El cubo Rubik

Hoy el riesgo es un pensamiento fragmentado, que nos hace ir como un péndulo de una cara a otra de los problemas sin encontrar nunca respuestas integrales, que construyan sobre lo anterior.

Uno de los objetos que atrapaba mi imaginación de pequeño era un cubo Rubik que había en casa de mis tíos. De hecho, parte de su fama se debe a que, por sus colores llamativos y su aparente sencillez, muchos pensaron que era un juego de niños, pero pronto se mostró como un desafío intelectual incluso para la mayoría de los adultos.

El problema es sencillo de explicar. Cada cara del cubo está divida en nueve partes móviles, y una vez desordenadas, el jugador tiene que volver a situarlas de forma que cada cara tenga un color uniforme. Cuando uno lleva un rato jugando, es fácil alcanzar un primer triunfo completando una de las caras. Esto nos hace pensar que, una a una, pronto tendremos las otras cinco. Sin embargo, el cubo no tardará en bajarnos los humos. Cuando empezamos con la segunda cara, vemos que la mayoría de nuestros movimientos acaban deshaciendo nuestro anterior logro. Muchos no hemos llegado a resolver un cubo completo.

Este ejemplo sencillo me parece ilustrativo de lo que vivimos en muchas situaciones actuales. Ante los grandes problemas, muchos pensamos en soluciones que intuitivamente resolverán la parte más visible. Los políticos son especialistas en usar estas aparentes soluciones como una zanahoria atada a un palo para conseguir nuestro voto. Pero pronto vemos que una buena solución no es solo la que arregla un problema, sino la que al menos lo mejora sin empeorar otros que ya estaban solucionados. Esto es especialmente frecuente en los asuntos que afectan a grandes cantidades de personas, y se conoce como ley de las consecuencias imprevistas.

Ante los grandes problemas, muchos pensamos en soluciones que intuitivamente resolverán la parte más visible.

Nuestra época es el resultado de un cierto desencanto de los grandes sistemas de pensamiento, que a pesar de sus logros han mostrado sus limitaciones, a veces catastróficas. Pero hoy el riesgo es un pensamiento fragmentado, que nos hace ir como un péndulo de una cara a otra de los problemas sin encontrar nunca respuestas integrales, que construyan sobre lo anterior. Los grandes desafíos requieren respuestas profundas. Las buenas soluciones no son siempre evidentes, y las respuestas intuitivas no son siempre verdaderas soluciones.


Fuente: https://pastoralsj.org / Imagen: Pexels.

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