El Evangelio que anunciamos las mujeres. “El Tesoro, la Perla y la Red”

En Jesús ya se nos ha revelado todo.

Domingo 26 de julio de 2020
Evangelio según San Mateo 13, 44-52

El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo.
Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo.
También se parece el Reino de los Cielos a un comerciante que andaba buscando perlas finas. Cuando encontró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
También se parece el Reino de los Cielos a una red echada al lago, que recoge peces de toda clase.
Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, se sientan y recogen en canastas los peces buenos, y desechan los malos. Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados, y los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes.
—¿Han entendido todo esto? —les preguntó Jesús. —Sí —respondieron ellos.
Entonces concluyó Jesús:
—Todo maestro de la ley que ha sido instruido acerca del Reino de los Cielos es como el dueño de una casa, que de lo que tiene guardado saca tesoros nuevos y viejos.

EL TESORO, LA PERLA Y LA RED

En el Evangelio de hoy, Jesús nos revela que el Reino de los Cielos es “parecido” a… este parecido, que no es igual, nos quiere ubicar ante el misterio desde nuestras propias reacciones humanas. Quisiera detenerme en las actitudes de estos hombres que las vemos en lo cotidiano, tanto en nosotras como en los/as demás.

Encontramos una actitud de radicalidad: Sí, de radicalidad ante lo inesperado, ante la sorpresa de encontrar el tesoro se “llena de alegría” y lo vende todo. En estos últimos meses he visto esta radicalidad en tantas mujeres que han dado un giro a su vida, han tomado decisiones rápidas y concretas en favor de los demás. Se me viene al corazón una mujer que vive en mi población y que se contagió de COVID-19 visitando y repartiendo comida a los que necesitaban. No lo pasó nada de bien durante la enfermedad… se recuperó y ahora, adivinen dónde está… nuevamente participando en organizaciones sociales y en ollas comunes. Como ella, tantas otras mujeres que se sorprenden y que no pierden la capacidad de asombro.

Mujeres que, “llenas de alegría”, nos enseñan que juntas podemos salir adelante para que “nunca más” se viva violencia, acoso, inferioridad… porque la alegría inunda el corazón y nos hace empáticas con las y los demás… La radicalidad de optar por el Reino de los Cielos, o “comprarlo”, como el hombre en esta parábola, tiene que ver con esta actitud sin mesura, que desborda realidad y compromete el corazón…

La otra actitud que me parece importante es el discernimiento. Discernir también es conocer. No puedo discernir algo que no conozco. Y se discierne entre dos o más cosas, actitudes o situaciones buenas. La fineza de este negociante hace que las demás perlas que él tiene pierdan todo valor. En estos momentos que todas y todos nos hemos visto tocados por la incertidumbre y el “no saber”. Esta actitud obtiene una relevancia importante a la hora de optar. Saber justamente lo que más vale en este momento, nos llevará a despojarnos de tantos “adminículos” innecesarios y llevarnos a la radicalidad en el seguimiento de Jesús… a vivir la libertad para ser liberación para otros/as…

Dos imágenes también me llamaron la atención. La perla es símbolo de belleza. Cuando estamos frente a lo bello no hay palabras. Es presenciar ese momento que nos envuelve, nos aborda con todo lo que somos y nos transforma el corazón para poder contemplar la belleza en la humanidad y de la humanidad. Sin embargo, para poder —después— contemplar, el hombre del Evangelio actúa, se la juega por completo, y apuesta por el Reino de los Cielos… contempla en la acción.

La red y los peces. Vivimos en un país costero (tenemos más de 6 mil km de costa, que no es menor), algo sabemos de peces, redes y mares. La inmensidad del mar es la inmensidad de Reino de los Cielos. Los pescadores “separan” los peces buenos de los malos. Al leer: “separación”, del “horno ardiente”, del “llanto y rechinar de dientes”, no es quedarnos solo ante el horror de lo que describe Jesús. Al contrario, nos llama a darnos cuenta cómo nuestras acciones injustas, mezquinas, ególatras, nada tienen que ver con el Reino, porque en esta red todo/as cabemos, todos/as entramos, todos estamos/as llamados/as.

Por eso, la insistencia de Jesús de querer que todos y todas conozcan el Reino de Dios, cómo se accede a él, cuáles son las actitudes que hay que cultivar, cómo lo podemos reconocer. Lo oculto del Reino no significa que esté solo para algunos “privilegiados”, sino que justamente ahí hay un Misterio precioso que cada uno/a está llamado a encontrar… porque en Jesús ya se nos ha revelado todo.

Quisiera terminar con unas líneas de una hermana nuestra, Dolores Aleixandre rscj respecto de este Evangelio, para que nos ayude a hacer oración:

“Tú encontraste un día el tesoro de nuestra humanidad escondido en el campo del universo y, por la alegría, vendiste los privilegios de tu condición divina y el ojo que todo lo ve, y compraste ese campo. Contágianos algo de tu locura para que el encuentro con los otros sea el tesoro de nuestra vida y la verdadera causa de nuestra alegría. Aunque tengamos que venderlo todo para conseguirlo”.

* Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile

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