El Evangelio que anunciamos las mujeres. «Muerte, búsqueda y periferias existenciales»

Ser tocadas/os en el corazón por Jesús, el que vive y da vida en abundancia.

Domingo, 31 de marzo de 2024
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, según San Juan 20, 1-9.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.

Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.

Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

La experiencia de la muerte de un ser querido es, tal vez, una de las vivencias más difíciles que ensombrecen la vida de quien tiene que enfrentar el dolor y lo inexplicable de este acontecimiento, que, paradojalmente, es parte de nuestra naturaleza humana, pero que no llegamos a comprender, porque es extraño y misterioso.

Desde esta perspectiva, no es para nada complicado empatizar con María Magdalena, la primera que, según el relato de Juan, se acerca al sepulcro de Jesús, “cuando todavía estaba oscuro”, movida por el dolor de la pérdida, pero también, por supuesto, por el amor que antecede al sufrimiento.

María, al igual que el resto de los discípulos, no estaba aún en condiciones de comprender el significado de la muerte de Jesús, el Señor y maestro al que había seguido y amado, porque estaba buscando en la muerte al lleno de vida, en las sombras al que es luz infinita. Todo aquello que él les había enseñado requería de una experiencia profunda que trasladara las convicciones meramente humanas acerca de Jesús, en una fe auténtica en el Hijo de Dios, capaz de vencer los límites de la muerte y generar vida abundante y trascendente, rompiendo el dolor de las ausencias por una presencia cargada de esperanza, porque él, es también esperanza y plenitud.

María busca equivocadamente, pero el amor le lleva a descubrir, más adelante, al resucitado, que pronuncia su nombre y da sentido a todos sus desvelos. Ella tuvo que hacer un recorrido, desde la oscuridad a la luz, para darse cuenta que nadie “se había llevado a Jesús”, sino que Él, por ser la vida misma, no podía permanecer anclado en la muerte, pues, como les había dicho, resucitaría al tercer día (Cf. Mt 16,21).

María busca equivocadamente, pero el amor le lleva a descubrir, más adelante, al resucitado, que pronuncia su nombre y da sentido a todos sus desvelos.

Muchas veces, nosotros/as, que decimos creer en Jesús, hacemos búsquedas vanas y erróneas, centrando la fe en cumplimientos de normas que nos dan seguridad, pero que ciertamente están lejos de la fuerza creativa y libre de Jesús. Al que vive, no podemos buscarlo en la rutina o en lo caduco, o en una fe que no mueva al amor; al resucitado hemos de buscarlo allí donde la vida fluye y se derrama para que otros tengan vida.

Este proceso desde la oscuridad a la luz de la fe, supone tener el amor y la energía para buscar sin cansarnos, supone salir a las periferias existenciales, como nos sugieren los documentos de Aparecida y Evangelii Gaudium. Allí, en esas periferias, nos encontramos con las y los hermanas que necesitan de la buena noticia del resucitado que nosotros, como creyentes, hemos de ofrecer, por medio del servicio que es expresión de esta certeza de haber sido tocadas/os en el corazón por Jesús, el que vive y da vida en abundancia.

Nuestro encuentro con Jesús resucitado, se mide en verdad, en el servicio real y eficaz a cada persona, en especial, a aquellas que habitan en esas periferias existenciales.


Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Nota, FreeImages.

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