel.

Más allá de la broma y los inevitables chascarrillos sobre jefes, jefas y por qué no me ascienden, creo que podemos reflexionar un poco. Seguro que has pensado en alguna esfera de tu vida en la que alguien que se encuentra por encima de ti te parece mucho menos talentoso que tú, o que tú podrías hacer mejor su trabajo. Da igual el trabajo, en clase, los amigos, la universidad… incluso la familia. Tendemos a pensar que quienes alcanzan ciertos logros lo han hecho por azar, por peloteo, por quitarlos de en medio (la teoría de la patada hacia arriba). Quizás lo que nos pasa es que cuando vemos a alguien ascender lo que nos repiquetea por dentro es la pregunta: ¿y a mí cuándo me toca?

Seguro que has pensado en alguna esfera de tu vida en la que alguien que se encuentra por encima de ti te parece mucho menos talentoso que tú, o que tú podrías hacer mejor su trabajo.

Tenemos, en general, una concepción de la vida vertical, de camino de subida. No terminamos de entender, ni vivir, la horizontalidad del seguimiento cristiano, de servir y no ser servidos, de no ambicionar los mejores puestos… ¿Te suena? Esto no es nada nuevo. Pero sigue funcionándonos.

Nuestro orgullo, nuestra soberbia se sustentan en el desprecio a los que nos adelantan. Nos falta una mirada de honestidad que nos recuerde que, quizás, puede ser que sea posible que haya alguien en el Universo que sea mejor que nosotros en algo.

Es humano pero no es más humano que la alegría por el amigo. La alegría por lo que no me toca. Por el simple hecho de ver cómo otro da un paso más en su vida. Incluso sin merecerlo. Incluso cuando nosotros podamos merecerlo más. Centrémonos en lo que hemos recibido, en poner en juego nuestros talentos para el bien y el servicio. Más que mirar hacia arriba, toca mirar alrededor y descubrir dónde podemos dar lo mejor de nosotros. No tan preocupados de ascender como de servir.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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