La Ley del Amor no quiere la muerte del pecador, sino su conversión, su liberación: la Vida.
Domingo 7 de abril
“Amor y Justicia: una respuesta desafiante de Jesús” (Juan 8,1-11).
Este Evangelio nos relata que Jesús se fue al monte de los Olivos después de, en el capítulo anterior, haber sido cuestionado por los fariseos en el templo.
Su ida al monte nos permite suponer que necesitó hablar con su Padre y escucharlo, ya que en otra ocasión había dicho: “Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta, para juzgar, escucho al Padre, así mi juicio es recto, porque no busco mi propia voluntad, sino la de aquél que me envió” (Juan 5.30).
Ahora volviendo en la madrugada al templo, llega una multitud que tiene hambre de lo que Jesús les transmitía de Dios, como Él interpretaba la Ley. Es interrumpido por una tropa de hombres maestros de la Ley y fariseos que vienen con la mala intención de poder, eventualmente, acusarlo por su falsa interpretación de la Ley de Moisés. Ponen a la mujer que ha sido sorprendida en flagrante acto de adulterio delante de Él para que la juzgue. Ellos conocen la Ley de Moisés y la correspondiente sentencia. Jesús no contesta, se inclina, se pone a escribir en el suelo —no sabemos lo que escribió—. ¿Escucha a su Padre? Así como había dicho antes: “Para juzgar escucho al Padre, así mi juicio es recto…”.
Ante la insistencia de ellos para obtener una respuesta, Él responde desafiándolos: “El que no tenga pecado, lance la primera piedra”. Jesús no se dedica a observar la reacción de los hombres, más bien, vuelve a inclinarse para seguir escribiendo en el suelo.
En eso se produce un movimiento inesperado, una retirada, uno por uno, encabezada por los más venerables…
No podemos intuir lo que debe haber pasado en este espacio de tiempo por el corazón de la mujer, prácticamente ya condenada a la muerte, de la que ella no podía escapar, hasta que Jesús, enderezándose, le pregunta: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? Y ella responde: “Ninguno, Señor”, mientras Jesús le contesta: “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”.
Difícil es dimensionar el impacto de vida y liberación que causó Jesús en la mujer y en sus discípulos, testigos de esta experiencia; como su Maestro enfrenta el pecado. Jesús no dice nada en contra de la Ley de Moisés, pero les demuestra que hay una Ley superior, que Él trae del Padre: la Ley del Amor, que no quiere la muerte del pecador, sino su conversión, su liberación: la Vida.
Jesús tampoco preguntó dónde está el hombre que con la mujer cometió el adulterio. En caso de condenación de la mujer, ¿no merecería él, el mismo castigo? Parece que los Maestros de la Ley y los ancianos entendieron este mensaje de Jesús, y les llegó a su conciencia.
En otro momento, Jesús critica públicamente la debilidad de la Ley de Moisés que permite que el hombre dé una carta de divorcio a su mujer, lo que demuestra que Jesús no concede privilegios a los hombres por sobre las mujeres.
Esto nos lleva a descubrir un Maestro, Jesús, que instala la dignidad e igualdad de la mujer con el hombre. La liberación de la mujer de toda postergación ¡es revolucionario en su tiempo!
Son hombres quienes escriben los evangelios y nos transmiten que las mujeres, a la par con el apóstol Juan, estuvieron bajo la cruz, así también, escribieron que las mujeres han sido las primeras que se encontraron con Jesús resucitado y que ellas llevaron la Buena Noticia a los apóstoles que estaban “reunidos con puertas trancadas por miedo a los judíos”.
Sabemos que en los cuatro primeros siglos los cristianos consideraron a María Magdalena como “Apostola Apostolorum”, “Apóstola de los Apóstoles”, sin quitar al apóstol San Pedro la primacía entre los apóstoles. En los siglos posteriores, se borró esta distinción de María Magdalena y ella aparece en la teología y en el arte medieval como la Pecadora. Sin duda alguna, en una Iglesia y cultura dominadas por el poder masculino, la mujer queda como sirvienta e inferior a los hombres.
Necesitamos preguntarnos, ¿Cómo me comporto yo como mujer en la sociedad?, ¿cómo juzgo yo?, ¿escucho primero a Jesús, antes de juzgar?
Hoy las mujeres, estamos invitadas a evolucionar con Jesús en la Ley del Amor, luchar para que en nuestras sociedades se perfeccionen las leyes, asegurando la dignidad de la mujer en todas las dimensiones de la vida.
Somos nosotras, las mujeres, las portadoras de la Vida, invitadas a trabajar juntas con los hombres, a responder a la urgencia de una Cultura del Amor para todo nuestro pueblo.
* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia
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