El “Pan” que ofrece la sociedad actual es un “Pan material”, construye a la mujer basada en aspectos superfluos, útiles para la publicidad: el ego, la estética, el placer, la frivolidad y el consumismo, entre otros.
Domingo 10 agosto 2018
“Jesús, nuestro pan de vida” (Juan 6,41-51)
Juan nos muestra una comunidad judía incrédula ante la presencia del hijo de Dios hecho carne para nuestra salvación. La comunidad duda de su mensaje, que él es el “Pan de Vida”, diciendo: “…¿No es este Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”. A lo cual Jesús, desde su sabiduría, responde: “…Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del cielo; el que come de él no muere”.
Jesús alude al maná como un alimento que solo satisface el cuerpo, mientras que el pan que él ofrece viene dado del cielo, de su padre-madre Dios, el cual nos envía un alimento espiritual que perdura en el tiempo. Quien coma de este Pan, podrá llegar al padre-madre Dios.
El texto nos permite reflexionar respecto de la Fe en la interpretación del “Pan de Vida”. En esta época de crisis en nuestra Iglesia, es una invitación para las mujeres “todas”, laicas o religiosas, que a través de su quehacer social, laboral y comunitario, puedan revertir esta situación, dando credibilidad al mensaje de Jesús, siendo testimonio vivo de su palabra, y a través de la práctica de generar conciencia en otros y otras.
El “Pan” que ofrece la sociedad actual es un “Pan material”, construye a la mujer basada en aspectos superfluos, útiles para la publicidad: el ego, la estética, el placer, la frivolidad y el consumismo, entre otros. A su vez, intenta instalar estereotipos y modelos femeninos que están fuera de la realidad, que para la mayoría de las mujeres son inalcanzables, y que, por otra parte, construyen un solo tipo de mujer (blanca, delgada, clase alta), dejando fuera la diversidad cultural de muchas mujeres, su realidad social y cosmovisión del mundo.
Desde nuestra mirada de mujeres de Iglesia, podemos observar una sociedad que ha perpetuado roles y modelos de género que no respetan el desarrollo de la mujer en igualdad de condiciones con los varones, respecto de varios ámbitos relevantes para la integridad de la mujer, como la salud, lo laboral, lo profesional, lo familiar, lo comunitario y lo eclesial. En este sentido, recordar que el rol de la mujer en la sociedad aún está asociado a las labores domésticas, tanto en el hogar como fuera de él. En los contextos sociales, comunitarios, políticos y de índole eclesial, son relegadas a realizar funciones menores que no trascienden y que están lejos de la toma de decisiones. Reconocemos que ha habido esfuerzos por la inclusión de la mujer a la sociedad; sin embargo, sigue siendo una tarea pendiente de los gobiernos, la política pública y la Iglesia; mejorar esta inclusión en todos los ámbitos.
Penosamente, esta realidad socio-cultural que hoy vivimos, se contrapone al mensaje de Jesús que es “Pan de Vida”, alimento y plenitud para el Espíritu. Asimismo, gratamente y en hora buena, este alimento nos empuja a “Anunciar”, “Denunciar” y “Actuar” desde nuestras realidades como mujeres con distintas experiencias de vida. Nos alienta a convertir nuestros corazones, a ser capaces de replicar esta experiencia de Jesús, hacia y desde nuestras comunidades, ya que este vínculo que tenemos con Jesús, el “Pan de Vida”, nos conecta con el Padre, la Madre, que es Dios. A Él reconocemos como nuestra fortaleza y bastión para continuar la tarea de evangelizar con distintas voces la construcción de su Reino.
De esta manera, la invitación del “Pan de Vida” es ser capaces de recibir este alimento también desde nuestro prójimo. Así, es justo y necesario compartir con ustedes los nombres de mujeres que son y han sido para nosotras testimonio de este “Pan de Vida” en nuestras comunidades, reflejado en la entrega cotidiana por construir una mejor sociedad. Pensamos en algunas laicas consagradas, Anita Gossen (Casa Acogida Cristo Especial – La Legua), Karoline Mayer (Fundación Cristo Vive), y laicas pobladoras entregadas a la misión de Dios, como la Sra. Morelia Villa (Comunidad Sumar – La Legua), Asunción Miranda (Q.E.P.D., Desayuno para Jesús – La Legua) y nuestra querida “Chechita” (Comunidad Legua Vieja).
Todas son mujeres con distintas vivencias que han sabido escuchar y asumir este “Pan de Vida” para entregarlo a otros en distintos contextos y expresiones de acción.
Hoy el contexto social, con sus inequidades y desigualdades, nos llama a no quedarnos en la comodidad de nuestro entorno más cercano, al contrario, nos invita a cuestionar nuestras propias vidas y reflexionar:
¿Quién(es) son las mujeres y los hombres que son “Pan de Vida” para mí? ¿Soy “Pan de Vida”? ¿Cómo entregamos este “Pan de Vida”?
“Jesús Buenas Nuevas”, Población La Legua, comuna San Joaquín, R. M., Santiago.
* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de la Palabra, el mensaje de Jesús. Les invitamos a escuchar, meditar y compartir esta homilía, que nos invita a salir del silencio y hacernos profecía viviente con toda la fecundidad que hay dentro de nosotras. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook, Mujeres Iglesia Chile, y en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/. Este domingo, por primera vez les compartimos un “comentario comunitario” – escrito por las mujeres de la comunidad eclesial de base ‘Jesús Buenas Nuevas’ de la población La Legua, Santiago: Alejandra Salinas, Amanda Toledo, Carmen Catalán, Irma Herrera, Jaqueline Mora, Jaqueline Saavedra, Luisa Oyarzún, Mireya Reyes, Patricia Saavedra, y Alicia Ubilla.
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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile/