La Ruah, el aliento de Dios será una guía indispensable a lo largo del camino.
Domingo 26 de Mayo de 2024
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Mateo 28, 16-20.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.
Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
El Evangelio de este domingo nos presenta el último encuentro con Jesús antes de la ascensión. Las y los discípulos reciben el llamado del Maestro y se dirigen a encontrarle en un monte de Galilea. ¿Habrá sido este el monte de las bienaventuranzas (Mateo 5, 1-12), y donde Jesús se retiró a orar en más de una oportunidad (Mateo 14, 23)?
De acuerdo con Mateo, algunos de ellos titubearon frente a la tarea encomendada por Jesús: ponerse en movimiento, enseñar y bautizar a todas las naciones. Esta misión podría parecernos a primera vista demasiado pesada, casi imposible de cumplir: ¿cómo podría un grupo tan pequeño, perseguido por seguir a Cristo, temeroso y titubeante, cumplir con semejante encargo?
Si utilizáramos los criterios que nos ofrece el mundo que conocemos, no podríamos sino concluir que la tarea parece destinada al fracaso. Esta lógica puede haber llevado a más de alguna, a más de alguno a dudar. Sin embargo, en esto consiste el milagro de la Resurrección y del mensaje de Jesús: su venida nos invita a desafiar los límites de aquello que conocemos; a confiar en que es posible trabajar, en comunidad y con una misión compartida, por hacer posible lo imposible. Las mujeres y hombres que recibieron el mensaje de Jesús habían visto desafiadas, una y otra vez, las leyes de la lógica humana: un hombre que caminaba sobre las aguas, que ordenaba al mar que se calmase, que multiplicaba los panes y que curaba a los enfermos con sus gestos y palabras.
Si utilizáramos los criterios que nos ofrece el mundo que conocemos, no podríamos sino concluir que la tarea parece destinada al fracaso. Esta lógica puede haber llevado a más de alguna, a más de alguno a dudar.
Para enfrentar esta misión evangelizadora, Jesús les recuerda que deben bautizar “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. La Ruah, el aliento de Dios será una guía indispensable a lo largo del camino. Como nos recuerda san Pablo en la segunda lectura, debemos dejarnos guiar, pues no hemos recibido un espíritu de esclavos, que nos haga temer de nuevo, sino de hijos. Por último, el Maestro nos asegura su compañía incondicional, a la que podremos recurrir cada vez que, como los discípulos en el monte, volvamos a dudar: “Sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. Confiemos, entonces, en el poder del Padre, del Hijo, y de la Ruah; invitemos a Jesús a nuestras vidas, pongámonos en marcha y trabajemos por encarnar su palabra allí donde a cada una, a cada uno, nos corresponda.
Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Pexels.