El Evangelio que anunciamos las mujeres. “El Reino está acá: abramos los ojos”

Hoy para las mujeres y hombres que constituimos este pueblo de Dios en Chile, el camino a Jerusalén está plagado de dificultades.

Domingo 25 de agosto
El Reino está acá: abramos los ojos
Lucas 13, 22-30

En este Evangelio me quiero detener en cuatro aspectos de la Palabra que me han provocado movimientos interiores o me han llamado a reflexionar. Es un texto que no me fue fácil abordar en primera instancia y que en la medida que lo fui releyendo y rezando logró hacer surgir los pensamientos que comparto.

El primero es que Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos cuando se dirigía a Jerusalén. El Señor sabía que allá estaba su meta e intuía que el fin no sería fácil. No me quedo con que sabía todo lo que le sucedería, aunque lo avizoraba a partir de su conocimiento de las Escrituras, pues era tan humano como cada una de nosotras.

Sin embargo, durante todo el camino estuvo enseñando y predicando la Palabra de Dios. No se quedó en los lamentos ni en tratar de esquivar lo que suponía sería su enfrentamiento definitivo con las autoridades judías, que lo llevaría a la muerte, simplemente siguió con el proyecto que le había encargado su Padre.

Hoy para las mujeres y hombres que constituimos este pueblo de Dios en Chile, el camino a Jerusalén está plagado de dificultades. Nos ha tocado vivir estos últimos años, en medio de una Iglesia en crisis y a menudo aparece la tentación de detenerse o de radicarse en el pueblo o en la ciudad y no seguir hacia Jerusalén. Me imagino a Jesús caminando con nosotras, recorriendo la Ruta 5, de Norte a Sur y de Sur a Norte, e instándonos a seguir a destino, proclamando su Palabra a las personas que nos rodean, sin perdernos, sin olvidar que Él es el centro. Siento que el III Encuentro de Mujeres Iglesia de la semana próxima, es una oportunidad única para mirar hacia Jerusalén y —tomadas de las manos— seguir construyendo, seguir proponiendo, seguir denunciando y seguir anunciando.

En un segundo momento, Jesús habla de esforzarnos por entrar por la puerta angosta, porque muchos tratarán de entrar y no lo lograrán. Cuando leía este pasaje pensaba en los más excluidos de nuestra sociedad y cómo muchos de ellos —con sus vulnerabilidades— pasarán holgadamente por la puerta más angosta.

La misa dominical de CVX en Concepción se realiza los sábados en la tarde en la capilla del Hogar de Cristo, justo al lado de la hospedería. Con frecuencia algunos de los hospedados —“los chiquillos, como les decimos cariñosamente”— pasan a rezar, a saludar o simplemente a estar. No he visto testimonio de fe más grande que el de alguno de ellos, tienen esa certeza de que resucitarán y estarán al lado de Nuestro Señor. Siempre he pensado que la vida los ha hecho pasar por la puerta más estrecha, que nosotros como sociedad hemos fallado en hacerles vivir el Reino desde ahora. Si creemos, y así lo creo yo fervientemente, que el Reino se empieza a construir en este tiempo y espacio en que vivimos, es claro que como sociedad y como cristianos hemos fallado en hacerles participar en el Reino. La vida ha sido injusta con ellos y han tenido pocos momentos de amor. Cuando lleguen al lado del Padre se les abrirán de par en par las más grandes puertas y circularán por avenidas donde serán recibidos con amor. Ese amor que les ha sido tan esquivo en esta tierra.

Pienso también en tantas mujeres que día a día trabajan de sol a sol para sacar a su familia adelante. En las mujeres jefas de hogar que no conocen el descanso, pues pasan de trabajo remunerado y —generalmente mal remunerado— a trabajo en el hogar; que les toca vivir una vida de estrecheces. Para ellas habrá entrada libre al Reino. Con ellas también tenemos una tremenda deuda pendiente.

El tercer momento en que me quiero detener es el anuncio del Señor que gente de oriente y otros lugares vendrán a sentarse a la mesa en el Reino de Dios, y esa noticia me llena de alegría. Siento que somos todos y todas los que hemos conocido al Señor a través de sus evangelios, que no lo conocimos visualmente cuando estuvo en la tierra hace más de dos mil años, ni formábamos parte del pueblo escogido originalmente, los que nos sentaremos a su mesa. No lo vimos y en cambio nos enamoramos de su persona y adquirimos un conocimiento interior de Jesús, que nos ha transformado la vida. Somos nosotros quienes tendremos la felicidad de sentarnos a su mesa. Y todas y todos estaremos allí simplemente por la Gracia del amor de Cristo.

También este texto me vuelve a la realidad cotidiana de nuestro país. Gente de oriente y otros lugares vendrán a sentarse… tenemos tantos hermanos de Perú, Colombia, Venezuela, Santo Domingo, Haití, por nombrar a los más numerosos, que han venido a sentarse a la mesa en nuestro país y los hemos recibido tan mal. Que les hemos hecho —como sociedad— pasar y sufrir violencia, injusticias y desamor. Ellos estarán ciertamente en el banquete, pero es nuestra responsabilidad empezar a construir con ellos el Reino desde ya, y no permitir que sufran la xenofobia que nos mata como sociedad.

Por último, me detengo en la sorpresa del anuncio que los últimos serán los primeros. Este Evangelio de Jesús de una manera sencilla nos plantea un modo de vivir que va absolutamente en contra de los valores a los que estamos acostumbrados. No se llega al primer lugar compitiendo, no se llega al lado del Señor siendo exitoso, ni famoso. No llegaremos con luces de candilejas ni con ropas de alta costura en medio de la farándula. Llegaremos al lado del Señor por su infinita misericordia, por el amor que Él nos tiene, y curiosamente no será nuestro currículo vitae ni nuestro listado de méritos y acciones buenas las que nos permitan reposarnos en su corazón, sino simplemente que Él nos ha amado a pesar de todas nuestras imperfecciones, faltas, pecados y defectos.

Espero que nos encontremos en algún lugar de la mesa… Por mi parte, no creo que sea de las primeras.

* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile/

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