A pesar de todas las muertes, hoy, la vida sigue siendo más fuerte.
Domingo 4 de abril de 2021
Evangelio según San Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
DILES QUE HE RESUCITADO
“El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena va al sepulcro”. Así comienza el relato de la Resurrección de Jesús en el Evangelio de Juan. Una mujer, que no ha perdido la esperanza, camina porfiada y valientemente buscando a su hermano y amigo, que días atrás había sido cobardemente asesinado.
La Magdalena caminó en el claro oscuro de la madrugada, cuando todos los demás se habían rendido ante la muerte. Cuando todos los demás, en la desesperanza, se retiraron olvidando la promesa de Jesús. Magdalena, cuando aún no veía con la claridad del día, y se confundía con las sombras de la noche que aún no terminaba, sintió desde sus entrañas, el impulso de la fidelidad a la vida. Ella sabía, desde la experiencia con Jesús, que no todo estaba perdido.
Pareciera ser que hoy, vivimos en ese claroscuro, cuando en medio de tanta crisis no somos capaces de ver con la claridad del día, pareciera ser que hoy, rondamos los jardines que guardan la vida sin saber precisamente adónde vamos o qué esperamos. La vida se nos ha diluido y las fuerzas para buscar al Maestro entre los despojos de la muerte que hoy nos acompaña, parecen tomarse todo lo que somos.
Sin embargo, como Magdalena, en el primer día de la semana, somos capaces de dejar cualquier tipo de parálisis que pueda habitarnos, para seguir buscando en medio de los muertos, al que ha vencido con la vida. María Magdalena hoy amanece en nuestros rostros de mujeres trabajadoras, estudiantes, jóvenes, niñas, ancianas, lesbianas, hétero, mamás, hermanas, prostitutas, migrantes… para recordarle a la humanidad que, a pesar de todas las muertes, hoy, la vida sigue siendo más fuerte.
En el mismo relato de la Resurrección de Jesús, pero esta vez desde el Evangelio de Marcos, descubrimos a tres mujeres, María Magdalena, María de Santiago y a Salomé, comprando perfumes para ir a ungir el cuerpo de Jesús. Betania regresa a nuestra memoria.
En el comienzo del retiro que desde Mujeres Iglesia propusimos para esta particular Semana Santa, pedimos preparar nuestros propios frascos de perfume para ungir a Jesús, para ofrecerle lo esencial de nuestra vida, lo que somos y tenemos, para ofrecerle toda nuestra humanidad, todo lo que nos atraviesa, pues nuestra vida es el mejor perfume para acariciar al amigo, al hermano, al compañero Jesús. Y en Él, con nuestra vida, acariciar la historia que construimos como Pueblo de Dios. En Él, con nuestra vida, acariciar a todos y todas las que han sido tocadas por la violencia, la injustica, el abuso, a todos y todas las que todavía viven en un sepulcro tocando con sus vidas la experiencia de la muerte. El frasco que hemos de seguir preparando somos nosotras mismas, para ungir con lo que somos a toda la humanidad predilecta de Dios, impregnando todos los lugares en que habitamos.
“Diles que he resucitado”. Jesús escoge a María Magdalena como la primera apóstala de la más grande Buena Noticia. Jesús escogió a las mujeres como las primeras predicadoras de su gran misterio, y hoy nos confía a nosotras la misión de comunicar la vida en este momento de la historia: tú y yo podemos caminar en las fronteras de la existencia, en el claroscuro de la madrugada, en donde se juega la vida y la muerte. Tú y yo, podemos recorrer nuestras ciudades, contándole a nuestras hermanas y hermanos que Dios, padre y madre, humano y hermano, resucitó entre los muertos y con Él todas nuestras esperanzas pueden florecer. Con Él, toda nuestra vida le ha ganado a la muerte.
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