El Evangelio que anunciamos las mujeres. «¿Conocemos su voz?»

Vamos siguiendo su camino, alimentándonos de su Palabra, con su contacto, con su cercanía, aún y sobre todo en los momentos de dificultad, de resistencia de nuestra parte.

Domingo 8 de mayo de 2022
Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 27-30
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 27-30

 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.
El Padre y yo somos una sola cosa”.

¿CONOCEMOS SU VOZ?

“Mis ovejas conocen mi voz y yo las conozco a ellas, ellas me siguen y yo les doy vida eterna: nunca perecerán y nadie las sacará de mi mano. Nadie podrá sacarlas de las manos de mi Padre y él me ha dado poder sobre todos: Yo y mi Padre, somos una misma cosa”.

Me llama la atención la relación que nos enseña Jesús que se establece entre Dios como pastor/pastora y sus ovejas, es una relación mutua, de ida y vuelta, ellas conocen su voz, como lo hace una madre con sus hijas/os, porque las conoce, ellas le siguen y entonces les regala vida eterna…, no las obliga, no las castiga, se genera una relación amorosa, de protección, de fidelidad, de ternura.

¿Cómo se comunican? A través de la voz, del llamado, del seguimiento, de la compañía amorosa, que no perece, de fidelidad sin engaño, para siempre, traspasa incluso la muerte, que tanto temor nos produce como seres humanos, el amor sigue más allá, la relación no termina en esta vida terrenal, perdura, trasciende… ¿Qué nos preocupa? Que Dios sea como nosotras/os, que traicionamos, que abandonamos, que herimos…

Jesús nos trae la buena noticia que Dios Padre y Madre nos ama, incluso a pesar de que a veces cortamos la relación y abandonamos, prescindimos de su presencia…, y nos responde siempre fiel con ese amor infinito, nos espera y nos perdona, nos invita a renovar la relación y sacar los aprendizajes del abandono, el malestar y el daño que nos producimos como personas y que provocamos a los demás… La vida nos enseña a porrazos y en su misericordia sin límites nos creó libres, aún para abandonarle…

Este es el pecado de los hombres y mujeres de hoy, el prescindir de su presencia, lo que nos hace daño y hacemos daño, sembramos la muerte a nuestro alrededor, incluyendo a la naturaleza, elegimos la muerte, no la vida, la sombra, no la luz.

“Yo y mi Padre somos la misma cosa”, nos dice Jesús, por lo tanto, nosotras/os también somos hijos e hijas del mismo Padre/Madre, Jesús nuestro hermano, que nos vino a enseñar la importancia del amor, como relación generadora de vida en nosotras/os y con quienes establecemos esta relación.

La invitación es a vincularnos y amarnos como fruto del amor que se nos entrega, con los dones que nos ha regalado, con los aprendizajes de la vida, aún los dolorosos, vamos siguiendo su camino, alimentándonos de su Palabra, con su contacto, con su cercanía, aún y sobre todo en los momentos de dificultad, de resistencia de nuestra parte.

No olvidar que somos hijas e hijos de este Dios que es Pastor/Pastora y que nos ama, nos convoca, nos acompaña, nos da la vida eterna… ¿Qué más podemos pedir? Solo dar gracias por tanto bien recibido y compartirlo con los demás en la vida cotidiana, especialmente con sus preferidas/os, que sufren, que tienen necesidades…

Que el amor de la Ruah se siga recibiendo, al descubrir su voluntad en nuestra vida, y al entregarlo comunicar la alegría y la esperanza de su Palabra, ¡ahora!

¡Así sea!

* Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia


Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile

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