El Evangelio que anunciamos las mujeres. «Responsabilidad, Autoridad y Justicia»

La palabra viva de las parábolas nos deja muchas preguntas.

Domingo 8 de Octubre, 2023
Evangelio Según San Mateo 21, 33-46.

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: Escuchen esta parábola: Una persona poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.

Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. La persona propietaria volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera.

Finalmente, envió a su propio hijo, pensando: “Respetarán a mi hijo”. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia”. Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando vuelva el dueño, “¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?.

Le respondieron: Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.

Jesús agregó: ¿No han leído nunca en las Escrituras”:

“La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos”.

“Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

El pasaje del Evangelio de este domingo nos muestra una parábola que puede llevarnos a varias reflexiones que se hacen pertinentes en el ambiente que hemos vivido como país en el último tiempo, me gustaría revisar tres puntos que nos permitan una meditación personal y comunitaria de la misma:

Responsabilidad y confianza: El propietario dispone de un terreno y lo prepara, lo dispone para para que pueda ser trabajado y provea de frutos, el dueño planta la viña, la protege con una cerca, construye el lagar (lugar donde se pisaban las uvas para transformarlas en vino) y finalmente construyen una torre de vigilancia, y ya con todo esto se lo pasa a las personas que debieran dedicarse a generar frutos… Si pensamos en cada persona como un terreno que Dios ha preparado y dispuesto para dar fruto, que nos ha dado algunos recursos para que seamos fructíferas, ¿qué se me ha confiado para producir frutos? Y como sociedad, como Iglesia Pueblo de Dios, ¿cómo podemos identificar situaciones en las que se nos confían responsabilidades y recursos? ¿Cómo las estamos manejando?

Rechazo de la autoridad: La autoridad es un tema que hoy en día trae más de un debate e incluso diría que divisiones profundas entre aquellos que defienden la autoridad a rajatabla y los que la cuestionan, no importa de dónde venga, y acá los labradores rechazan la autoridad del propietario y actúan con violencia contra los siervos y el hijo. Mirando a Dios Padre y Jesús, ¿reconocemos la autoridad del Hijo por el solo hecho de haber sido enviado por el Padre? A veces pareciera que nos causa cierto grado de escozor el hablar de Jesús como una persona con autoridad, sin embargo, en los evangelios no son pocas las instancias en las que se hace mención a esta característica: “Hablaba como quien tiene autoridad” (Mc 1, 22); “Habla con autoridad” (Lc 4,32); “Manda a los espíritus inmundos y le obedecen” (Mc 1,27); “¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mc 4,41).

Ahora, la autoridad de Jesús tiene varias características, ya mencioné la primera, que viene dada por el envío del Padre, la segunda sería el conocimiento y convicción, Jesús tenía la certeza de que su mensaje era verdadero: “Les he dicho la verdad que oí de Dios” (Jn 8,40). Nadie podía decir que Jesús había mentido o engañado. La tercera característica de la autoridad de Jesús tiene que ver con la intención. Jesús tenía autoridad porque no buscaba el halago de los demás, ni pretendía quedar bien con nadie. Él lo dijo: “Yo no busco mi gloria” (Jn 8,50). Y una cuarta y más importante característica de la autoridad de Jesús era el Amor, porque Jesús amaba a sus contemporáneos, “los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Les quería hacer el bien. Por eso les comunicó la Palabra de Dios. Su hablar y quehacer apuntaba al bien de quienes lo escuchaban y no otro.

Jesús tenía autoridad porque no buscaba el halago de los demás, ni pretendía quedar bien con nadie. Él lo dijo: “Yo no busco mi gloria”.

¿Somos capaces de transmitir el mensaje de Jesús, quién nos envía como a Él lo envío el Padre con esas características? O ¿nos dejamos llevar por el deseo solo de dar lección y tener la razón? ¿Imponemos nuestra forma más que hacer una invitación con nuestros modos, palabras y obras? ¿Creemos tener más autoridad porque hacemos ciertas cosas que parecen buenas? ¿Rechazamos a quienes no las hacen o parecen no hacerlas? ¿Cómo afecta nuestra relación con la autoridad, nuestro quehacer y relación con los demás? Y ¿cómo Iglesia Pueblo de Dios, a quién le damos autoridad? ¿Sabemos distinguir el tener un cargo al tener autoridad?

Finalmente, el tercer punto es la Justicia: La parábola sugiere que el propietario tomará medidas justas contra los labradores malvados. Y en el intertanto, esta promesa de la justicia del dueño del terreno será una invitación a emular esa justicia en la tierra, como parte de la misión de dar frutos, podemos reconocer la justicia como uno de los frutos que podemos cosechar en conjunto al unir los recursos que Dios nos da, sin embargo, ¿cómo entendemos esa justicia? Esa justicia que hace dos domingos le da el mismo salario al que trabaja todo el día como a quien trabajó solo un poco, esa justicia que da la oportunidad de salvación al “buen ladrón”, esa justicia que recibe con gozo y alegría al hijo que despilfarra y malgasta. ¿Cuáles serán esas medidas justas del dueño de la viña? ¿Cuánto de la justicia de Dios nos puede parecer incomprensible? ¿Qué esperamos cuando esperamos justicia? ¿Nos reconocemos necesitados de esa justicia incomprensible de Dios? O creemos que son otros los violentos que deben ser “ajusticiados”… ¿reconozco mis violencias?

Como siempre la palabra viva de las parábolas nos deja muchas preguntas, que ojalá durante esta semana podamos pausar cada día, tratando de buscar las respuestas que nos lleven a responder mejor a la confianza que el dueño de la Viña, Señor de la Vida, nos entrega a cada persona y que nos ayude con su Espíritu a reconocer nuestras violencias y sabernos en necesidad de su Amor y Justicia.


Fuente: Mujeres Iglesia Chile / Imagen: Pexels.

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