Debo orar aún más en esta Cuaresma para realmente acompañar a Jesús en sus tentaciones, teniendo muy presente las mías.
Domingo 10 de marzo
“Entrar en mi propio desierto” (Lucas 4:1-13).
Después de ser bautizado en el río Jordán, Jesús se va al desierto por cuarenta días. Jesús entra en el desierto y enfrenta sus tentaciones. No fueron cosas que le pasaban a otro. Le pasaron a Él. Si leo este Evangelio desde esa perspectiva, siento que en Cuaresma debo entrar en mi propio desierto, lugar sobrepoblado. Mi desierto lo he poblado de mi gente, mi mundo, mis problemas, mis tentaciones. No puedo ir a otro, tiene que ser el mío. Imposible no entrar en mi desierto y enfrentarlo. Las tentaciones existen y yo debo saber qué hacer con ellas. La tentación del hambre, del poder, de la autosuficiencia, de adorar becerros de oro.
Cómo acompañar a mis vecinas que trabajan, trabajan y trabajan para poder conseguir alimentos para su familia y ellas ¡venden pastel de choclo, sopaipillas, sánguches! No solo de pan vive el hombre, pero puchas que es necesario. ¿Cómo comparto el alimento de la Palabra de Dios?
Afortunadamente en nuestra cultura popular chilena todo es “Gracias a Dios”, “Dios lo quiera”, entonces me acuerdo de las ollas comunes, comprando juntos y las vecinas organizadas para cuidar los hijos de todas, mientras algunas podían salir a trabajar. Ahí veo como “el pan de cada día” se hace realidad. Ambos, ese con mantequilla y el maná: Pan de la oración, pan de La Palabra de Dios.
Debo compartir todo esto sin ser el Pan duro como roca para mis amigas y vecinas, sin caer en el abuso de poder, sin mirarlas desde arriba, sino que mirarlas sinceramente de igual a igual, arrodillándome solo ante los pequeños.
Las calles son nuestras y debo durante esta Cuaresma no abusar de mi poder, sino que compartirlo, educarnos, acompañarnos y no querer ser la dueña de la verdad. Que el poder y la gloria que reconozcamos sea solo el del Señor de La Vida y no tirarme de cabeza en lo que ofrece el mercado, perdiéndome en malls, centros de compra, en tener el último modelo de todo; no rendirme ante el neoliberalismo que me sofoca. Debo orar aún más en esta Cuaresma para realmente acompañar a Jesús en sus tentaciones, teniendo muy presente las mías.
Señor Dios de La Vida, gracias por tu ejemplo, gracias por mostrarme cómo enfrentar las tentaciones, gracias por tu Palabra, alimento necesario y diario en mi vida. Hoy, a la luz de este Evangelio, te pido: No me dejes caer en tentación y líbrame de hacer el mal. Amén.
* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/
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