El Dios que busca con pasión una vida más digna y justa para los pobres no puede reinar en quien vive dominado por el dinero

Los tesoros de la tierra son caducos, no dan seguridad y siempre están amenazados.

Jesús tenía una visión muy lúcida sobre el dinero. La resume en una frase breve y contundente: “No se puede servir a Dios y al Dinero”. Es imposible. Ese Dios que busca con pasión una vida más digna y justa para los pobres no puede reinar en quien vive dominado por el dinero.

Pero no se queda solo en este principio de carácter general. Con su vida y su palabra se esfuerza por enseñar a los ricos de Galilea y a los campesinos pobres de las aldeas cuál es la manera más humana de “atesorar”.

En realidad, no todos podían hacerse con un tesoro. Solo los ricos de Séforis y Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. A ese tesoro se le llamaba mammona, es decir, dinero que “está seguro” o que “da seguridad”. En las aldeas no circulaban esas monedas de gran valor. Algunos campesinos se hacían con algunas monedas de bronce o cobre, pero la mayoría vivía intercambiándose productos o servicios en un régimen de pura subsistencia.

Jesús explica que hay dos maneras de “atesorar”. Algunos tratan de acumular cada vez más mammona; no piensan en los necesitados; no dan limosna a nadie: su única obsesión es acaparar más y más. Hay otra manera de “atesorar” radicalmente diferente. No consiste en acumular monedas, sino en compartir los bienes con los pobres para “hacerse un tesoro en el cielo”, es decir, ante Dios.

Solo este tesoro es seguro y permanece intacto en el corazón de Dios. Los tesoros de la tierra, por mucho que los llamemos mammona, son caducos, no dan seguridad y siempre están amenazados. Por eso lanza Jesús un grito de alerta. Cuidado con el dinero, pues “donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”. El dinero atrae nuestro corazón y nos seduce porque da poder, seguridad, honor y bienestar: viviremos esclavizados por el deseo de tener siempre más.

Lanza Jesús un grito de alerta. Cuidado con el dinero, pues “donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”.

Al contrario, si ayudamos a los necesitados nos iremos enriqueciendo ante Dios, y el Padre de los pobres nos irá atrayendo hacia una vida más solidaria. Aun en medio de una sociedad que tiene su corazón puesto en el dinero es posible vivir de manera más austera y compartida.


Fuente: www.religiondigital.org

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