El confinamiento y las restricciones en muchos países para frenar las infecciones por coronavirus no impiden que los traficantes de personas conviertan la trata en un negocio creciente en Internet.
“La trata de personas es una actividad innoble, una vergüenza para nuestras sociedades que se consideran civilizadas. ¡Explotadores y clientes a todos los niveles deberían hacer un serio examen de conciencia ante sí mismos y ante Dios!”: fue el 24 de mayo de 2013 cuando el Papa Francisco, elegido Pontífice hace poco más de dos meses, pronunció estas palabras, recibiendo en audiencia a los participantes de la Plenaria del entonces Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes. En casi ocho años de pontificado, la lucha contra el tráfico de personas ha permanecido como un punto fijo del Magisterio de Bergoglio: baste mencionar la creación, en 2014, del “Grupo Santa Marta” —una alianza mundial de jefes de policía, obispos y comunidades religiosas que, en colaboración con la sociedad civil, trabajan contra la trata de seres humanos— y el establecimiento, en 2015, del “Día Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata”, que se celebra todos los años el 8 de febrero, en memoria de Santa Josefina Bakhita, la monja originaria del Sudán que fue vendida como esclava cuando era niña. Hasta llegar a la reciente Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, distribuida el 4 de octubre, en la que el Papa escribe: “La trata de personas es otra vergüenza para la humanidad que la política internacional no debería seguir tolerando, más allá de los discursos y las buenas intenciones”. (n.189).
EN EL MUNDO, 40 MILLONES DE VÍCTIMAS DE LA TRATA
El último número del Boletín sobre las personas vulnerables y frágiles en movimiento en la era de Covid-19, editado por la Sección de Migrantes y Refugiados del Departamento de Desarrollo Humano Integral, está dedicado a la lucha contra la trata de seres humanos y se publicó conjuntamente con el 14º “Día Europeo contra la Trata”, celebrado el 18 de octubre. Las cifras son dramáticas: hay más de 40 millones de víctimas de la trata y la explotación en todo el mundo. Entre ellos, 10 millones son jóvenes menores de 18 años y se estima que uno de cada 20 niños menores de 8 años es víctima de explotación sexual. Además, solo en 2019 se registraron más de 108 mil casos en 164 países de todo el mundo, mientras que Asia y África se encuentran entre los continentes más afectados.
EL CONFINAMIENTO IMPIDE QUE LAS VÍCTIMAS HUYAN Y PIDAN AYUDA
La emergencia sanitaria provocada por el coronavirus agravó aún más el problema: el Boletín señala, de hecho, que “la trata de seres humanos empeoró durante la crisis de Covid-19, principalmente debido al aislamiento y a las dificultades económicas”. No solo eso: como recordó monseñor Janusz Urbańczyk, Observador Permanente de la Santa Sede ante la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa), “la actual pandemia de Covid-19, con los bloqueos y restricciones impuestos en muchos países, ha permitido a los delincuentes transformar aún más la trata de personas en un negocio en continuo crecimiento en Internet”, reduciendo al mismo tiempo las posibilidades de que las víctimas escapen y pidan ayuda.
CÁRITAS AMBROSIANA: NO SE TRATA DE “MERCANCÍAS”, SINO DE PERSONAS
En Italia la situación es igualmente dramática: según los datos referidos a 2019, entre las 2.033 personas atendidas por el sistema de lucha contra la trata de personas, la forma de explotación más extendida es la explotación sexual (84,5%), con un 86% de mujeres y niñas entre las víctimas. Además, una de cada 12 víctimas es menor de 18 años, mientras que el 5% tiene menos de 14. No solo eso: el miedo al Covid no ha detenido la demanda de sexo pagado en las calles. Destaca la Cáritas Ambrosiana que, en este año 2020, ha interceptado 135 víctimas de tráfico obligadas a prostituirse en la circunvalación norte de Milán. Y comparando los datos de 2020 con los de 2019, surge un cuadro preocupante: en septiembre de 2019, las mujeres encontradas en la carretera por la Cáritas Ambrosiana eran 52, mientras que 12 meses después eran 45. En la práctica: la cifra se ha mantenido más o menos igual, lo que significa que el coronavirus no ha reducido el número de los que buscan el sexo con dinero. Como ha confirmado la Hna. Claudia Biondi, responsable del área de “Maltrato de Mujeres” de Cáritas Ambrosiana: “Continuamos, o, mejor dicho, empezamos a salir de nuevo después del encierro que hubo hasta mayo y en junio vimos que las mujeres volvían a estar en la calle, lo que significa que hay una demanda correspondiente a la oferta. El miedo al contagio y las restricciones se habían debilitado, así que todo volvió más o menos como antes”.
—¿De dónde provienen las principales víctimas de la prostitución con las que lograron establecer contacto y cuáles son sus necesidades más urgentes?
En este momento, podemos decir que el 60% de las mujeres de la calle son de Rumania: se trata de chicas bastante jóvenes que provienen de contextos de grave privación. Luego encontramos a las mujeres albanesas y otro grupo de mujeres nigerianas. Lo que están pidiendo, esencialmente, es comida. Así que nos organizamos para poder ofrecerles algunas bolsas de compras o la posibilidad de recibir alimentos a través de los canales del Municipio u otros organismos de solidaridad.
—Cáritas Ambrosiana es muy activa en este frente, tanto que ha iniciado una colaboración con la cooperativa “Farsi prossimo” para poner en marcha proyectos dedicados a las víctimas de la prostitución. ¿De qué se trata exactamente?
La cooperativa “Farsi prossimo” gestiona los servicios que, juntos como Cáritas, hemos abierto. Por ejemplo, en este momento tenemos dos estructuras de acogida: “Casa Lirì”, que dispone de diez plazas tanto para la intervención de emergencia como para la primera acogida, y “Casa Zoe”, que además de todo esto ofrece también una segunda estructura de acogida para trazar un camino de autonomía para las mujeres. Hay también algunos apartamentos situados en la ciudad de Milán que se utilizan para las mujeres que todavía necesitan un mínimo de acompañamiento antes de que puedan encontrar su propio alojamiento de acuerdo con el mercado libre de la casa. Además, tenemos una unidad de asistencia en la calle, llamada “Avenida”, y un servicio de escucha al que pueden acudir las mujeres para pedir consejo y toda la documentación necesaria para quienes soliciten el estatuto de refugiado.
—¿Cómo podemos hacer que la sociedad sea consciente del drama de estas mujeres?
El problema de la trata con fines de explotación sexual se debe a que existe una frecuente demanda de sexo a cambio de un pago, tanto es así que a lo largo de los años las mujeres han regresado a las calles en forma masiva. A pesar de los llamamientos, las numerosas conferencias y seminarios sobre este tema, no parece posible conseguir que la gente se cuestione seria y profundamente lo que significa la prostitución. Sobre todo, depende de los clientes cuestionarse a sí mismos sobre esto, porque comprar sexo por dinero significa comprar el cuerpo de una mujer, significa ser cómplice de una explotación gestionada por organizaciones criminales, significa ignorar el hecho de que estas mujeres son personas y por lo tanto tienen la misma dignidad que cualquier otra persona. Por consiguiente, no es posible tratarlas como una mercancía y un cuerpo para ser usado, y no considerarlas como personas.
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Fuente: www.vaticannews.va