El Evangelio que anunciamos las mujeres. “La Ruaj no está encuarentenada”

Con templos cerrados se ha desafiado a las iglesias a dar cuenta de su más genuina naturaleza: ser comunidades insufladas, arrobadas por la Ruaj.

Domingo 31 de mayo de 2020
Pentecostés
Evangelio según San Juan 20,19-23

Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se puso de pie en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor. Jesús les volvió a decir: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envío a mí, así los envío yo también». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos».

LA RUAJ NO ESTÁ ENCUARENTENADA

Puertas cerradas, miedo, escepticismo. Parece una escena actual de casi toda casa en tiempos de pandemia. Toda y todo aquel que ha podido, ha cerrado las puertas de sus casas. El miedo al contagio de los seres queridos más que al contagio personal es patente, y va de la mano al miedo por la incertidumbre, por la falta de certezas. No saber qué pasará, si puede suceder algo aún peor… también existe sospecha acerca de la suficiencia de las medidas, sobre la eficiencia de los insumos de protección, escepticismo acerca de si todo esto nos salvará a nosotros y a quienes queremos; desconfianza sobre el real alcance de los subsidios necesarios para que viva el pueblo empobrecido, que además del riesgo de muerte por contagio, padece el riesgo de la muerte por hambre.

En la escena de Juan, no se enlista a quienes están presentes, no se los identifica, como si lo que va a acontecer fuese esencial para cualquier discípulo/a, no circunscrito a ningún grupo particular; podemos pensar en un discipulado más amplio reunido en comunidad. Lo que sí se nos narra, es que el resucitado atraviesa las puertas cerradas e irrumpe en el miedo, toca el escepticismo; no habían creído el testimonio de Magdalena. No les había bastado. Ellos/as mismos necesitaron corroborar la identidad del crucificado: el relato habla de un tránsito del miedo a la alegría, que se realiza solo al confirmar las marcas de la cruz y escuchar el Shalom, el Paz con ustedes. Es un nuevo estado en que se presenta Jesús, carga con las marcas corporales y, así, transmite que la vida eterna se conecta con las elecciones históricas. Arrearemos con las marcas del amor verdadero.

La pandemia del coronavirus pareciera haber desafiado la por tantas y tantos muy deseada política eclesial de las puertas abiertas, de la Iglesia en salida, de la bajada de la sacristía, de la apertura de guetos de ‘elegidos/as’, de la extroversión eclesial. Hubo que cerrar colegios, universidades, comercio, las casas y sensatamente también los templos, ¡no debe ser de otra manera! Los cementerios se han abierto para que unos pocos dejen a los/as muchos muertos: mi amiga del alma, los tuyos y los míos. Estas puertas cerradas con la incertidumbre a cuestas es para las iglesias un terreno arado para re-pensarse, ayudando así a pensar la nueva sociedad que necesitamos. La extroversión eclesial va mucho más allá de abrir o cerrar las puertas de un templo.

El corazón de la escena no es la despedida de Jesús, algo como un desentendido “hasta luego y que les vaya bien”, no. Al segundo Shalom sigue el envío comunitario, la transmisión de un encargo apostólico y, junto a la paz, Jesús resucitado ‘insufla’: aparece la Ruaj. Hay delicadeza, este gesto decisivo para la historia del cristianismo ocurre sin parafernalia. Jesús resucitado no aparece como un superhéroe que a la distancia sopla y mágicamente todo se transforma, no. Se lee intimidad, mucha cercanía, muy probablemente abrazos; de aquellos que extrañamos en estos días. Jesús no se desentiende del destino de ese grupo de amigos/as asustados, desconcertados y paralizados. Se acerca tanto que atraviesa las puertas cerradas. Los/as capacita para ‘contagiar’ ese insuflo, con abrazos, con ternura, con delicadeza, con autenticidad, con eficacia y con toda propiedad.

Con templos cerrados se ha desafiado a las iglesias a dar cuenta de su más genuina naturaleza: ser comunidades insufladas, arrobadas por la Ruaj, capacitadas para crear y recrear cultura comunitaria, para insuflar en medio del miedo y del desconcierto. Recrear la cultura comunitaria con ojos abiertos, oídos atentos, con el buen olfato que otorga la honesta apertura a la acción de la Ruaj, quien definitivamente no está encuarentenada. Contando con —no a pesar de— las puertas cerradas, la tercera persona de la Trinidad lo permea todo, circula libre y eficazmente, manifestándose de muy creativas y diversas maneras: encuentros comunitarios en línea, ollas solidarias, acompañamiento en las tomas por viviendas dignas, comedores parroquiales, la multiforme formación teológica, pastoral y ciudadana gratuita a distancia, muchos/as ejerciendo su encargo apostólico… Es lo propio de la Ruaj, recrear, hacer nuevas las cosas, convertir corazones de piedra en corazones de carne o, dicho de otro modo, desmantelar lo caduco para que circule la frescura del Evangelio.

Shalom, es la primera palabra del resucitado a sus amigos y amigas, mientras les muestra identidad a través de las marcas corporales que permanecían, como consecuencia de sus opciones históricas. Ese primer día de la semana había encierro, miedo, incertidumbre; e irrumpe El Señor cumpliendo sus promesas, los calma, entrega paz, hay alegría, re-encuentro, se insufla y se envía a la comunidad para seguir insuflando. Y acá estamos, en este primer día de la semana…

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile

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