El Evangelio que anunciamos las mujeres. “La viuda perseverante en la oración”

Desde la oración hay un derrame, un “chorreo” de beneficios para otros, esta es otra cualidad, que a veces se nos olvida.

Domingo 20 de octubre
La viuda perseverante en la oración
Lucas 18, 1-8

Dos amigas en la vida y en la fe comentamos el Evangelio

Lo primero que nos llama la atención en esta lectura según el evangelista Lucas es que Jesús, para explicarnos su buena noticia, presenta una paradoja, comparando el cielo donde se vive la vida eterna con una ciudad en la que ejerce un juez venal, al que no le “importaba la gente”. Se vale del contraste para acercarnos de esta manera a la vida diaria, situándonos en una realidad que comprendemos y que podemos evangelizar con la oración y la acción.

Continúa invitándonos a la oración usando la figura de una viuda. Sabemos que las mujeres, y especialmente las viudas en la sociedad de los tiempos de Cristo, extremadamente machista, eran miradas en menos, desprotegidas, desamparadas porque no pertenecían a ningún hombre, prácticamente eran las últimas de la escala social. Bajo ellas solo estaban las esclavas. Sin embargo, esta viuda es capaz de enfrentarse con valentía al juez, con todo su inmenso poder, probablemente muy consciente de los riesgos que corría.

Esta viuda es comparable con una niña que insististe e insiste hasta conseguir por cansancio lo que solicita. La viuda, al igual que un niño, reclama hasta solucionar su dificultad. A diferencia del niño que, si no acceden a su petición, hace una “pataleta” para lograr su objetivo, la viuda insiste e insiste, para que el juez acceda a su petición. Ella tiene que tragarse su orgullo, ser humilde para pedir. Pide con fe y perseverancia. Se nota que la fe forma parte de su vida, por lo tanto, tiene claro que, si ella insiste lo suficiente, el juez la va atender porque tiene confianza en él. ¿Y nosotras ante Dios? ¿Cómo nos planteamos/presentamos?

En este Evangelio, Jesús nos invita a reflexionar sobre la oración; su lectura nos lleva a preguntarnos ¿qué tipo de oración es la que practicamos junto a Dios Padre y Madre? En la forma tradicional de orar tenemos rezos y oraciones aprendidas, que nos han enseñado, las que a veces repetimos de memoria sin darles ningún sentido. Otras modalidades son la lectura y contemplación del Evangelio, el rosario, la meditación; algunas dialogan directamente con Jesús. Hay ocasiones en que necesitamos la oración estructurada, la meditación, la oración comunitaria; depende de nuestras necesidades y la realidad que estamos viviendo, tal como lo hizo la viuda. Lo cierto es que, a pesar de nuestra diversidad, el Evangelio siempre tiene algo para conversar con nosotros y entre nosotras.

Practicamos oración para pedir por nosotros, por otros, para dar gracias —hay muchas formas de oración que son válidas—. La viuda insiste y persevera para pedir algo que necesita. Aunque la viuda en una primera instancia pareciera que hace oración para pedir algo justo para ella, está siendo también comunitaria, porque al pedir justicia para sí abre el camino para las otras mujeres que están en situación similar. Aparece acá una característica sorpresiva de la oración: esta oración ayuda al juez, que lo hace dictar una sentencia que no quería. La oración de la viuda también favorece a su adversario porque resuelve un conflicto. Desde la oración hay un derrame, un “chorreo” de beneficios para otros, esta es otra cualidad, que a veces se nos olvida.

Todas y todos tenemos dificultades para orar. Pensamos que debemos tener o estar en un lugar especial para poder hacerlo. Podemos rezar en cualquier parte, poniéndonoslos en las manos de él. La viuda ora en su vida cotidiana, en la calle, en su casa, en la oficina del juez. Algunas oramos en la iglesia, en el trayecto al trabajo, en la locomoción colectiva, mientras lavamos la ropa, mientras escuchamos, acompañamos a los hijos, etc.

A algunas se nos presenta otra dificultad al tratar de orar, nos enrollamos, nos confundimos y nos perdemos, no sabemos qué hacer, cómo hacerlo, qué decir, qué pedir, cómo dar las gracias. ¿Por qué no hacemos como viuda que se dirige al juez en una petición clara y directa? Dios sabrá escucharnos, independiente de la forma en la que hablamos. Por último ¿cuántas veces hemos dejado de orar, de insistirle a Dios, por falta de fe, de confianza o porque somos inmediatistas y queremos que nos solucionen las cosas rápido? Lo que nos dice nuestra experiencia es que en la oración tenemos que ser humildes y perseverantes, porque no somos superdotadas, somos débiles y necesitamos la ayuda de los demás. La perseverancia es una cualidad que tenemos las mujeres, esa manera de insistir es algo que nos es propio, a lo que le podemos sacar partido. Y: no estamos solas, el sentido comunitario de la oración nos invita a participar en comunidad.

* Queridas hermanas, queridos hermanos, les enviamos una nueva homilía del Evangelio que anunciamos las mujeres. Nos alegramos y agradecemos los ojos y la voz nueva de mujeres que se atreven a decir y orar el Evangelio para nuestras comunidades. Estas van enriqueciendo nuestra capacidad de comprender y ampliar el mensaje de Jesús. Pueden encontrar todos los comentarios anteriores en Facebook: Mujeres Iglesia Chile, en la página de la Revista Mensaje: https://www.mensaje.cl/category/noticias/iglesia/ y en la página: https://www.kairosnews.cl

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Fuente: https://www.facebook.com/MujeresIglesiaChile/ / Fotografía: María de la Paz Donoso.

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